Título: La ciudad de las estrellas: La La Land.
Título original: La La Land.
Dirección: Damien Chazelle.
Año: 2016.
Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, Finn Wittrock, Rosemarie DeWitt, J.K. Simmons, Finn Wittrock, Sonoya Mizuno, Jessica Rothe, Jason Fuchs, Callie Hernandez, Trevor Lissauer, Phillip E. Walker, Hemky Madera, Kaye L. Morris.
Duración: 128 minutos.
Género: Musical, comedia, romance.
País: Estados Unidos.
Música: Justin Hurwitz.
Calificación por edades: Apta para todos los públicos.
Estreno en España: 13 Enero 2017.
Emma Stone no es Catherine Deneuve ni Ryan Gosling Nino Castelnuovo, sin embargo, en la mente del director Damien Chazelle late el palpitar de Les parapluies de Cherburg, de Jacques Démy. Tampoco el prodigio de Harvard es Michael Curtiz y, pese a ello, La La Land es un homenaje impícito (y aun explícito) a Casablanca. Porque La ciudad de las estrellas no es una película, son muchas, todas las que su creador vio y disfrutó en sus treinta y un años de vida, tres décadas que le han sido suficientes para encumbrar a su pequeña obsesión personal en un fenómeno de masas. Ofuscado en renovar el musical que tanto le deleita, Chazelle no ha dudado en adentrarse en la reanimación de un género que pasa por horas bajas, a la espera siempre de que alguien lo redescubra y escriba para él una buena historia.
Y para ello, Chazelle se vale de dos figuras jóvenes aunque sobradamente asentadas en los cimientos de Hollywood. Después de Crazy, Stupid, Love (2011), en la que Gosling y Stone emularon la célebre escena de Dirty Dancing, todo parecía presagiar que esta pareja volvería a entregarnos momentos de emoción a golpe de ritmo, melodía y timbre.
La historia es al mismo tiempo diferente e igual a todas las demás. Mia (Stone) es una joven aspirante a actriz cansada de pruebas interminables y cástings fracasados. Sebastian (Gosling), es un pianista frustrado, cansado de actuaciones miméticas en locales en los que no se valora la buena música. Él es amante del jazz y, con su pasión, arrolla a cuantos se cruzan por su camino. Mia incluida. Después de varios encuentros y desencuentros, ambos descubren que la magia es posible, y deciden compartir su trayecto juntos. Un trayecto no exento de dificultades que pondrá a prueba su amor y su amistad.
Indudable título del año, La La Land no es una proeza espontánea, sino un producto orquestado con muy buena mano. Su mayor acierto, además de la escenografía y la dirección de arte, es su magnífico montaje, deudor del de su hermana mayor, Whiplash (2014). Por supuesto, esto no desdeña otro aspecto absolutamente esencial de esta cinta, este es, su absoluta contemporaneidad, convirtiéndose en el primer musical youtuber, con estética instagramer y aderezado con sintonías de smartphone. El día a día de la generación millennial, a la que Chazelle pertenece, introducida sin necesidad de calzador en una trama que solo podría entenderse en la era de la posverdad. Si a todo ello se le suman números musicales con John Legend, coreografías acertadas, juegos de espejos con falsos flashbacks y un clímax que se resume en el completo anticlímax, damos con la fórmula que nos lleva por la ciudad de las estrellas.
Porque sí, es cierto, siempre nos quedará París, pero en caso de necesitarlo, a nadie se le escapa que siempre nos quedará La La Land.
Deja un comentario