Si es preciso caer en un extremo
que sea el de la dulzura
San Francisco de Sales
Llega un nuevo mes y con él la vuelta al cole, al trabajo, al fresquito, a la rutina. Pero no quiero dejar pasar el momento sin comentaros unas películas y unos directores maravillosos, capaces de hacer las delicias de una tarde que, bien con alguien o con unas buenas palomitas, pueden hacerte muy feliz.
Empiezo con Pedro Almodóvar, a quien catalogaría, al igual que a George Cukor, como “director de mujeres”, pudiendo deciros películas como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), Tacones lejanos (1991), Todo sobre mi madre (2000), ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), La flor de mi secreto (1995), Volver (2006),con la oscarizada Penélope Cruz, a quien desde aquí aprovechamos para felicitarla, tanto a ella como a Javier Bardem por su reciente matrimonio. Enhorabuena.
Imagen de «Las noches de Cabiria», Dino de Laurentiis Cinematografica, Les Films Marceau. Todos los derechos resrvados.
Pero volviendo a los argumentos, el director juega siempre con mujeres histriónicas, llenas de emociones, con vidas atormentadas, pero todas con grandes personalidades aunque estereotipadas; nunca te quedas indiferente: su puesta en escena, sus colores, su música…
Esto me ha llevado a pensar en otra película, Las noches de Cabiria (1957), dirigida por Federico Fellini y protagonizada por Giulietta Masina y Amedeo Nazzari. Se trata de una prostituta de la época, una mujer que sólo sabe hablar con los ojos, con sus muecas casi de arlequín, típico neorrealismo italiano. Cuando Cabiria sale a hurtadillas de la casa de su cliente subiéndose los calcetines, Fellini nos retrotrae a Charles Chaplin, cuando se dirige a la puesta del sol. El colorido inexistente del blanco y negro, hace que sus matices aparezcan en tu mente con las mayores tonalidades del arco iris; es una clase magistral de arte.
Imagen de «Irma la dulce» producida por Mirisch Corporation, The, Phalanx Productions. Todos los derechos reservados.
Y hablando de más dulzura, no podía faltar Shirley MacLaine en Irma la dulce (1963), dirigida por Billy Wilder. Es un film exquisito, pues de un reto como lo es el explicar la vida tan amarga como la de una prostituta, Wilder ha sabido darle un trasfondo de color, humanidad y amor. Lo más dulce. Te gustaría dar a esas mujeres todo el cariño por dejar ese poso de dulzura.
Pues como en el siglo XVII ya dijo sor Juana Inés de la Cruz: “¿cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar?”.
Con todo el cariño y que sigáis disfrutando del verano.
Desde la mecedora, feliz septiembre.
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