Título original: The Iron Lady.
Dirección: Phyllida Lloyd.
País: Reino Unido.
Año: 2012
Duración: 189 min.
Género: Biopic, drama.
Reparto: Meryl Streep, Jim Boradbent, Anthony Head, Richard E Grant.
Guión: Abi Morgan.
Producción: Damian Jones.
Música: Thomas Newman.
Meryl Streep vuelve a las carteleras rodeada de un aura que parece prometernos una película que sea digna de no dejar pasar. En esta ocasión, Meryl se mete de lleno en el mundo de Margaret Thatcher, para dejarnos boquiabiertos… eso sí, con un poco de ayuda de la caracterización.
La película nos “desvela” la trayectoria política de una de las mujeres más influyentes en la historia europea del siglo XXI. A través de los recuerdos de lo que fue su época, es la propia Margaret la que va evocando todos los momentos que vivió al frente del Ejecutivo británico, haciendo especial énfasis en cómo la determinación que mostraba fue su apoyo a lo largo de todas esas decisiones que tan criticadas fueron, y siguen siendo.
Y es quizás en esas decisiones tan trascendentales en las que la película consigue una justificación total, no ya para disculpar y acercar a esa Dama de Hierro, si no para simplemente mostrar que sus convicciones fueron más allá de una pose mantenida frente a las cámaras. Era una política que creía fielmente en lo que hacía, en lo que representaba y en el rumbo que debía de tomar para alcanzar sus objetivos.
La soberbia actuación de la protagonista hace quizás que la película se deje llevar mucho al terreno en el que Meryl es capaz de recrearse, demostrando su talento como actriz, y lo merecido de su Globo de Oro (¿Oscar a la vista? ¿Pasará el marcador a un 3-14?). Con un cuidado trabajo de caracterización – no es imposible ver a una u otra a lo largo de la cinta, sólo podemos ser espectadores de las andanzas de Mrs. Thatcher – se consigue que Meryl alcance sin dificultades todo lo esperado a la exigente tarea de interpretar a la Dama de Hierro. Quizás robando demasiado protagonismo a la propia narración, el retrato de Thatcher queda más esbozado que completo, centrándose en dar unas finas pinceladas a los numerosos eventos de su vida política y personal.
Es perfectamente adecuado que sea una excepcional actriz como Streep la que se encargue de declamar ante nosotros el papel de aquella joven que desde el mostrador de la tienda de su padre, ni podía soñar con todo lo que podría conseguir en su vida. Seguramente, una joven intérprete, tampoco alcanzaría a imaginar todo lo que ha emocionado Meryl a través de las pantallas, y por supuesto lo que a ambas les queda por vivir y hacernos vivir.
Si algo puede ser achacado a esta cinta es quizás el excesivo recurso de la confusión provocada por la demencia que realmente sufre la ex primera ministra. Acaba por resultar demasiado repetitivo tantas referencias a esa desubicación temporal, y más aún si el espectador se pone en la piel de los que están cerca de ella. No se puede supeditar tantas anécdotas a un discurso tan pesimista de la vida, a un punto en el que después de tanto poder y tanto éxito los recuerdos se dedican a bailar con la protagonista.
Reservando el derecho a mostrar su historia como ha hecho, es innegable que esta película nos brinda la oportunidad de vivir una historia que parece que ahora tenemos algo más de capacidad para comprender. Nos guste o no, estemos de acuerdo o en contra de la tarea que hizo Margaret Thatcher, merece a pena dejarse llevar y asomarnos a su historia.
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