En la década de 1950 el género épico, que ya se había coronado como uno de los grandes con los inicios del cine por su aceptación en taquilla, tiene su apogeo en la mitad del siglo pasado. Ante la recién llegada televisión a los hogares, los grandes estudios temieron hundirse por la competencia y las grandes producciones entraron en juego, así la Metro Goldwyn Mayer tras su éxito en 1951 con Quo Vadis?  se puso manos a la obra para hacer un remake de cine épico: la obra era Ben-Hur.

Imagen de ‘Ben-Hur’ © 1959 Metro Goldwyn Meyer. Todos los derechos reservados.

Mítica entre todas las del género, fue dirigida por William Wyler en 1959; Ben-Hur se hizo con una colección de 11 Oscar, algo que no volvería a suceder hasta muchos años después con Titanic (1998, Dir. James Cameron).

La película se basa en la novela homónima de Lew Wallace (1880) la cual ya había sufrido otras adaptaciones. En ella se narra la historia de Judah Ben-Hur un influyente hombre que reside en Judea junto a su madre y su hermana. Su amigo de la infancia Mesala, a quien no ve desde hace años, regresa como tribuno romano pidiéndole su apoyo para el Imperio al que sirve. Ante la negativa de Judah se desencadena el enfrentamiento entre ambos amigos, que desembocará  en el injusto arresto de Judah y su ingreso en galeras, al cual sobrevivirá, algo totalmente impensable.

Imagen de ‘Ben-Hur’ © 1959 Metro Goldwyn Meyer. Todos los derechos reservados.

Tras varias aventuras el cónsul Quinto Arrio lo adopta, convirtiéndose en ciudadano romano y auriga. Es en este punto de la trama, siendo Ben-Hur auriga, cuando por fin acontezca su venganza ante la injusticia vivida, causada por Mesala.

La carrera de cuadrigas de unos  nueve minutos de duración (Dir. Andrew Marton y Yakima Canutt supervisando los especialistas),  ha sido tan recordada e influyente como para traspasar el tiempo y los géneros cinematográficos. Su brillantez es tan grande, la tensión que causa en el espectador y la emoción que  contiene, la han convertido en todo un referente cinematográfico. 

Encontramos sus señas en casi todas las carreras, incluso en géneros muy diferentes al épico, como el musical Grease (Dir. Randal Kleiser, 1978) donde tal vez hallemos la referencia más evidente, con John Travolta al volante de su flamante coche, si bien con un final de carrera menos trágico.

Imagen de ‘Ben-Hur’ © 1959 Metro Goldwyn Meyer. Todos los derechos reservados.

Pero Ben-Hur  no solo parió una escena mítica, otra de las grandes acontece cuando en galeras vemos al protagonista remando junto a los demás presos al ritmo incesante del tambor que monótonamente les marca la marcha, y cómo ese inolvidable rostro iracundo de Charlton Heston nos indica que su rabia es la que le da la fuerza y le mantendrá con vida. Su dura mirada mantenida, el incesante sonido del tambor marcando el ritmo del remo, crean una fuerte tensión que para personajes y espectadores parece no tener fin.

Una gran producción, con decorados tan inolvidables como la ya mencionada carrera, con miles de extras trabajando en la película y con obviamente, unos millonarios gastos de producción, 15 millones de dólares que para aquel 1959 la convertirían en una de las más costosas.

Y en esta ocasión, con esta mítica obra, mereció la pena el gasto, pues el renacimiento y supervivencia del héroe Ben-Hur dio lugar a uno de los grandes clásicos del cine.

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