Desde el inicio de los tiempos  el hombre ha sentido la necesidad de contar historias y de engrandecer a los protagonistas que llevaron a cabo hazañas maravillosas. Sus aventuras han pasado a través de los siglos para, finalmente, alojarse en la memoria de las personas, quienes lo transformarían  en un héroe. Antiguos mitos de los cuales nacen los héroes actuales, muchos de ellos basados en la mitología griega. Viejas historias de personajes guerreros, luchadores, humanos, semihumanos o dioses, con poderes o sin ellos, pero siempre de gran fortaleza y múltiples habilidades casi sobrehumanas. Leyendas de grandes gestas que no eran exclusivamente realizadas por hombres, la figura femenina, como benefactora, tenía magnas y muy famosas representantes. Mujeres fuertes,  poderosas, guerreras autosuficientes que comenzaron a tener presencia cinematográfica en la década de los sesenta. Es con Barbarella  de  Roger Vadim en 1968, cuando la figura femenina como guerrera protagonista comienza a tener relevancia. A finales de los setenta nos encontramos con la andrógina teniente Ripley en Alien (Ridley Scott, 1979), y con la famosa serie que se prolonga hasta los ochenta  Los ángeles de Charlie (Ivan Goff y Ben Roberts, 1976-1981) que tendría sus versionescinematográficas en el 2000 y 2003. En 1984 y 1991 con Terminator I y II (James Cameron) se presenta a la gran luchadora Sarah Connor, apareciendo también en los noventa la película Detective con medias de seda (Jeff Kanew, 1991).

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Imagen de Elektra – Copyright © 2005 20th Century Fox, Regency Enterprises, Marvel Enterprises, New Regency Pictures y Horseshoe Bay Productions. Distribuida en España por Hispano Foxfilm. Todos los derechos reservados.

Antes de todas ellas el personaje femenino del cine de aventuras o fantástico era un papel de mujer sumisa y de gran belleza (esta última característica aún persiste), dispuesta a complacer los deseos del hombre y en gran parte de las ocasiones siendo el objeto de búsqueda y rescate del héroe. Estando incapacitada para defenderse, siendo la perpetua desvalida. Una representación que tiene su génesis en las novelas medievales de caballerías. Y sin la importancia suficiente como para encabezar el reparto, siempre relegada a un segundo plano. Aunque el comienzo del cambio de mujer desvalida a heroína protagonista tiene su génesis en los años sesenta, no es hasta mediados-finales  de la década de los noventa cuando nos encontraremos ante la gran revolución. Es entonces cuando el número  se multiplica, hay un aluvión de películas y series televisivas protagonizadas por mujeres que encarnan al personaje tipo de heroína mujer guerrera: Nikita, (Luc Besson, 1990. y la serie televisiva creada por Joel Surnow 1997-2001), Buffy cazavampiros (Fran Rubel Kuzui, 1992, y la serie televisiva creada por Joss Whedon, 1997-2003) Kill Bill: Vol. 1 y Vol. 2 (Quentin Tarantino, 2003 y 2004), el personaje nacido del videojuego Lara Croft: Tomb Raider (Simon West, 2001) y La cuna de la vida (Jan de Bont, 2003), Elektra (Rob Bowman, 2005) en sus dos representaciones cinematográficas como la heroína del cómic de Marvel. Fuertes y valerosas guerreras, con o sin superpoderes, mas una buena parte de ellas castigadas con la imposibilidad de lograr el amor por el hecho de ser seres superiores. Mejor suerte corre este tipo de personaje cuando resulta ser compañera o coprotagonista del héroe. Como la Ginebra guerrera en El Rey Arturo (Antoine Fuqua, 2004), la mujer invisible de Los cuatro fantásticos (Tim Story, 2005), o Liz Sherman, la novia de Hellboy (Guillermo del Toro, 2004 y 2008).

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Imagen de Elektra – Copyright © 2005 20th Century Fox, Regency Enterprises, Marvel Enterprises, New Regency Pictures y Horseshoe Bay Productions. Distribuida en España por Hispano Foxfilm. Todos los derechos reservados.

De entre todas ellas es destacable el mito de Electra, la vengativa, la asesina sangrienta, la matricida, aunque su mano no fuera la ejecutora, pues lo hizo su hermano Orestes, sí lo fue su mente. Ella terminó con su adúltera madre, la asesina de Egisto, ese padre al que Electra tanto idolatraba. De estos mitos griegos se alimentan  en gran medida nuestros héroes actuales, y también los superhéroes, quienes al igual que sus antecesores, por su condición de superioridad sobre el ser humano, con sus superpoderes, se les permite, indulta e incluso alaba la trasgresión de ciertas leyes sociales y morales, como el matar a inocentes  para detener y asesinar de forma violenta al culpable. En la actualidad, la figura de Electra está asociada al apego incondicional hacia el padre, gracias a la expresión acuñada por el psicoanalista Jung en 1913, “complejo de Electra”, para denominar el equivalente femenino del “complejo de Edipo”. Sin embargo, cuando su historia se acerca más a su representación primigenia se muestra a una heroína vengativa, una joven guerrera e implacable asesina. En sus recientes adaptaciones cinematográficas, primero como compañera de Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003) papel interpretado por Ben Affleck, se muestra a una joven apasionada y con terribles ansias de venganza por el asesinato de su madre que presenció cuando sólo era una niña de cinco años, lo que marcará toda su trayectoria heroica. Un sentimiento acrecentado tras la muerte de su padre a manos del sanguinario Bullseye, con un Colin Farrell que comenzaba por aquellos años su aventura en Hollywood. En este primer film Elektra (Jennifer Garner) representa el luto, el duelo por un ser querido y la lucha por la venganza. Un duelo presente no sólo en su triste mirada, sino también en su traje de heroína, de negro riguroso. Será en la segunda entrega y ya como protagonista cuando a Elektra, tras su traumática muerte y resurrección, la vistan de rojo, como representación de su sed de venganza y sangre. Su propia muerte es lo que convierte a este personaje en una guerrera, una asesina a sueldo tan letal que, como en la propia cinta dicen, es como una leyenda, haciendo de Elektra un símil con la dama de la guadaña, pues ella es la propia muerte. Si en la primera película el amor con Daredevil le es negado con su propia defunción, en la segunda parte lo es como un castigo a su violencia y fortaleza. El personaje no podrá conocer el amor de un hombre, de su compañero en la aventura Mark Miller  (Goran Visnjic), convirtiéndola en un ser casi asexuado pese a su sensual traje de asesina. Dejando inconclusa la “tensión sexual no resuelta” tema que simplemente es esbozado a lo largo de la trama, siendo sustituido por el único amor que realmente conocerá: el maternal que en ella despierta Aby, el personaje al que nuestra heroína deberá servir y proteger, la hija de Mark. Pero únicamente será un sentimiento, pues la maternidad o la familia también le estarán prohibidas. Ya que la posesión de una fortaleza superior aísla a esta mujer de toda relación con el resto de la humanidad alienando al personaje.

El precio que debe pagar por su don es la eterna soledad, imagen reforzada en ese firme y solitario caminar al alejarse de su hogar. Un sacrificio muy alto por ser una salvadora.

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