Título original: Funny games
Dirección: Michael Haneke
País: USA.
Año: 2008.
Duración: 111 min.
Género: Thriller.
Reparto: Naomi Watts, Tim Roth, Michael Pitt, Brady Corbet, Devon Gearhart, Boyd Gaines, Siobhan Fallon Hogan, Robert LuPone, Linda Moran.
Guión: Michael Haneke
Producción: Christian Baute, Chris Coen, Andro Steinborn
Vestuario: David Robinson.
Fotografía: Darius Khondji
Estreno en España: 4 de Julio del 2008.
Nunca he podido estar más de acuerdo: si se es educado, todo sale bien. Pese a esto hay que destacar que el extremo protocolario alcanzado en la película roza, de manera sublime lo extrañamente desequilibrado. Pero como no se puede comenzar por un final, antes tengo que poner al lector en situación.
Una sublime familia disfruta de unas vacaciones en un idílico lago… perdón, ¿he dicho disfruta? Quería decir sufre de torturas inimaginable en vez de unas vacaciones y todo ello de mano de dos dicharacheros jóvenes con ganas de jugar.
La película es un remake del film del mismo nombre y director, pero en su versión austriaca, de 1997. Diez años después Michael Haneke repite en este festival del sadismo de la mano de actores plenamente hollywoodienses, entre los que merece ser destacada Naomi Watts. Tras su trabajo en The ring: la señal (2002) y The ring 2 (2005) Naomi nos demuestra que no sólo hay que temer a las niñas fangosas que salen reptando (gracias, Miguel) de la televisión, sino también a los extraños que llaman a tu puerta. Nada más llegar a su paraiso vacacional (no, Marina D’Or no, simplemente uno de esos típicos lagos americanos) la familia posiblemente más feliz en ese momento prepara su estancia: mientras el padre y el niño ultiman los detalles de su embarcación, con un escurridizo cuchillo que te hace pensar en un final simplón (casi aciertas, Elena) la madre se encarga de organizar la casa.
Un educado joven entra en su casa pidiendo media docena de huevos, y lo que podía haber sido un simple favor se transforma en el más desagradable entuerto para nuestra queridísma familia: a este joven, Peter (Brady Corbet), le acompaña su inseparable amigo, Paul (Michael Pitt), que tras atacar al padre (algo justificado por la pérdida de modales de éste) explican su pequeño jueguecito a nuestros protagonistas: ellos apuestan que la familia estará muerta a la mañana siguiente, y la familia – lo quieran o no – apuestan lo contrario.
Este sencillo juego se convierte en la más perversa demostración de hasta dónde puede llegar la demencia juvenil – entre la que me incluyo, claro –. Un especial papel en la película cobra juego en la indumentaria de nuestro amigos Peter y Paul, impecablemente vestidos de blanco (sport, eso sí, no hay nada como matar de manera cómoda) y con guantes blancos, algo que sin duda rebasa el hecho de no dejar huellas de su actividad, más bien se convierte en un gesto del extremo que alcanza la meticulosidad de estos dos “jugadores”. Bardy Corbet llega a recordar en esta película al grandísimo Jack Nicholson en su papel del Jocker, no tanto en el estilo del personaje, sino en los gestos de la cara. Mención aparte tiene el momento en el cual Paul comienza con Peter a divagar en el sofá y a contar una historia cuanto menos divertida de la vida de Peter.
Esta película es además capaz de hacerte temer lo más sencillo: no se muestra una escena directa de ningún disparo, ni evisceraciones, ni tampoco juegos sucios — más típicos del gore –. Es genial ver como el simple rodar de una bola de golf puede hacerte estremecer hasta un punto que parecía inalcanzable. Y sin lugar a dudas, el momento de la película en el que permiten a sus víctimas mover ficha, es uno de los mejores. La familia – con un miembro menos, eso sí – trata de recomponerse de lo que era hasta ese momento las peores vacaciones: la angustia que te reflejan estos momentos es sin duda mucho peor de lo que se sentía en presencia de nuestros amigos Peter y Paul, la inquietud de no saber qué hacer, de darse cuenta de lo indefensos que estaban ante ese juego pudo hacer perder a más de uno la cordura. Porque de haber seguido el juego como había sido hasta ese momento podrían quizás haber hecho frente a la apuesta.
Cuando más tarde Peter sufre un accidente a manos de uno de los miembros de la familia y Paul consigue salvarle rebobinando con el mando del vídeo es algo que ya muestra definitivamente la enajenación mental no transitoria que sufre Michael Haneke. Pese a ello nos lanza el aviso de que en esa película no va a haber un final agradable, no veremos como se abraza la familia con un amanecer de fondo tras matar a sus verdugos mientras Marco se reencuentra con su madre a lo lejos y aún más lejos podemos ver que el disparo de la madre de Bambi solo le hizo un rasguño. Así, te llegas a dar cuenta de que no pueden hacer nada y todo llegará a su… ¿final? Porque el hecho de volver a pedir unos huevos por parte de Paul en casa de unos vecinos no parece serlo… Una reconocida mención de la debe llevar la banda sonora, que pese a que se reduzca a una canción es algo absolutamente acorde con la película: las suaves melodías de Mozart y Händel dejan paso al toque thrash-punk de John Zorn, simplemente escalofriante: http://es.youtube.com/watch?v=MX4BmANMfiQ (sólo son los créditos, no desvela nada, a pesar de la cara que nos dedica Peter).
Así, se nos ofrece una película, bajo mi punto de vista recomendable, que es capaz de hacer obscena la locura sin por ello llegar a mostrar sangre ni cuchilladas. Un cuadro en el que se permite ironizar con la clase burguesa, mostrando unos consternados y refinados asesinos que son capaces de acabar con la vida de una familia… jugando.
Todo comienza en un coche, una familia juega a adivinar canciones de música clásica, sin llegar a saber que después jugarían a algo más divertido… Más Funny Games.
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