Si no tenemos paz dentro de nosotros mismos,
es vano buscarla en fuentes externas
La Roche Foucauld
Queridos amigos de Todo es cine:
El especial que tenemos preparado para vosotros sobre Nueva York podría dar para escribir muchos reportajes, ya que hay innumerables películas cuya acción se sitúa en esta estupenda ciudad. Sin embargo, yo he escogido dos películas que, espero, sean de vuestro agrado.
A una de ellas, Desayuno con diamantes, dirigida por Blake Edwards en 1961, la máxima le va como anillo al dedo. La trama se basa en la novela homónima de Truman Capote, Breakfast at Tiffany´s, quien hubiera preferido que fuera Marilyn Monroe la protagonista de esta cinta. No obstante, y aunque adoro todas las películas de Monroe y la considero una maravillosa actriz, en este caso la extraordinaria interpretación de Audrey Hepburn me hace pensar que elegirla a ella fue una de las mejores decisiones, ya que su saber estar, su fuerte fragilidad, su esbeltez, le dan al papel un caché insuperable.
La historia aborda la vida de Holly Golightly, una joven que llega a la gran ciudad y termina siendo, de una manera muy sugerente y nada soez, una chica de compañía que sueña con comprar en Tiffany´s. En su edificio se encuentra Paul Varjak (George Peppard), otro chico de compañía. Juntos forman una pareja que va desnudando el alma de cada uno, dejando ver las calamidades del lujo, de ese dinero fácil que quizá les pase más factura de lo que vale. Con ellos también está el gato, otro peculiar personaje que al final unirá a la pareja.
En un Nueva York con lluvia, con glamour (quizá un anticipo de Sexo en Nueva York), Audrey nos enseña el buen vestir de una ciudad cosmopolita que nunca duerme, y nos enseña la belleza que tantas generaciones hemos visto en la gran pantalla, y que tanto nos ha enamorado.
Imagen de Desayuno con diamantes (1961) A Jurow-Shepherd Production. Distribuida por Paramount Home Video. Todos los derechos reservados.
La otra película de la que os quiero hablar es Descalzos por el parque (1967, Gene Saks), basada la obra teatral de Neil Simon del mismo nombre. En ella conocemos la vida de una pareja de recién casados, Corie and Paul Bratter (Jane Fonda y Robert Redford respectivamente), que llega a su apartamento pequeñito de verdad, y que vive su flamante amor en las nubes, aunque pronto se encontrará con la cruel realidad: innumerables pisos que subir a pie, la incomodidad del apartamento, los vecinos… Sobre todo uno de ellos que vive en la boardilla, Víctor Velasco (Charles Boyer), que va de casanova a una edad un poco difícil. Corie le compara con su recién estrenado marido, quien es todo lo contrario, ya que Víctor tiene ganas de vivir y exhibe todo su ceremonial de adulador. Será entonces cuando entre en escena la madre de Corie, Ethel (Mildred Natwick), y la cosa se complique. Es una comedia de situación que nos proporcionará alguna que otra carcajada.
Imagen de Descalzos por el parque (1967) Paramount Pictures, Hal Wallis Productions, Nancy Enterprises Inc. Distribuida por Paramount Home Video. Todos los derechos reservados.
Las dos historias tienen algo en común, ambas parejas buscan desesperadamente una paz interior que no acababan de encontrar, y creen que pueden encontrarla fuera. Holly buscaba en los diamantes, Paul Varjak no se daba cuenta del potencial que tenía como escritor. Los recién casados buscaban las emociones que contaban los demás, sin darse cuenta de que las verdaderas, maravillosas y estupendas emociones, pasaban dentro de ese pequeño apartamento.
Las dos películas nos enseñan un Nueva York limpio, estupendo, idílico; cuántas veces habremos querido pasear por el Washington Square Park como la pareja de recién casados, o ir a visitar las tiendas de alto standing como Tiffany. La cuestión es que Nueva York era transmitido como algo agradable, que llegaba y enamoraba.
Por eso desde estas páginas, queremos enviar un gran recuerdo a esa magnífica ciudad que ha hecho las delicias de generaciones de espectadores, y que tanto nos ha hecho soñar. No es de extrañar que la gran pantalla la haya escogido con tanta frecuencia y la haya cuidado con tanto mimo.
Desde la Mecedora, con todo el cariño.
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