Las cartas de amor se empiezan sin saber lo que decir
y se terminan sin saber lo que se ha dicho.
Jean-Jacques Rousseau
Queridos amigos y amigas de Todo es cine:
Es un verdadero placer volver a estar con todos vosotros, y sobre todo el hablar y comentar una película interpretada por un mito como es Marilyn Monroe, es un honor, pues me parece una actriz que aunque sus directores se quejaban de su falta de compromiso, ella lo dio a su público todo el encanto que la gran pantalla ha sabido reflejar. Todas las actrices de la época me parecen estupendas, pero Marilyn era algo especial, esa mirada, esos andares por los andenes en Con faldas y a lo loco con Curtis y Lemmon -que, por cierto, tenían unas piernas alucinantes-, hicieron las delicias de aquellos a los que nos gusta tanto el cine.
Hoy os voy a hablar de El príncipe y la corista (1957, Laurence Olivier). Entiendo que quizá no sea la más popular o la más llamativa de las películas de Marilyn, pues incluso en toda la historia está con el mismo vestido, pero esa es su gracia: al igual que saca partido a la misma vestimenta, saca partido a su personaje.
La película nos habla de una corista, Elsie Marina, quien es invitada por el príncipe de Carpacia, Carlos (Olivier), a una fiesta en una embajada, con la desilusión de que era una fiesta privada. Imaginando las intenciones de quien la invita, y también el resultado, se inventa una salida honesta, pidiendo a un funcionario que la llame en medio de la cena, aduciendo que su tía está enferma. Pero esto es el empezar. Igual que las cartas de amor, no se sabe cómo acaba. Simplemente, como si de una obra de teatro con dos actores se tratara –de hecho está basada en la pieza de Terence Rattigan, The Sleeping Prince-, sus personajes junto a sus espléndidos secundarios engatusarán a los espectadores.
Creo que es una historia de cuento de esos países europeos inexistentes que Hollywood ha utilizado tantas veces, pero que convierten al cine en cuentos que se hacen realidad. Elsie pasó de ser una chica de coro, que va a cenar gratis, a una estratega capaz de manejar la situación y crecerse con su personaje. Tiene un final predecible, pero es ligera de ver. Si ya la has visto, en estos días puedes recordarla de nuevo, o simplemente puedes tener en tu memoria una bonita historia, interpretada por nuestra anfitriona, que desde aquí le mandamos un maravilloso aplauso, por haber pasado de corista a una gran actriz de la pantalla.
Nuestra admiración y cariño. Otro bis. Desde la Mecedora.
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