Largo y arduo es el camino que conduce del infierno a la luz.

John Milton

Queridos amigos de Todo Es Cine:

Un placer estar con todos vosotros. Comenzamos nuevo mes y, con él, vamos a reflexionar sobre una película emblemática, El milagro de Ana Sullivan (1962, Arthur Penn).

Imagen de “El milagro de Ana Sullivan” 1962 © Playfilm Productions. Todos los derechos reservados.

La historia nos lleva a un hogar donde unos padres angustiados ven en su cunita a su hija Helen. La niña está muy enferma y el doctor les ha puesto en lo peor. La madre, Kate (Inga Swenson), no quiere oírlo, solo quiere que su bebé se cure. Como si de un milagro se tratase, la niña sale esa noche de su estado crítico, pero mientras el padre, el capitán Keller (Victor Jory) despide al doctor, la madre es consciente de la pérdida de audición y de vista de la pequeña. Ante los estímulos que ella le proporciona, la niña no reacciona. Su alarido deja perplejo al padre, quien entra de inmediato en la habitación. La niña va creciendo (Patty Duke) y, en esa cárcel que es vivir dentro de su cuerpo, no se puede comunicar con los suyos. El amor incondicional de su madre permite que haga todo aquello que quiere y puede, pero esto hace emerger algunos conflictos.

Imagen de “El milagro de Ana Sullivan” 1962 © Playfilm Productions. Todos los derechos reservados.

La familia se reúne en torno a la mesa. La tía Ev (Kathleen Comegys) les visita y, junto al hermanastro de Helen, un chico adulto, se queja de su mal comportamiento, ya que no pueden ni dialogar. Otro nuevo bebé llega a la familia y la Helen, sin darse cuenta, pone en peligro su integridad física. En ese debate familiar en el comedor, el capitán Keller llega a la conclusión de que es necesario contratar a una profesora que ayude o cuide a la pequeña. Se pone en contacto con Annie Sullivan (Anne Bancroft), una mujer con graves problemas de vista cuya infancia ha estado marcada por las instituciones. Vivió con su hermano pequeño, al que ella cuidaba, pero, al ser huérfanos, y al estar ella enferma, acabó en la Escuela Perkins para Ciegos, un lugar donde fue tratada al fin como un ser humano. Fue operada nueve veces y, aunque necesita gafas oscuras porque el sol y la luz le dañan la vista, pudo instruirse y salir de toda aquella tragedia.

Imagen de “El milagro de Ana Sullivan” 1962 © Playfilm Productions. Todos los derechos reservados.

Pero sus recuerdos le llevan a momentos difíciles y, ahora, con ese nuevo trabajo, puede brindar a sus alumnos lo que a ella le devolvieron: la humanidad. Un viaje largo de extremo a extremo del país le lleva a la casa de los Keller. Allí se encuentra con un sinfín de dificultades. El amor ferviente de los padres hacia su hija, unido a la pena que sienten por ella, hacen que no consientan los métodos de Annie para llegar a Helen, pero es más fuerte el ánimo de Annie de llegar al epicentro donde se encuentra encerrada la pequeña, que toda la oposición que encuentra.

Imagen de “El milagro de Ana Sullivan” 1962 © Playfilm Productions. Todos los derechos reservados.

Las peleas, los gritos y las malas formas desquician al capitán Keller, lo que desemboca que quiera echar de casa a la profesora Sullivan. Pero aquí empieza una gran aventura, y esta es para vosotros.

Imagen de “El milagro de Ana Sullivan” 1962 © Playfilm Productions. Todos los derechos reservados.

La película está basada en hechos reales y ha obtenido numerosos galardones y reconocimientos, entre ellos el Oscar a la Mejor actriz protagonista (Bancroft) y a la Mejor actriz de reparto (Duke). Es una historia real y, como tal, también ejemplifica la vida de muchas personas reales, gente que no puede socializarse, que no ven y no pueden imitar e integrarse, o que no oyen para poder aprender a hablar. Los signos en la piel, ese contacto con otro sentido tan importante, es el que abre el camino. También el amor de los padres, pero, sobre todo, la fortaleza de quien enseña el camino, una tarea realmente encomiable.

Por eso, largo y arduo es el camino que conduce del infierno a la luz.

Con todo el cariño, feliz junio desde La Mecedora.

2 comentarios

  1. Teo Calderón 1 junio, 2020 at 9:35 am

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    En su día, consideré esta película el ejercicio de presentación de un joven director que desea cimentar su prestigio como nuevo valor en alza y demostrar a la industria, al público y a la crítica de lo que era capaz contando con un guión artificiero, un escaso presupuesto y un par de buenas actrices. El resultado fue una cinta definida por un tono narrativo algo histérico, con números de noqueante fuerza, pero, en cualquier caso, formalmente brillante. Sin embargo, los mejores trabajos de Arthur Penn estaban aún por llegar.

    • La Firma 3 junio, 2020 at 7:01 am

      Responder

      Efectivamente, lo mejor de Arthur Penn estaba por llegar, no obstante, la fuerza de esta película la convierte en una cinta de primer nivel.

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