el ente

Tras varias películas repletas de crímenes, matanzas y todo tipo de tropelías, ya era hora de encontrar una película de terror donde está presente el amor. Bueno, realmente no se por qué digo amor cuando quiero decir sexo; en concreto, sexo con algo sobrenatural: sexo con El Ente. Este clásico del cine de terror rememora el mito de íncubos y súcubos (entes sobrenaturales que mantenían relaciones sexuales con seres humanos) adaptándolo a un hecho real ocurrido en EE.UU. en la década de los setenta.

Esta vinculación a un hecho real es el primer elemento clave del filme, haciéndonos pensar que, lo que en la película le acontece a Carla Moran, interpretada por una gran Barbara Hershey, le ocurrió realmente a otra mujer y podría ocurrirle a cualquiera de los espectadores, situación que genera una cierta empatía con la protagonista; una mujer que, nada más comenzar la película y sin apenas descorchar su perfil, ha sufrido la primera violación del ente.

Tras haberla estigmatizado con esa violación, el director traza un perfil más profundo de Carla Morán, presentándola como una mujer sola, sin un apoyo masculino estable a su lado, ya que su pareja se encuentra lejos por motivos de trabajo. Para colmo, se vislumbran ciertos deslices y malas experiencias en el pasado, con lo que parece relacionarse su anterior vida disoluta con el presente castigo infligido por el ente. Una idea punitiva que coquetea con el pensamiento machista de la época según el cual una mujer, para estar protegida, debía tener a un hombre a su lado. Una intuición machista que alcanza la categoría de seguridad tras la reunión de unos doctores que, después de sesudas deliberaciones, llegan a la gran conclusión de que Carla Moran monta esos saraos y violaciones virtuales porque la entran calentones por la falta de sexo y quiere masturbarse a lo bestia, aunque ella no lo sepa.

Poco a poco, el sufrido planteamiento de la protagonista va ganando en dramatismo ya que, tras esa primera violación, Carla pasa por la incredulidad de la gente, un accidente de coche provocado por el ente y toda una serie de abusos sexuales que terminan por hacerla asimilar e interiorizar que esa presencia la domina y puede hacer con ella lo que quiera. Este proceso de sufrimiento interior está muy bien reflejado por Barbara Hershey, mostrándonos cómo Carla Moran empieza a volverse loca, debatiéndose en su interior entre la colaboración o no con la bestia y un fuerte orgullo que no alcanza a comprender cómo la gente no cree su testimonio.

Precisamente con Barbara Hershey encontramos el gran acierto del casting, una protagonista absoluta y guía conductora de la película con una gran interpretación. A la sombra de esta estrella se encuentra el resto del reparto, con un grupo de actores que, sin excesivas florituras, cumplen con su papel reflejando los múltiples estereotipos americanos de los años setenta: el hijo mayor de madre soltera, el matrimonio cincuentón, el doctor madurito interesante… Un catálogo de estereotipos con el que colabora la estética de la película, mitad estilo ‘seventys’, mitad estilo telefilme de Antena 3 los domingos a las 15:30; esos preciosos telefilmes que resultan tan útiles para echarse una siesta tranquilamente.

Afortunadamente, El Ente no reflejó está faceta siesta, manteniéndonos en todo momento en alerta por esa entidad amenazadora e invisible, cuya presencia se ve multiplicada y agravada por la banda sonora de la película, especialmente inquietante y tenaz cuando el ente va a manifestarse. Para ello se usó un sonido machacón y frenético, que perturba y amedrenta al espectador, haciendo que reaccione con sobresalto en cuanto suenan los primeros acordes de esa sintonía.

Un sobresalto muy bien mantenido a lo largo de la  película pero que queda un tanto difuso en el final. De hecho, podría decirse que El ente no tiene final, ya que la historia se queda en el aire sin una clara resolución tras el melodramático intento del director de cerrar la película con un remix entre Cazafantasmas y Gran Hermano. Una mezcla fifty-fifty entre un mega experimento con helio líquido que nos recuerda al ectoplasma y a ese simpático Moquete y una casa llena de cámaras donde todo se ve. Sólo falta Mercedes Milá desde la sala de control hablando de Gran Hermano como experimento sociológico y diciendo “Carla Moran, estás nominada”. Bueno, aún podría ser mejor si ella le hubiera respondido “¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?”.

Autor: Ángel Luis García

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