Han llegado muy lejos y parecen no saberlo. Sus expresiones de asombro y su humilde cercanía demuestran que estos dos guionistas jóvenes y perspicaces no han asimilado todavía las mieles del éxito. La crítica se ha rendido a sus pies ante el nacimiento de su ópera prima, La habitación de Fermat, un rompedor y revolucionario proyecto cinematográfico que ha conseguido colocar al cine patrio en una innovadora y refrescante posición indie, al tiempo que con su frescura y transnacionalidad ha logrado convertirse en una inversión más que rentable para su, a priori, descreído productor. El motivo por el que estos dos realizadores de estreno, Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, se han imbuido en el enigmático y claustrofóbico mundo del suspense cinematográfico, a pesar de su paradójica y extensa trayectoria en la comedia televisiva, lo explican con una candidez que les libera del engreimiento y prepotencia de los que adolecen la mayor parte de los profesionales del medio. Ellos son así, ingeniosos e ingenuos, tanto delante como detrás de las cámaras. Esperemos que los presumibles –y esperables- laureles futuros no logren desvanecer, ni un ápice, la gentileza y proximidad que estos dos treintañeros de éxito, que rehúsan ser tratados de usted, consiguen transmitir a sus interlocutores. Sería una pérdida que, a ciencia cierta, ni la mejor magia podría enmendar.
Lucía Tello Díaz.- Tienes fama –a Luis Piedrahita- de ser el “rey de las cosas pequeñas” y, en realidad, hacer una película da al traste con esta teoría que te precede. ¿Cómo se os ocurrió embarcaros en un proyecto de estas dimensiones?
Luis Piedrahita.- La verdad es que los monólogos siempre los he hecho sobre cosas pequeñas, por buscar un estilo; la magia siempre la he hecho con pequeños objetos, y esta película, aunque sea más grande, está hecha sobre una habitación pequeña… Así que algo hay ahí, algo se mantiene.
LTD.- Pero siempre habíais estado en televisión, ¿cómo de repente decidís dar el salto a la gran pantalla?
Rodrigo Sopeña.- Bueno, el cine es una ilusión que uno tiene siempre. Nosotros queríamos hacer una película que pudiera entrarle “por los ojos” a un productor, que dijera “bueno, son sólo cinco personajes dentro de una habitación”. Si hay un productor que no puede levantar eso, es que ya no puede levantar ningún proyecto. Nosotros pensábamos que aunque cinco actores y una habitación era un proyecto con recursos limitados, nuestro trabajo en el guión conseguiría sacarle todo el jugo posible a esos recursos. Por eso hay muchas relaciones entre los personajes, todos ellos ocultan algo que no quieren contar… Lo que hicimos fue ponerles en una situación de tanta presión, tanto física como psicológica, que se dan cuenta de que tienen que contar la verdad si quieren sobrevivir.
LTD.- Habéis mencionado que vuestra película es modesta y, sin embargo está hecha sobre la base de un gran guión. ¿Cómo combináis ambos recursos?
RS.- Es que, desde el momento en que hay efectos especiales que lo pueden recrear y conseguir todo, el cine cambia. En los años ochenta uno podía ir al cine porque en una película de acción se destruía un edificio, o sucedían cosas muy espectaculares. Ahora, cuando incluso en un anuncio lo podemos ver todo, todo ese avance tecnológico en efectos especiales lleva al público a que valore más el guión. Aunque no debemos olvidar que hay películas como Terminador II que tienen grandes efectos especiales y un grandísimo guión. Es decir, se pueden combinar las dos cosas. Lo triste es cuando haces un buen guión y tienes medios muy por debajo de lo que necesitas. Nosotros hemos hecho una película modesta porque sabíamos que en nuestra primera incursión en el cine íbamos a tener medios modestos, pero hemos tenido la suerte de tener los medios que la película necesita para ser contada, no nos hemos quedado escasos.
LP.- Sí, además es el guión el que levanta una película. Es verdad que los efectos especiales pueden hacerla más grande, pero a veces queda ridículo cuando precisamente sucede lo contrario, cuando hay un mal guión y una película grandilocuente, o lo que es peor, cuando se tienen pocos medios y además un mal guión… Aunque eso claro, no lo recuerda nadie, pero si quieres yo podría hacerte una lista de películas de este tipo.
LTD.- Escribir y dirigir son dos ámbitos distintos ¿por qué, a pesar de la complicación que esto supone, decidisteis escribir el guión y, al mismo tiempo, dirigir La habitación de Fermat?
LP.- En verdad lo ideal sería que quien mejor escribe, escriba; y el que mejor dirige, dirija. Eso pasa mucho en Estados Unidos porque, como el mercado es tan grande, cuando uno escribe lo hace para millones de personas y, cuando uno dirige, lo hace también para millones de personas. Pero aquí en España el mercado funciona de otra manera, de forma más torpe.
RS.- Sí, la figura del director de encargo aquí prácticamente no existe
LP.- Claro, y si quieres que en España dirijan un guión tuyo tienes que llevarlo y espolear el proyecto. Aquí es muy difícil que encuentres a alguien tan ilusionado como tú, que lo has escrito, como para que saquen adelante la historia. Cosa que en Estados Unidos no pasa, allí uno escribe, y luego llega otro súper ilusionado y saca ese guión con la misma fuerza que el que lo escribió.
RS.- En nuestro caso ambos habíamos vendido guiones de largometrajes a productoras. Como guionistas habíamos cumplido; pero claro, ese proyecto se quedaba allí y ¿quién lo iba a dirigir? No había un director que se encargara de leer y dirigir esos guiones, por lo que el proyecto se quedaba encima de la mesa. La verdad es que el director es el único que está desde la primera letra que se escribe hasta que la película se estrena en el último país en que se estrene. Por eso nos embarcamos en dirigirla, porque otros proyectos anteriores que habíamos escrito, no se habían llegado a hacer.
LTD.- Supongo que el hecho de ser dos directores os supondría alguna que otra dificultad añadida, ¿cómo habéis vivido la experiencia de codirigir?
LP.- En verdad ser dos fue para nosotros una ventaja. De hecho, no sabemos cómo hace la gente que dirige sola –ríe-.
LTD.- Esta es una película que me ha gustado mucho, esencialmente, por el hecho de que ambos seáis guionistas. Allen o Wilder, dominan el arte cinematográfico por saber escribir muy bien. Y es que existen dos frases en La habitación de Fermat que resultan apasionantes. La primera no tiene desperdicio: “La presión puede convertir el polvo en carbón o en diamante. -¿Eso es de Arquímedes? -No, de MacGyver”. Esa frase sólo se le podía ocurrir a un buen guionista.
RS.- Lo cierto es que esa frase es de MacGyver de verdad, de la tercera temporada, es más, te diría que del mejor episodio de la tercera temporada, porque la serie tiene una maravillosa primera temporada, una también maravillosa segunda temporada y, en la tercera, empieza a bajar el listón y al final ya hace un invento por capítulo, que eso ya es tremendo. Pero en ese capítulo genial dice esa frase, así que, es de verdad, lo dice MacGyver.
LP.- Además es un capítulo que tiene bastante que ver con La habitación de Fermat, porque habla de un concurso universitario de sistemas de cerrar puertas y no poderlas abrir, y ahí estaba la frase de “la presión es impredecible, puede convertir el polvo en carbón o en diamante”.
LTD.- La segunda frase parece haber nacido con vocación de convertirse en la afamada “Nadie es perfecto”, y es la que dice: “El mundo está como estaba”. Es una afirmación rotunda y muy buena para concluir una película.
RS.-Nosotros hemos hecho una película con un perfil modesto, ya lo hemos dicho, y no queríamos que al final pareciera que habíamos cambiado el mundo con la película. Los cuatro personajes viven una gran aventura, pero el mundo está como estaba, realmente esas personas no pasarán a la historia de la humanidad, han vivido una experiencia que no es positiva, no han vivido algo épico como los 300. Como dice Luis, “han vivido un fin de semana truncado, un mal rollo”.
LTD.- Alejo Sauras ha mencionado que el rodaje resultó mucho más agotador física y psicológicamente de lo que, en primera instancia, esperaba. ¿También vosotros sentisteis que surgían más inconvenientes de los que habíais imaginado?
RS.- Uno de los mayores inconvenientes que encontramos fue que nosotros pedimos una habitación que disminuyera de verdad, y que fuera implacable. Sabíamos que visualmente la habitación tenía que ser algo mortífero, no podía ser el típico decorado de serie, no, tenía que ser de verdad. Y claro, cuatro paredes móviles, que se mueven realmente, arrastrando trípodes, micrófonos… vamos, toda la cacharrería de cine, pues era muy complicado. Cada vez que hacíamos una nueva toma, había que volver todo atrás: todos los muebles, los focos, todo. Y entonces era complicadísimo, repetir y encima rodando con dos cámaras… Al final la habitación no medía ni tres metros cuadrados, en ella había cuatro actores, quince personas de equipo… Fue muy, muy duro. Pero como la película es angustiosa y la idea es que están sufriendo mucho, todo este sufrimiento está integrado en la trama. Por tanto, se transmite y queda bien.
LTD.- Respecto al género de La habitación de Fermat, ¿cómo definiríais la película?
RS.- Nosotros si tuviéramos un videoclub, la pondríamos en la estantería de misterio, ¿verdad?
LP.- Sí, aunque realmente es una película de acción de interior –ríe-.
LTD.- Lo que es curioso es que, en contra de la regla general, en vuestra película no hay exceso de vísceras y sangre…
RS.- Sí, es cierto. Ahora, hay muchas películas de terror más psicológico, en la línea de Seven, pero que también tienen sangre. Lo raro es una película como la nuestra, en la que no hay una gota de sangre. Lo que causa mal efecto es darle al espectador lo mismo siempre. Si estás viendo efectos especiales en televisión, en los anuncios y en todas partes, pues te apetece ir al cine a ver algo distinto, que no sea lo típico.
LTD.- Otra pregunta de casi obligada realización, es el hecho de que eligiérais como protagonistas a matemáticos, ¿por qué esa elección?
LP.- Realmente nosotros somos de letras puras, pero las matemáticas no son importantes en la película, son como una excusa. Los personajes son matemáticos pero no hace falta saber matemáticas para entender la película. Es como si para entender los Simpson hubiera que saber de física nuclear: pues no, Homer trabaja en una central pero no hay que saber nada de física nuclear para ver los Simpson –ríe-. En este caso, las matemáticas sólo son la profesión de estos señores. Además, los enigmas que se plantean no son matemáticos, aunque sí lo sean los personajes.
RS.- Los personajes de esta película tienen que pasar de ser muy fríos al principio a muy pasionales al final, y eso es un elemento común a los matemáticos, sobre todo a los grandes que han pasado a la historia, pues muchos eran muy disciplinados pero también tenían vidas muy tormentosas. Esa es una de las razones por las que escogimos esa profesión, realmente nos fascinó el personaje del matemático para utilizarlo en nuestra película
LTD.- Ahora una pregunta para cada uno… A ti Luis, después de haberte visto cosechando éxitos y sonrisas desde que te iniciaras en El club de la Comedia con tus “galletas de arena”, parece que las perspectivas profesionales que en principio se te habían atribuido, han variado sustancialmente ¿cómo ves tu futuro en este momento?
LP.- Pues creo que el truco está en hacer lo que te apetezca siempre. El humor es para mí una actitud ante la vida, algo que siempre me ha gustado hacer y que es un buen ingrediente para cualquier otro tipo de historias. De hecho, en La habitación de Fermat hay tres momentos de humor que funcionan muy bien dentro de una película de suspense. Si hubiéramos hecho una comedia y sólo hubiera esos tres momentos de humor, sería un fracaso –ríe-. La magia es una afición que me gusta, que la practico y que la haré a mis amigos y a los que estén ahí, pero no soy mago profesional en absoluto. Y el cine es algo en lo que veo que hay tanto que aprender, y tantas posibilidades, que habrá que tirar por ahí… Pero nunca dejar de hacer televisión. Eso lo comentamos mucho Rodrigo y yo. Y es mucha gente piensa que el cine es primera división y la tele es segunda división, pero no. Son deportes distintos. En televisión puedes enseñar cosas que no podrías hacer en el cine, por ejemplo, el programa de magia que dirigimos Rodrigo, Jorge Blas y yo; no podríamos hacerlo en cine, porque pasaría a ser ficción. Hay cosas que sólo se pueden hacer en televisión y nosotros no tenemos pensado dejarla. Sí seguiremos haciendo cine, porque, como he dicho, hay mucho que aprender y muchas posibilidades.
LTD.- Y a ti Rodrigo, como asturiano que eres, ¿cómo ves los medios audiovisuales y la industria cinematográfica en Asturias? Porque en Galicia, de donde es Luis Piedrahita, sí existe una plataforma cinematográfica con bastante robustez.
RS.- Pues me has hecho una pregunta absolutamente objetiva –ríe-, aunque no creo que pueda contestarla correctamente porque yo nunca he trabajado en Asturias, aunque el hecho de que yo nunca haya trabajado allí seguramente responda a tu pregunta –ríe de nuevo-. Siempre he trabajado en Madrid y, lo que sí veo, es que ahora mismo Asturias está en muchas pantallas, de distintas formas: desde La torre de Suso hasta la última película de Garci –Luz de domingo-, que se estrena al mismo tiempo que la nuestra, está Woody Allen rodando en Oviedo y Avilés, está El Orfanato, rodada en Llanes y en la que el mismo guionista es asturiano… Por lo tanto, yo lo que veo es que de repente, desde que yo me he ido, se han puesto a hacer cine a mis espaldas –ríe-. Nosotros vivimos en Madrid, donde sí que hay recursos, medios y de todo, y sin embargo la película se ha hecho en Barcelona porque hay dos actores catalanes, el interés de una cadena como TV3 y bueno, todo se podía hacer allí cómodamente. Así que al final, las cosas se acaban haciendo en el sitio donde más facilidades te dan y donde todo resulta más cómodo.
LTD.- Finalmente, ¿qué esperáis que encuentren los espectadores al acudir a ver La habitación de Fermat?
RS.- Pues en verdad, queremos que durante hora y media los espectadores se entretengan, se involucren en los enigmas y en los juegos de ingenio y, por supuesto, que lo pasen bien.
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