El amor es ciego, pero no es ni sordo ni mudo.

Émile Vuillermoz

Queridos amigos de Todo Es Cine:

Un placer volver a estar con todos vosotros. Como cada mes, en nuestra revista os traemos un especial, en esta ocasión nos hemos decantado por el cine japonés y, por ello, os voy a hablar de una película de 1953, Cuentos de Tokio, de Yasujirō Ozu.

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

La historia nos lleva a una pequeña localidad, Onomichi, donde los Hirayama, una pareja de ancianos, se van a ver a sus hijos a la gran ciudad; las expectativas y la incertidumbre hacen que el viaje sea una verdadera aventura. Cuando llegan se encuentran con otra forma de vida totalmente distinta a la suya y a la de la familia que ellos habían criado; sus hijos tienen sus propio núcleo donde los nietos ya son de otra manera, express vpn incluso sus propios hijos ya no parecen (ni se parecen) a quienes eran. Pero Tomi (Chieko Higashiyama) y Shukichi (Chishû Ryû) intentan adaptarse y aclimatarse en todos los sentidos, al calor, a las costumbres. En ellos no hay más que amor y admiración por lo lejos que han llegado sus vástagos. Entre su hijo médico y su hija se van pasando a sus padres como si se tratase de algo pesado, algo de lo que uno debe hacerse cargo.

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

Su nuera Noriko (Setsuko Hara), viuda de su hijo, será quien intente llenar esa soledad, la de un marido que murió en la II Guerra Mundial y que se encarna en sus padres; ella quiere hacerse cargo de ellos, aunque sus suegros le recuerdan que debe rehacer su vida.

Es una película tranquila, aunque la situación del matrimonio Hirayama genera un cierto o incierto malestar, quizá porque los espectadores no vemos tan bien el entorno como  Tomi y Shukichi pretenden entenderlo. Es un clásico y, tanto para quienes conozcáis la película como para quienes todavía no la hayáis visto, os la aconsejo. El final, como siempre, es para vosotros.

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

Fotograma de Cuentos de Tokio – Copyright © 1953 Shôchiku Eiga, todos los derechos reservados

Quisiera añadir una reflexión acerca de esta película. Lo primero, confirmar lo maravillosa que es, tanto en sus diálogos como en su puesta en escena. El director nos deja planos tomados a pie de suelo, como si estuviéramos sentados con ellos y haciéndonos partícipes en todo momento de la historia. Por eso es fácil meterse en ella y contemplar lo que Tomi y Shukichi ven y sienten. En lo referente a las personas mayores, a los padres, aunque hayan pasado muchos años desde el estreno de Cuentos de Tokio, su realidad sigue vigente. Hay cosas importantes que el ser humano ha dejado de lado, quizá por vivir en grandes ciudades y estar todos tan estresados, y es dejar aparcados tanto a los niños como a los ancianos, pues no se puede con todo. Quizá esta reflexión y esta película hagan que, en cada uno de nosotros, surja un pequeño cambio, hacernos volver a ser más humanos y vivir todos la parte de la vida que nos corresponde sin dejar atrás a los que nos importan, nuestros padres y nuestros hijos.

Por eso, como reza la máxima: “el amor es ciego, pero no es sordo ni mudo”.

Con todo el cariño, felices vacaciones a quienes las estéis disfrutando, y feliz verano para todos, desde la Mecedora.

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