El amor es, por encima de todo, la donación de uno mismo
Jean Anouilh
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy me gustaría hablaros de dos películas que, aunque nos parezcan algo retrógradas en el tiempo, pueden permitirnos reflexionar sobre ellas, incluso cuando aparentemente no tengan nada en común. Se trata de La letra escarlata y Soltera y madre en la vida. La primera de ellas es La letra escarlata (1995, Roland Joffé), basada en la novela que Nathaniel Hawthorne publica en 1850. La historia nos lleva a 1666, a los comienzos de las colonias que llegan de la vieja Europa a un nuevo continente lleno de esperanzas, Ámerica del Norte. En la colonia de la bahía de Massachusetts, se instala Hester Prynne (Demi Moore), una mujer joven, emprendedora y vital, casada con Roger Chillingworth (Robert Duvall), un médico mucho mayor que ella. Hester viaja antes que Roger para instalarse en la nueva localidad, donde es respetada. Aunque es una mujer piadosa, no se comporta como una fanática o una supersticiosa; junto a ella va Mituba, una chica muda, quien ayuda a Hester a ir preparando su casa. En la colonia aparece el reverendo Arthur Dimmesdale (Gary Oldman), quien pronto se hace amigo de Hester al descubrir en ella una mujer culta y amante de la lectura.
Imagen de La letra escarlata, © 1995 Allied Stars Ltd., Cinergi Pictures Entertainment, Hollywood Pictures, Lightmotive y Moving Pictures. Distribuida en España por Lauren Film. Todos los derechos reservados |
Cuando el marido de Hester emprende su viaje, el barco en el que viaja naufraga, y aunque aparecen decenas de cadáveres, el cuerpo de Roger es dado por desaparecido. Aunque llega a oídos de la comunidad que ha muerto, al no aparecer el cuerpo, Hester debe esperar diez años para rehacer su vida. Pero Hester cae embarazada del reverendo Dimmesdale, siendo llevada, como si de una bruja se tratara, a un calabozo hasta que dé a luz a su hija. Allí será juzgada y, como decide no revelar el nombre del padre de su bebé, es castigada de manera ejemplar para que no se olvide de lo que ha hecho, y no lo olvide nadie: en su pecho llevará una letra escarlata. Lejos de hacer que a Hester le afecte la mofa de todos, hace que ella todavía se vea más reafirmada en el amor que profesa al padre de su hija.
Imagen de La letra escarlata, © 1995 Allied Stars Ltd., Cinergi Pictures Entertainment, Hollywood Pictures, Lightmotive y Moving Pictures. Distribuida en España por Lauren Film. Todos los derechos reservados |
Al mismo tiempo, descubrimos que el marido de Hester no había muerto en el naufragio, sino que por el contrario, había sido llevado por un poblado indio donde es hecho prisionero. Desde allí Roger maquinará cómo poder escapar y, una vez en la colonia, y al descubrir el estado de su mujer, decidirá descubrir quién es el autor de semejante “fechoría”. El final os lo dejo para vosotros, aunque sé que os va a gustar.
La otra película que os propongo es Soltera y madre en la vida (1969, Javier Aguirre), en la que se narra la historia de Julita (Lina Morgan), una chica enamorada de su novio Paco (Alfredo Landa), y que también se queda embarazada fuera de los cauces de la moral de la época. Pensad que se trata de los años sesenta del siglo XX, es decir, muchos años habían pasado desde la historia anterior. Pero Julita también va a tener un bebé, y cuando se lo dice a Paco, él se desentiende de la situación, y hasta su propio padre, don Ramiro (Manolo Gómez Bur), la deja abandonada por no querer decir el nombre de quien le ha hecho tanto “daño” a su honor. Julita se ve abocada a huir de su casa y de la gente que, con su dedo acusador, le hacen sentirse la peor persona del mundo. Se va de casa y, como casi todas las soluciones de la época, “una vez has pecado, pecado para siempre”, por lo que va en busca de ayuda a casa de una amiga, quien trabaja en un club.
Imagen de Soltera y madre en la vida, © 1969 Ágata Films. Distribuido en España por Divisa Home Video (2003-2013) (DVD). Todos los derechos reservados |
Es interesante ver cómo pasa el tiempo y ver los mismos problemas de una y otra manera, pero que al final desemboca en la misma situación, ese dedo que acusa no se da cuenta de que el que emplea el índice para apuntar a otra persona, tiene otros tres dedos que le apuntarán a él. Es algo que todos deberíamos plantearnos antes de hacer daño.
La mujer nunca lo tuvo fácil, y como este mes que ahora acaba ha sido el mes de la mujer, mandemos un gran aplauso a las grandes mujeres que, por dar vida, y a pesar de jugarse la suya, han dado todo el amor del mundo.
Creo que tanto si no habéis visto las películas, como si lo habéis hecho, os va a resultar muy reconfortante hacerlo, pues una buena forma de hacerse cargo de las circunstancias es a través de la experiencia vicaria; y para ello el cine está ahí, como un periodista que enseña todos y cada uno de los momentos tan especiales de la vida y el sufrimiento de la gente. Y hoy en especial, con los casos de esas dos mujeres que enseguida se les apoda de “descarriadas”.
Encarrilemos nuestros pensamientos retrógrados y, por lo menos, dejemos de poner letras escarlatas encima de las personas.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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