Título original: Dolor y gloria. Año: 2019. Duración: 108 minutos. País: España. Dirección: Pedro Almodóvar. Guion: Pedro Almodóvar. Música: Alberto Iglesias. Fotografía: José Luis Alcaine. Reparto: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Asier Etxeandia, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo. Producción: El Deseo. Distribución: Sony Pictures Entertainment (SPE). Fecha de estreno en España: 22 de marzo de 2019.
Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los ‘cómos’.
Friedrich Nietzsche
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy os voy a hablar de uno de los mayores estrenos de este año, Dolor y gloria, la nueva película de Pedro Almodóvar. La historia comienza en una piscina, bajo cuyas aguas Salvador Mallo (Antonio Banderas) va revelando sus cicatrices.
Salvador es director de cine, a pesar de que lleva recluido en su casa una larga temporada, ya que sus dolores le impiden mantener una vida social acorde con su condición. Un día se reencuentra con Zulema (Cecilia Roth), y hablan de Sabor, la película que rodó hace treinta años, y de la que salió a mal con su actor protagonista, Alberto Crespo (Asier Etxeandía), pues no interpretó el papel como Salvador quería, pero que, con los años, al volver a visualizarla, comprende que Alberto no hizo un mal trabajo.
Por ello pide a Zulema que le dé la dirección y el teléfono de Alberto, para reencontrarse con él después de tres décadas sin hablarse. Zulema no solo le da su dirección, sino que le ofrece su propio teléfono para poder verse alguna vez, si Salvador decide salir de su reclusión.
En esa agua donde el director se sumerge, Salvador recuerda el agua de su pueblo, el río donde su madre Jacinta (Penélope Cruz), junto con otras mujeres jóvenes del pueblo, iba a lavar la ropa mientras cantaban canciones que él aprendía; miraba con admiración el buen humor que, a pesar de la tarea, las mujeres iban desplegando, a la par que colocaban en el verde a secar las sábanas y la ropa.
Por fin se reencuentra con Alberto, a quien propone presentar Sabor en un pase de la Filmoteca, a pesar de que Alberto seguía enfadado con él. Toman un té juntos y, tras ‘un chino de la paz’, Salvador consigue descansar tras días y días sin dormir. La causa es el dolor, ese dolor que Salvador narra, con una gran cantidad de problemas crónicos que no le dejan disfrutar de su vida. Por ello su casa es su único reducto, donde se resguarda con sus libros y con sus recuerdos. Las sustancias que le proporciona Alberto le hacen dormir, regresar al pasado, verse con su madre en una estación esperando la mañana, arropados con las colchas que ella llevaba en la mudanza, y comiendo pan con chocolate; pero Salvador ve cada encuentro con su madre y su infancia como una liberación; volver a aquellos tiempos, amargos por la pobreza y la necesidad, pero llenos de amor le reconfortan.
El despertar le devuelve a la realidad, y se despide de Alberto para regresar a su casa. Le ofrece un texto que Salvador había escrito en el que relata su primer amor, y Alberto lo lleva al teatro. Una noche, durante una representación, a pesar de que se interpreta de manera anónima, uno de los espectadores de la obra, Federico (Leonardo Sbaraglia), se ve reflejado en las palabras que relata Alberto, y por ello decide hablar con él en su camerino. Federico fue el gran amor de Salvador, y esa misma noche aparece en su casa. Y la historia, como siempre, es para vosotros.
Dolor y gloria, escrita y dirigida por Pedro Almodóvar, es una suerte de catarsis, la enseñanza de una realidad dicotómica, la cara y la cruz de la misma moneda, de la vida, en la que se debe luchar entre el dolor y la gloria. Al igual que el auriga de Platón, está ese caballo fuerte que conduce al éxito, y ese otro que es un lastre y al que hay que conducirlo; es la fuerza del auriga el que consigue llevar a ambos a la meta.
Esa ha sido la lucha de Salvador, pero no solo eso, en su vida está su madre, una persona que le quería y que le ayudaba, que no deseaba para su hijo, de altas capacidades, un futuro oscuro. Ella supo entender sus aspiraciones y, al igual que en Qué bello es vivir, donde George le ofrecía a Mary la luna, en Dolor y gloria Jacinta le ofrece a Salvador las estrellas. Ella entendió que un hijo así no podía conformarse con lo que la pobreza le traería como destino. Tampoco podemos olvidar otro elemento fundamental, el CINE, ese cine con mayúsculas, el lugar preferido de Salvador, donde tantas generaciones han crecido y al que debemos tanto.
Por eso, aquel que tiene un porqué para vivir, se puede enfrentar a todos los cómos.
Con todo el cariño, desde La Mecedora.
Deja un comentario