Cuatro personajes bajo un sol abrasador; la exhuberancia de Italia fundida con la sensualidad de sus cuerpos. Desinhibición, respiro y después tensión. Luca Guadagnino toma como base La playa (1969) de Jacques Deray, para dar forma a sus más personales pulsiones, derrochando talento visual y nervio creativo al proponer un juego violento construido con total impunidad. Y todo ello lo hace aliado con las referencias artísticas de la obra de David Hockney, haciendo girar la vida de estas cuatro almas en torno, y sobre todo en el interior, de una piscina. No en vano, recordemos que el título original, A bigger Splash, es asimismo uno de los grandes iconos del arte de Hockney.
Marianne (Tilda Swinton) es una estrella del rock mundialmente célebre. Aquejada de una repentina afonía, debe ser operada de urgencia y mantenerse semanas en silencio. Para hacer más llevadero su retiro, la cantante se refugia en Panteralia (Italia) con su marido Paul (Matthias Schoenaerts), un cineasta en plena rehabilitación por su adicción al alcohol. A pesar de que los presupuestos emocionales del verano parecen desalentadores (convaleciente ella, convaleciente él), Paul y Marianne consiguen un equilibrio perfecto basado en la desnudez, la sensualidad de las calas, el goce en todas sus dimensiones y el silencio, el completo silencio.
Pero ese mar en calma entra en ebullición cuando Harry (Ralph Fiennes), productor y ex pareja de Marianne, les advierte de que está a punto de aterrizar en Panteralia. La paz estival de la pareja se verá entonces quebrada por el torbellino exaltado de Harry, todo él desbordante, lenguaraz y carnal. Junto al productor viajará su hija Penélope (Dakota Johnson), una joven soberbia que, hasta entonces, había sido el menor de los problemas para Harry.
Dispuestas así las cartas, comienzan a jugar. La excesiva intimidad de Marianne y Harry minan el tenue equilibrio de Paul, quien debe redoblar sus esfuerzos por tener bajo control su adicción, mientras evita caer rendido ante Penélope. Marianne, sepultada bajo su silencio, deberá demostrar a Paul que sigue siendo la misma, mientras la tentación sitúa frente a su realidad a un Harry desatado y exasperantemente atractivo. Será Penélope, con su afectada indiferencia, quien parezca tener controlada una situación que ella misma rebasa y completa.
Nada se puede decir de Cegados por el sol salvo que es soberbia. Y lo es por muy diversas razones, no necesariamente coherentes entre sí. Las interpretaciones de una Tilda Swinton comedida y un excesivo Ralph Fiennes constituyen el eje de su atractivo, siendo una de las tantas paradojas que seducen en este filme. El embiste de él ante el cariño sincero de ella se traduce en constantes desencuentros en la interpretación de las señales de afecto. Se besan, se acarician, se conocen, pero se rechazan. Al contrario sucederá con el marido de la cantante y Penélope, quienes sin conocerse ni apreciarse, sucumbirán ante el evidente atractivo de una revancha por sus propios pecados.
Película complicada y extremadamente sensual de Luca Guadagnino, el aclamado director de Call me by your name (2017) y la controvertida Suspiria (2018) nos brinda la posibilidad de ver, quizá por vez primera, a un Ralph Fiennes fuera de sí, amén de desnudo en todos los sentidos, que arrastra al espectador hacia un laberinto desenfrenado; por su parte, la mudez de Tilda Swinton solo es excusa para demostrar su potencia actoral, comunicando con su expresión conmiserativa y pausada tanto o más que el resto del elenco.
La capacidad técnica de Guadagnino, tan semejante en esta cinta al estilo visual de Olivier Assayas, combinado con ciertos rasgos erotómanos de Paolo Sorrentino, convierten esta película en un ejercicio esteticista de voyeurismo y desasosiego, en el que los personajes se encuentran siempre bloqueados por objetos, encuadres imposibles y conversaciones entrecortadas.
Una película deudora de Rossellini y de otros tantos maestros en el retrato del amor imposible y del verano agónico, que acallan la paz para dar paso a los instintos más primarios, sin perder la compostura de una estampa de David Hockney.
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