Dirección: Clint Eastwood.
País: USA.
Año: 2006.
Duración: 140 min.
Género: Drama bélico.
Interpretación: Ken Watanabe (general Tadamichi Kuribayashi), Kazunari Ninomiya (Saigo), Tsuyoshi Ihara (barón Nishi), Ryo Kase (Shimizu), Shidou Nakamura (teniente Ito), Nae (Hanako), Hiroshi Watanabe (teniente Fujita), Takumi Bando (capitán Tanida), Yuki Matsuzaki (Nozaki).
Estreno en USA: 12 Enero 2007.
Estreno en España: 16 Febrero 2007.
Al analizar Cartas desde Iwo Jima es completamente necesario tener en cuenta a su filme complementario, Banderas de Nuestros Padres junto con la que forma un sólido binomio antibelicista, que muestra el lado más humano de los dos bandos combatientes. Rotundamente fuera de cualquier implicación política, Eastwood trata de demostrar que en una guerra como aquella no hay bando de los buenos y bando de los malos. Todo es relativo, los que son malos para unos lo son buenos para otros, y viceversa. Trata de impregnarnos del clima de agonía que los protagonistas vivieron en sus días, de cómo lucharon por evitar el anonimato de sus vidas. Cabría preguntarse si el ánimo de Eastwood no sería abrir un poco los ojos a cierto sector del público estadounidense, o generalizando más, del público occidental a través de una buena dosis objetividad (hablando exclusivamente de Cartas desde Iwo Jima).Vincular a nivel personal las historias de un grupos de soldados en un misión suicida en la isla de Iwo Jima resulta tarea ardua. Usar las cartas encontradas medio siglo después por unos excavadores para trasladar nuestras mentes al pasado es una herramienta ideal. Así, a través de las misivas que los protagonistas envían a sus familias, sin saber a dónde van a ir a parar éstas, del mismo modo que sus vidas, descubrimos el mundo interior de cada uno. Vemos que no por el hecho de ser soldados implicados en una guerra de tal magnitud carecen de humanidad. Todos tienen familia, seres queridos que esperan con ansia su vuelta. Las cartas empujan el desarrollo de la historia, marcan el ritmo de un camino hacia la muerte asegurada. Frente a la misión suicida, ante el caos y la desesperanza de un batallón condenado a muerte desde que se inicia la batalla en la isla, se erigen las arquetípicas figuras de los héroes, hombres sin los que cualquier historia sobre una guerra no tendría sentido: el capitán Kuribayasi y Nishi, casualmente ambos vinculados con Estados Unidos y conocedores de la cultura del país. Mientas que algunos deciden que morirán no sin haber eliminado a un buen número de soldados estadounidenses, nuestros héroes defienden la vida del individuo por encima del supuesto bien común de Japón. Cuando la vida parece ya no valer nada, hay quien opina lo contrario. Luchar por la victoria del país, sí, pero luchando por salvarse a uno mismo hasta el final. Resulta llamativo que las dos cabezas fundamentales de la defensa de Iwo Jima no aboguen por la lucha irracional una vez que la batalla ya está prácticamente perdida, ya que en Japón el suicidio (no se pude calificar de otra forma) otorga una bendición honorífica a quien lo practica. Vemos el lado más humano de los soldados, se rompe esa imagen de hombres duros sin sentimientos: los vemos llorar, claudicar, cuidar a un soldado enemigo herido, desertar…esto último, un ataque directo al patriotismo que curiosamente es drásticamente castigado a manos del bando enemigo: los japoneses desertores son asesinados por dos despiadados soldados americanos. El personaje Saigo es el representante de todos los jóvenes que fueron enviados a una guerra sin saber cómo empezar a luchar en ella. Se les envió a una guerra sin billete de vuelta, hecho que para los soldados occidentales sería impensable. Se contrapone la visión esperanzadora aún siendo inminente un destino fatal (Occidente) al la visión cruda y realista (Japón). Y todo por la patria. Eastwood trata de hacernos reflexionar sobre hasta qué punto el justificable el sacrificio de vidas humanas al servicio del patriotismo, un exceso del cual afecta a buena parte de la sociedad estadounidense.
Pasando ya a cuestión más tangibles del film, la atmósfera general que Eastwood pretende transmitirnos es realista en su máxima expresión. Pretende que nos traslademos medio siglo atrás, que nos desplacemos hasta la isla de Iwo Jima y observemos lo que allí ocurre cuan soldado in situ. El estilo fotográfico es sobrio y natural, utiliza tonos muy neutros, tonos tierra, tonos verdes, impregnándonos del clima de soledad, abandono, desesperanza que experimentaron aquellos soldados a quienes sus propios compatriotas del ejército abandonaron a su suerte. La abrupta Iwo Jima como último lugar dónde salvar a Japón acaba convirtiéndose en un monumento funerario. La frialdad de la guerra cruza la pantalla y se impregna en la piel del espectador, la agonía y la claustrofobia en el interior de los túneles excavados en la roca volcánica de la isla se apodera de las mentes del público al igual que lo hace con las de los soldados. Como contrapunto al clima de desesperanza está el capitán Kuribayasi y su estrategia, que prolonga la batalla en el tiempo y permite que algunos de los soldados escapen de la misión suicida. Contribuyendo a este clima claustrofóbico está la banda sonora. El papel clave de este elemento resulta obvio. El constante sonido del bombardeo, disparos, aviones, cañones…no permite en ningún momento al espectador evadirse de lo que está viendo, es una realidad que te atrapa, el sonido envuelve y arrastra hacia el interior de la pantalla. Cuando creemos haber alcanzado la tregua en medio de un momento de silencio tranquilizador, de nuevo un sonido ensordecedor intradiegético o del fuera de campo nos devuelve de nuevo a la batalla. No hay descanso. El sufrimiento de los personajes es palpable, se hace nuestro. Por otra parte, la voluntad de concienciación de Eastwood es abiertamente manifiesta. Desde un prisma lo más neutral posible, dentro de lo que su educación y contexto cultural le permiten por su condición de ciudadano de uno de los países protagonistas de la guerra, plasma una realidad dónde ningún extremo es absoluto. Del mismo modo que una madre estadounidense desea que su hijo vuelva cuento antes a casa, una esposa japonesa desea que su esposo vuelva al hogar para conocer a su pequeña hija recién nacida. Este sentimiento de anhelo no entiende de fronteras, una guerra es una tragedia para todos y por igual. Nadie es feliz durante una guerra, todo el mundo tiene algo que perder. El hecho de hacer dos películas, una desde cada bando, y no ofender al contrario de algún modo resulta una tarea difícil, pero que Eastwood resuelve con eficacia, mostrando respeto, delicadeza y una sólida voluntad de fidelidad en relación a los hechos históricos, dado que Cartas de Iwo Jima es el resultado de la adaptación de las memorias del propio capitán Kuribayasi y algunas otras cartas de soldados.
Por: Jana González Cienfuegos
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