Hace no más de cinco años celebrábamos con orgullo y pasión el centenario del nacimiento de algo tan naif para unos y poderoso para otros, como es el cine. Un arte denominado como séptimo, por lograr combinar los seis restantes en sí mismo. Realidad o imaginación, el soñar con lograrlo, ya supone toda una aventura.
El artista francés Georges Méliès, conocido ya por todos, supuso la figura creadora de las primeras piezas de ciencia ficción, gracias a la construcción de lugares fantásticos con trucos de magia, los cuales hicieron posible que el primer viaje a la luna tuviera lugar en 1902. Si resucitáramos su caricaturesco rostro, compondríamos una versión digital cargada de efectos especiales, diseño gráfico y un retoque digital de lo más sublime, con el que atrapar al espectador en ese viaje.
Pero el cine y su magia han discurrido tanto, que con el empleo de la técnica de dibujo sobre fotograma – usada por Georges Méliès a finales del siglo XIX -, un artista más reciente y cercano, como fue Gil Parrondo, logró de nuevo que el sueño se hiciera real, y aquellos decorados de Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago, se convirtieran en arte propio, con cuadros trazados por un pincel, cuya presencia dio pie a espacios en los que sumergirse sin retorno.
Heredero de estos y otros muchos, nos dejaba días atrás una de las figuras más imprescindibles de nuestro cine de ciencia ficción. Ficciones cargadas de explosiones y situaciones imposibles, que gracias a la renuncia del miedo a soñar del maestro Reyes Abades, no solo obtuvo un respetado reconocimiento de premios, sino que para él, cada película supuso un reto completamente nuevo, con el fin de que cualquier efecto pareciera sencillo y en pantalla transmitiera una auténtica ilusión.
Muy sonada ha sido, en estos días tristes, su fama por la preocupación de que los actores no sufrieran peligro alguno al usar los artefactos para los efectos especiales; pero más le honra aún su trabajo y dedicación al revisar su obra y no lograr identificar errores o efectos cutres, tan usuales de ese cine genérico que tanto nos atrapará continuamente como es el de serie B.
Para todos los que amamos y de una u otra forma nos dedicamos al cine, la ciencia ficción supone siempre la ilusión de rodar o hacer algo fuera de la realidad. Ciencia basada en el estudio metódico que busca crear, construir y dar vida a lo meramente iluso. Cualquier explosión, efecto meteorológico o construcción de hoteles eléctricos – Segundo de Chomón y su universo infinito -, supone para el espectador, una puerta a los sueños; y lo que es más importante, lograr vivir durante unas horas la sensación de no tener miedo a la plena libertad.
Pese a su ausencia, su arte perdurará de manera eterna. Gracias por empeñarte en lo imposible, y gracias por convertir lo imposible en real.
D.E.P Reyes Abades.
Vídeo Reyes Abades. Making Of.
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