El buen vino no necesita etiqueta
Proverbio francés

Este proverbio es una forma muy adecuada de empezar, ya que me recuerda a una maravillosa película, El abuelo (1998), dirigida por José Luís Garci e interpretada por Fernando Fernán Gómez, Rafael Alonso y Cayetana Guillén-Cuervo (haciendo gala de la buena saga interpretativa a la que pertenece). En principio, con ese elenco de actores me quedo sin palabras. Mi querido Fernán-Gómez, una persona polifacética, del que se ha dicho todo, pero del que quisiera añadir que, tanto en las comedias de cine de sus inicios con Analía Gadé, como durante toda su trayectoria dramática (véase esta película como ejemplo), nos deja siempre el agradable gusto a “buen vino”, un vino que al igual que Fernán-Gómez con el tiempo se convierte en “joya”.

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Imagen de El abuelo (1998, José Luis Garci), producida por TVE, distribuida por Columbia TriStar Pictures. Todos los derechos reservados.

Rafael Alonso, magistral en su humildad, en su saber estar, es uno de esos magníficos actores que el cine español ha exportado. Un gran aplauso, maestros. La trama nos sitúa en la España de mediados del siglo XX. El Conde Albrit, hombre que ha vivido mucho y bien, llega a un pueblo del norte donde está su nuera con sus dos aparentes nietas. Aquí, como siempre Pérez Galdós, juega a desconcertarnos, dando un giro en el planteamiento de la historia, dejándonos la intriga de las personas que no teniendo prestigio ni más dinero del que se les dio, no saben agradecer la mano que les ayudó. Sin embargo, hay un aspecto clave en el argumento, y es que nos enseña que, con independencia de las clases,  la educación está por encima de todo. Ya en aquella época sorprende cómo Albrit trata a su nuera, cómo descubre que una de sus nietas no es suya, con qué caballerosidad “quijotesca” nos envuelve, creyendo ver a su amada esposa en los ojos de la nieta que no lo era; y cómo acoge  y ama a esa niña.

Albrit se pregunta a menudo por el honor, y se contesta con el amor. Nelly y Dolly le quieren y eso basta.

Con la buena educación, cuántos malos sabores y disputas nos ahorraríamos, o si siguiéramos las pautas que tan acertadamente marcó Rousseau. Con su Emilio o de la educación, ya en 1762 nos anunciaba la necesidad del cambio:

Desconocemos a la infancia y con falsas ideas que de ella tenemos, cuando más avanzamos en su conocimiento, más nos desviamos. Los más juiciosos se afanan en lo que importa a los hombres saber, sin considerar lo que los niños son capaces de aprender; busca siempre el hombre en el niño, sin comprender lo que es antes de ser hombre.

Y como es el mes de la madre, y también sin salirnos de la educación, me gustaría hablar de la película Nunca la olvidaré (1948), dirigida por George Stevens, e interpretada por Irene Dunne.

Es una película antigua, que me dejó pensativa cuando era niña. Me encantaba ver cómo una madre, una señora de clase media-alta, se casa con un hombre de clase obrera. Esa madre, siempre que llegaba el jornal, reunía a toda la familia con una gran dignidad para repartir el dinero que se iba a utilizar. Y siempre repetía lo mismo: “este mes no vamos a tener la necesidad de «usar» los ahorros”. Sus hijos crecieron con la idea, con la seguridad, de tener siempre un respaldo económico.

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Me parece importante cómo, al igual que en El abuelo, esta gente enseña a los niños qué es la dignidad y cómo el honor está en los ojos de uno mismo. Esta madre enseñaba a sus hijos que ser pobre era tan digno y tan estupendo, que nunca tendrían la necesidad de coger la cajita de los ahorros.

La seguridad, la calma, el saber estar y esas pequeñas cosas son las que hacen la vida, sobre todo para las personitas pequeñas, a las que les es difícil entender el mundo que los mayores les fabricamos, hoy en día lleno de “cachivaches”, como se decía en La  sirenita de Disney.

Los juegos, las consolas y cada día más y más, no llenan el corazón ni la vida, ni enseñan a ser humanos. El día de mañana está en las personas que hacen un buen “andamiaje” en su personalidad y sus valores.

Ya sabes, el buen vino también se hace.

Con cariño felicitaciones a todas las madres y en especial a la mía. Desde la mecedora, feliz mes de mayo.

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