Título original: Il dolce e l’amaro
Año: 2007
Género: Dramático
Duración: 98′
Director: Andrea Porporati
Reparto: Luigi Lo Cascio, Donatella Finocchiaro, Fabrizio Gifuni, Ornella Giusto, Toni Gambino, Gaetano Bruno, Pierluigi Misasi, Renato Carpentieri.
Sicilia, inicio de los años ’80. Saro Scordia (Luigi Lo Cascio), tras la muerte de su padre en la cárcel, encuentra cobijo bajo el ala protectora de don Gaetano Butera, mafioso de la zona, que se ocupará de él y de su madre, que poco a poco le irá mostrando el “buen camino” para no vivir en la miseria, para tener mujeres, dinero y respeto. Inicia así su carrera criminal dentro de Cosa Nostra, algún atraco y pequeños encargos que poco a poco le harán ganar la confianza del boss y desatarán la envidia del hijo del mismo que creía ser el sucesor de su padre y comienza a ver como la confianza del progenitor se va desplazando hacia Scordia.
Un día, Saro se enfrentará a la prueba de fuego, aquélla que, de ser superada, garantizará su entrada en Cosa Nostra: asesinar a un hombre. Pero esta muerte no será emocionante, valiente, como la imaginaba Saro. Será una muerte sucia, villana, una muerte sin sentido ni finalidad. Poco a poco, el protagonista irá descubriendo las consecuencias de pertenecer a la organización, y cada día, mientras la muerte se va ciñendo sobre él y sus convicciones se van convirtiendo en añicos, recordará con más frecuencia las palabras que su padre le dijo la última vez que se vieron “Saro, recuerda siempre que en la vida, existe el dulce y el amargo”. En la cinematografía italiana son muchos los largometrajes que hablan de mafia, que intentan explicar un fenómeno tan difuso como estereotipado por la ignorancia. Dentro de la larga lista, digamos que esta cinta resulta aceptable en general y destacable en algunos aspectos.
En cuanto a contenido, fantástico el modo de adentrarse en una mentalidad que naufraga entre dos extremos: entre el miedo y la arrogancia, entre el deber y el carácter, entre el amor y el asesinato, en fin de cuentas, entre la vida y la muerte. Excepcional la narración y descripción de una sociedad que absorbe sin permitir la salida a un joven nacido en Sicilia, en una Sicilia donde el respeto lo es todo, donde el hambre es la que aprieta el gatillo, donde una vez que estás dentro, la salida resulta casi utópica, donde no se ve, no se oye y no se habla. Del otro lado de la moneda, la interpretación de Lo Cascio resulta un tanto floja, la manifestación de una mente atribulada y angustiada queda más patente en sus palabras que a través de su expresividad.
Absolutamente matrícula de honor para la Finnocchiaro que ama en modo absoluto, que se priva del amor por una moral que va más allá de las convenciones y que se niega a aceptar una realidad que le provoca nauseas, capaz de renunciar al amor de su vida por no casarse con un mafioso. En fin, recomendable para conocer una realidad lejana y en la que probablemente se profundiza poco. A coger con pinzas la descripción de una mafia en ocasiones demasiado blanda y más identificada con una banda que con una verdadera organización que se encuentra en la savia de las plantas, bajo las piedras, en todas y cada una de las calles de Palermo.
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