ispansiTítulo original: Ispansi (Españoles)
País: España
Género: Drama
Director: Carlos Iglesias
Guionista: Carlos Iglesias
Productor: Antonio Pérez, Robert Boner
Música : Mario De Benito, Almudena Fonseca
Fotografía: Tote Trenas
Montaje: Miguel Ángel Santamaria
Reparto: Esther Regina (Paula), Carlos Iglesias (Álvaro), Isabelle Stoffel (Luzmila), Eloísa Vargas (Piedad), Isabel Blanco (Rosario)
Distribuidora: Alta Films
Duración: 115 minutos
Fecha de estreno: 04/03/2011

Para quienes saben que el amor, y no la gravedad, es lo que fija los pies al suelo, arriba en las carteleras Ispansi (Españoles), segundo filme de Carlos Iglesias capaz de arrancar una dolorosa reflexión acerca de la vida, la muerte, España y su historia.

Pero no es Ispansi una película al uso dentro de nuestro género bélico, tan escueto, tan documental, tan prototípico en ocasiones, sino que resulta todo un hallazgo en términos de producción, temática, dirección e incluso modus operandi interpretativo. Como todo hijo, el filme representa la fiel imagen de su pater, Carlos Iglesias, profundo, comedido, inteligente, al tiempo que resulta todo un canto al humor, al deseo en tiempos revueltos y a la paradoja de vivir cuando todo se pone en contra y no quedan fuerzas ni para sucumbir y fenecer. Impecablemente relatada por la voz ronca de su realizador, la historia nos imbuye en el éxodo de niños republicanos a la Rusia soviética en pleno fragor de la Segunda Guerra Mundial, contienda que, en este caso, condiciona directa y nada transversalmente a un grupo de voluntarios en la tarea de acompañar a los infantes a su destino en   la URSS. Hambrientos, exhaustos y afectados por las incalculables lacras de la huida in extremis, los niños de la guerra y sus cuidadores harán frente a la supervivencia con una inocencia perdida, con el apocamiento de escapar de una España fraticida, cainita como acertó a llamarla Antonio Machado, y como puntearon Azorín y Unamuno.

Paula (Esther Regina), es la hija menor de una familia aristocrática madrileña, ferviente devota, lánguidamente frustrada y lógicamente consentida quien, por infortunios de la pasión, resulta embarazada. El padre del futuro niño, militar de profesión, se desentiende de su responsabilidad, exponiendo a Paula al escrutinio público, a la deshonra y, en el peor de los casos, al repudio de su propia familia. Estremecida ante la porqueriza de arrabal donde se ve obligada a abortar, entre gritos y bacines repletos de orina, Paula huye con el propósito de alumbrar a su hijo. A la hora del parto, y por intercesión de su párroco, le es arrancado de sus brazos el niño, yendo a parar con otros tantos desafortunados a un orfanato de la capital. Allí acudirá a diario la inadvertida madre cuando el aciago 18 de julio de 1936, comienza la guerra civil. Agrupados con voluntarios, los niños son expatriados a Rusia, en un via crucis que Paula no eludirá. Embarcada en el ferrocarril con identidad falsa, la nueva Paula, llamada ahora Beatriz, comunista y anticlerical, deberá convivir con quienes, hasta el momento, han constituido el bastión enemigo de su falangista familia. Tras kilómetros de convivencia con sus compañeros, en especial el acechante Álvaro (Carlos Iglesias), el tesón, la fortaleza, la camaradería y lealtad de sus acompañantes Rosario (Isabel Blanco), Luzmila (Isabelle Stoffel) y Piedad (Eloísa Vargas), harán que los cimientos labrados tras años de cincelado familiar resulten caducos, y que Paula vaya abriéndose cada vez más a la comprensión y al amor.

Reveladora aunque no amarga, cordial pero no amable, la necesaria Ispansi demuestra que la única vía para la supervivencia pasa irremediablemente por el entendimiento, la humanización del otro, y la superación de estereotipos, prejuicios e ideas vanas. Emocionante como ver a la División Azul salvar a un grupo de comunistas españoles en la estepa rusa, o a Paula revolverse contra su dogmática familia, es saber que existe un conjunto de directores, como en su día Carlos Arévalo con su Rojo y negro, o Edgar Neville y su Frente de Madrid, capaces de abordar el terreno desrregulado de la sinrazón, de los pacientes ingleses que no tienen patria ni barreras, de los personajes fronterizos que no son buenos, ni malos, sino personas.

“Malditos españoles”, repiten una y otra vez durante el metraje toda índole de personajes. Y puede que así sea: perversos quienes pudiendo vivir en paz, siguen prefiriendo la guerra.

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