saw cinco
Título original: Saw 5
Dirección: David Hackl
País:
USA.
Año: 2008.
Duración: 92 min.
Género: Terror.
Reparto: Julie Benz, Tobin Bell, Scott Patterson, Costas Mandylor, Mark Rolston, Betsy Russell Samantha Lemole, Megana Good, Laura Gordon, Greg Bryk, Carlo Rota
Guión: Marcus Dunstan, Patrick Melton
Producción: Mark Burg, Oren Koules
Fotografía: David A. Armstrong
Estreno en España: 14 de Noviembre del 2008.

¡Sssh! Silencio… ¿podéis escucharlo?…”Mon…mon…” … un poco más de silencio… ¡dejad de leer en voz alta!… “Money…money…”…cada vez se escucha más claro… “Money money money… must be funny… in the rich man’s world… money money money… always sunny… in the rich man’s world”. No cabe duda, los productores de la más que esperada Saw 5 están celebrando a pleno pulmón… su falta de originalidad. Pero, ¿acaso les podemos reprochar algo? Cada otoño llega a nuestras carteleras una nueva entrega de la película del horror y la tortura por excelencia; y, tanto en Estados Unidos (55 millones de dólares en un mes) como en Europa, consigue arrasar en la recaudación.

El más que perturbado (¿o visionario?) Jigsaw continúa marcando pautas a sus pupilos para conseguir encaminar a más personas hacia la valoración de su vida y la superación de sus errores. Lástima que en el caso de Jigsaw el precio siempre se marque en… casquería. Esta quinta entrega muestra la ¿última? pieza de este puzzle interminable: el postrero heredero vivo del legado de Jigsaw es Hoffman (Costas Mandylor), uno de los agentes que trabajaban en el caso para acabar con los asesinatos coordinados por “Puzzle” (Tobin Bell). Cuando Hoffman ve peligrar su secreto por la intromisión del agente Strahn (Scott Patterson), decide volver a poner en marcha sus “juegos” para evitar errores.

Parecía no poder tener más extensión la historia que acabó en la cuarta entrega, pero los guionistas no se cansan de demostrarnos (y ya han anunciado sus planes de seguir con una sexta entrega, o sea que lo de no se cansan no es una licencia literaria) que es posible seguir con la genial ocurrencia de John Kramer. Nadie puede negar que la primera entrega fue un rotundo éxito: una película que pese a su bajo presupuesto mostraba una idea original, sorprendente y… maquiavélica. Todo el mundo comenta que las nuevas generaciones viven rodeadas de violencia, que no son conscientes del daño físico o moral que constantemente se repite. Pero gracias a estos films podemos añadir algo más: la gente disfruta a niveles elevadísimos con las experiencias extremas (sobre todo si tan sólo se observa cómo las víctimas son otros), tan extremas que basan la derrota en… una muerte algo más que espantosa.

Pero no puedo criticar tan libremente este comportamiento: yo mismo compro la entrada en taquilla para la quinta entrega y disfruto pensando en qué creativas torturas se mostrarán esta vez. Porque al final es tremendamente divertido cómo alguien puede tan siquiera imaginar tremendos aparatos, o cómo lo único que le echa en cara nuestro tan entrañable Jigsaw a su nuevo pupilo, es que para la hoja de una guillotina debe de usar no un acero cualquiera, sino uno templado (por supuesto mas martensíticamente perfecto). Pese a todo, personalmente prefiero la tercera entrega de la saga Saw, es más sutilmente enrevesada (¿a que sí, Isma?).

Sin dudas lo que consigue hacer que te chirrien los dientes, que tus uñas se quiebren en dos, que no puedas soportar ni un segundo más de película es que esta quinta entrega es simplemente, un amplio tobogán para caer directamente en la sexta parte (tobogán por otra parte, bien empapado en sangre para facilitar la transición). Sólo nos van mostrando cómo el poli bueno va encajando piezas y descubriendo al fiel pupilo de Jigsaw, mientras en otra sala aparte (un poco en plan Diario de Patricia, te muestran la historia con chicha en plató y en la sala insonorizada aparte te enseñan a las pobre víctimas) van matando poco a poco a gente. La verdad, es que las torturas no son excesivamente originales, no tanto en cómo van rodando cabezas, o desmembrando brazos, o licuando cerebros, sino más bien en la moraleja final – ya sabéis, algo como: haz siempre caso a tus padres, no juegues con la dentadura de la abuela, o el perro del vecino no queda bien al horno, ponlo mejor rebozado (evidentemente, no revelaré la parte educativa de la película, os dejo que la veáis) – algo que al principio te parece bastante adecuado para este tipo de película, pero al final acabas descubriendo que a nuestros compañeros Marcus y Patrick se les acaban las ideas.

A la luz de esta película, cabe preguntarse (os aseguro que da tiempo, entre exanguinación y evisceración) ¿es posible que exista alguien como Jigsaw? No me refiero a que haya alguien con su talento (por otro lado muy creativo y con un tremendo trato con la gente) sino más bien, qué tipo de vida podría llevar a alguien a acabar así. Ya con las anteriores películas nos dibujan un boceto del hombre después conocido como Jigsaw: un ex-ingenierio (¿por qué a nadie le sorprende?), con su novia guapísima, y además, descubrimos que Jigsaw iba a ser padre (que por cierto, se supone que el payaso era uno de los futuros juguetes de su hijo… algo que te deja, más que sin palabras, sin aliento…).

Por cierto, en cuanto al reparto de la herencia de nuestro tan querido y  entrañable Jigsaw, me parece que es una escena sacada de una mente tan torturada quizás como los guionistas de la serie “Perdidos”. La ex-mujer de Jigsaw acude al notario, desconsolada por la muerte del que una vez fue su amor, y recibe un cofre como herencia de su difunto marido. Lo abre, se queda soprendida y luego se marcha… muerta de risa y sin que nadie comprenda nada… . ¿Con qué truculenta historia nos vendrán ahora los guionistas? ¿Quizás la mujer retome el trabajo de su difunto y lo primero que hará será cargarse a su pupilo? O, ¿será más bien la nueva y terrible arma de Jigsaw?… Te despiertas un día en tu cama y de repente ves una notita en tu mesilla: “Vamos a jugar un juego”, de camino a tu trabajo no te sientes nada raro, pero al llegar descubres… que tampoco nada se sale de lo normal… y al volver a casa … ¡todo está como siempre! (quizás algo más sucio)… y al abrir la nevera para ponerte la cena aperece uno vestido con una cabeza de jabalí y… te despiertas en una sótano, y al girar la cabeza, provocas una corriente de aire que apaga una vela, un sensor de luz se pone en marcha y  activa un payaso que se acerca hacia ti, al cogerlo tiras de un anilla, que tensa un cable, el cable cruza la sala, empuja una bola, que a su vez cierra la puerta de golpe y a su vez pulsa un mando que enciende el video, conectado a una tele, la tele se enciende… y ¡aparece tu sentencia de muerte!: tienes dos minutos y medio para con un cuchillo de mantequilla abrirte el cráneo, hurgar en tu cerebro y  matar a una comadreja negra (la negra, no te vayas a equivocar y mates a la blanca) que se ha tragado una cerilla para que enciendas una mecha que te va indicando por dónde salir, mientras que tratas de descifrar un código en arameo que es la contraseña de la puerta por la que tienes que salir, teniendo en cuenta que tienes que hacerlo antes de que explote una bomba de clavos, antes de que la comadreja blanca se vuelva carnivora, y mientras que en la tele pasan los mejores momentos de Cine de Barrio. Por supuesto, todo tiene relación con la historia vital de la víctima, porque dejó que el cuñado del hijo de la vecina, que tenía una comadreja disecada como mascota, muriera en un incendio mientras estaba de viaje para estudiar arameo, y nuestra feliz victima no hizo nada por salvarlo… (lo de poner Cine de Barrio no tiene nada de relación, eso es puro sadismo)… Por supuesto nuestro amigo acaba muerto porque fue Amanda la que le preparó la prueba y dejó la puerta de salida con el pestillo echado.(por supuesto se podría incluir un flashback de Amanda cortándose las uñas a la altura de la muñeca).

Esto último es algo más que una paranoia (con algo de brote psicótico añadido), es un regalo para los guionistas de la sexta parte… porque estoy seguro de que yo iré a verla… aunque supongo que como siempre, merecerán mucho más la pena las palomitas.

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