El amor que empieza a calcular, ya no es amor
Ferdinard von Olivier
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Es un placer volver a ponerme en contacto con todos vosotros. Os habréis dado cuenta de que, como siempre, vamos intentando abrir caminos para todos, y así ha surgido otra nueva sección, a la que desde aquí le deseamos una larga vida: Canes al cine. Parece un juego de palabras, pero sólo quiere decir que nuestras mascotas tienen también un sitio, e iremos haciendo espacio a todos nuestros amigos, aquí hay cabida para todos.
Fotograma de Tres deseos. Derechos reservados a su distribuidores y/o productores
Como vamos a tratar este mes de la magia, la película que os propongo nos brindará todo el espectro que se puede abarcar: magia, canes mágicos y buenos actores. Espero que os guste.
La película que he elegido es Tres deseos (1995, Johnny E. Jensen). Su trama se ubica en los años cincuenta en Estados Unidos. Una mujer, Jane Holman (Mary Elizabeth Mastrantonio), se queda viuda; su marido se fue a la guerra de Corea y no regresó, dejando a dos niños con el terrible sentimiento de orfandad, pierden a esa figura en una edad en la que le necesitaban, y le echan mucho de menos. Jane va hablando con sus hijos en el coche y, de repente, ve a un perrito que se coloca delante de su vista y oyen un ruido. Cuando Jane sale se da cuenta de que ha atropellado a un mendigo, Jack McCloud (Patrick Swayze). Y empieza la aventura, pues Jack s alguien muy especial, no es un ser humano, es algo más; llega a esa casa, en esa sociedad dando consejos y ayudando a quienes le repudiaban.
Pero Gunny, el niño pequeño, tiene problemas, le duele mucho el vientre y resulta tener una enfermedad muy grave. La perrita que leva Jack no se separará ni un momento de su lado. Lo que más gustaba a Gunny eran los fuegos artificiales, y la perrita cuando se quedaba sola con él, le animaba poniendo en su vida todo tipo de fuegos. Era magia. La película termina bien.
Pero cuánta magia hay en todo esto. Sin meternos en cosas futuristas ni en ciencia ficción, cuánta magia hay en los ojos de un perro; puede ser de alto copete o como en este caso, el de un mendigo. Siempre que se quiere hacer un alegato a la amistad, al candor, al hogar, el perro está allí, por algo será.
Gunny no se sentía solo, y en todo momento jugaba, vía la televisión o descansaba. La perrita no salía de su lado. No importa lo que cueste, o que lo adoptes en un refugio donde te están esperando con tanto amor, la cuestión es que la verdadera magia está en todo el amor que son capaces de dar, y sin pedir nada a cambio.
Que paséis una feliz tarde viendo esta película, y muy bien acompañados.
Con todo el cariño, desde Canes al cine.
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