Cine y literatura son dos disciplinas artísticas que, desde los inicios de la primera, siempre han ido de la mano. Numerosas obras de la literatura han sido adaptadas como guiones cinematográficos y llevadas a la gran pantalla. Uno de los escritores que más veces ha sido revisado y versionado por el cine es William Shakespeare, todo un clásico de las letras cuyas obras traspasan fronteras. Sus trabajos han dado pie a diversas teorías, como el estar realizadas por múltiples autores, y su vida, de la que no hay documentación personal más allá de documentos legales, ha desatado durante siglos multitud de especulaciones, entre ellas el ser un hombre de paja que tan sólo firmaba relatos. Falleció el 23 de abril de 1616 la misma fecha, aunque no el mismo día debido al cambio del calendario, en la que también moría otra figura vital de la literatura, Miguel de Cervantes.
La obra de Shakespeare en cine es amplia, de los artistas que más veces las han interpretado y llevado a la gran pantalla ha sido Kenneth Branagh, todo un apasionado de la literatura shakesperiana. Mucho ruido y pocas nueces (1993) es una de ellas. Una comedia fielmente adaptada del texto homónimo que el mismo Branagh se encargó de realizar, así como también se ocupó de la dirección, interpretación del personaje de Benedicto y de la producción. Evidenciando un profundo conocimiento y fervor sobre el escritor y su obra, con un resultado sobresaliente, gracias, en parte, al respeto que mantiene por el texto inicial, y una puesta en escena bucólica y primaveral con la cual resulta imposible no contagiarse de la misma alegría que posee la cinta.
Imagen de Mucho ruido y pocas nueces (1993) .Copyright © American Playhouse Theatrical Films, Renaissance Films, distribuida por Laurenfilm en España. Todos los derechos reservados.
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A todo ello hay que sumarle un reparto estelar con unos actores como el propio Branagh, Robert Sean Leonard o un Michael Keaton hilarante, que tan sólo podrían palidecer al lado de la magistral y apasionada interpretación de Emma Thompson. El Príncipe Don Pedro de Aragón (Denzel Washington) vuelve victorioso de la batalla a Mesina, una ciudad de Sicilia que el siglo XVII aún se encontraba bajo el poder de la corona española. Junto a él regresan otros seis caballeros. Entre ellos destaca el joven Claudio (Sean Leonard) a quien Don Pedro ha colmado de honores y Benedicto de Papua, al que espera Beatriz para dar rienda suelta a su ágil y mordaz lengua, pues ambos se entretienen realizando disputas verbales. Como contrapunto a estos caballeros está el hermano bastardo del Príncipe y su antagonista, Don Juan, mediocremente interpretado por Keanu Reeves, y sus dos esbirros.
Imagen de Mucho ruido y pocas nueces (1993) .Copyright © American Playhouse Theatrical Films, Renaissance Films, distribuida por Laurenfilm en España. Todos los derechos reservados.
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Todos ellos se alojan en la evocadora villa de Leonato, padre de Hero de la cual el Conde Claudio se enamora perdidamente. El malvado Don Juan tratará de interponerse entre el idílico amor, provocando la ruptura del compromiso, tras poner en tela de juicio la virtud de la bella Hero. Entre estos embrollos los personajes se enamoran, desenamoran y se vuelven a enamorar con gran rapidez, reflejando, tanto Shakespeare como Branagh, lo arbitrario y caprichoso que se nos antoja el amor, llegando al punto álgido con los personajes de Beatriz y Benedicto, quienes engañados por sus amigos, pasan en segundos de un profundo odio mutuo al amor y de una reivindicación hacia la soltería a un compromiso de matrimonio. Demostrando lo voluble e inconstante que resulta el amor para el hombre.
Imagen de Mucho ruido y pocas nueces (1993) .Copyright © American Playhouse Theatrical Films, Renaissance Films, distribuida por Laurenfilm en España. Todos los derechos reservados.
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Pese a la tragedia de ruptura de la boda entre Hero y Claudio, y el deshonor que tacha a la doncella. La obra contiene un marcado tono cómico, otorgado en gran medida por los agudos diálogos entre los personajes interpretados por Emma Thomson y Kenneth Branagh, y cómo no por una guardia loca encabezada por un cómico Michael Keaton que borda a este secundario. Todo esto junto con la usurpación de identidades es común en el primer período shakesperiano, en el que se encuentran muchas de sus comedias ligeras.
Branagh rodó en ocho semanas en una villa de la Toscana esta comedia romántica que muchos de las que las menosprecian deberían conocer o como poco reconocer, pues el resultado es una obra sobresaliente, y no sólo englobada en su género. Los ácidos diálogos entre Benedicto y Beatriz, el gran reparto, la localización y la fotografía bucólica y alegre acorde al texto, la pegadiza música en tono trovadoresco, el vestuario que le valió una nominación a los BAFTA y un bien conservado tono teatral, sirven para que esta adaptación sea reacordada y no caiga en el olvido al que se ven relegadas algunas obras menores entre las que ésta seguro no se encuentra.
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