Cuando llega el frío nos protegemos de él, cambiamos nuestro armario, encendemos la chimenea y nos refugiamos en el calor de nuestro hogar. ¿Pero qué ocurre cuando el frío del exterior irrumpe por la noche en nuestro dormitorio despertándonos de nuestro idílico sueño?
En el cine, si nos hallamos ante una película de Kubrick, puede ser el desencadenante de la acción. Esto es lo que sucede en Eyes Wide Shut (1999), una mirada voyerista a la intimidad del dormitorio de un joven matrimonio, interpretado por la que entonces era pareja en la vida real, Nicole Kidman y Tom Cruise. El rodaje fue duro, durante diecinueve meses tuvieron que interpretar una parte de sí mismos, despertando sus propios demonios. Los celos e infidelidades, ya sean reales como ficticias, crean una brecha en una pareja que al inicio de la cinta se presenta fuertemente unida y enamorada, hasta que en la fiesta navideña de Victor (Sydney Pollack), un paciente de Bill (Cruise), el matrimonio se separa, conversando cada uno con personas diferentes. Es en esta separación cuando se inicia la posibilidad del engaño, aunque no llegue a consumarse.
Es más tarde, cuando en la intimidad del dormitorio Alice (Kidman) le revela a su esposo una verdad sobre el deseo femenino. Por pasión, aunque sólo sea momentánea y no perdure, puede provocar que una mujer abandone todo su mundo de seguridad. Ella le habría dejado por un oficial de la marina con quien ni medió palabra, tan sólo una mirada. Si ese extraño se lo hubiera pedido, habría abandonado a su marido e hija. Esta verdad sobre una infidelidad imaginaria abre una brecha inmensa entre ambos.
Imagen de “Eyes Wide Shut”, 1999, producida por Hobby Films, Pole Star, Stanley Kubrick Productions, Warner Bros. © Warner Bros Pictures. Distribuida en España por Warner Sogefilms S.A. Spain. Todos los derechos reservados.
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Bill debe salir esa misma noche por el fallecimiento de un paciente, en el apartamento la hija de éste confiesa estar enamorada de él y le besa. Bill, conmocionado e incapaz de digerir la sobredosis de realidad, inicia una personal introspección en un deambular nocturno por la frías calles neoyorkinas. En esta bajada a los infiernos realiza varias paradas las cuales paulatinamente lo sumergen más en un submundo donde sexo, ambigüedad, drogas e infidelidad aumentan a su paso. Descubriendo en ellas que las mujeres son más sexuales y menos predecibles de lo que él creía.
Este universo lo envuelve y arrastra a lo más profundo, evidente en su siguiente detención, en la que su acompañante es una prostituta con la que no llega a consumar la infidelidad gracias a una oportuna llamada telefónica de Alice, lo cual interrumpe la transacción sexual de Bill. Su última parada es una de las escenas más conocidas, la de la orgía en una gran mansión. La iniciación emula un ritual religioso, incluso la sala donde el organista con los ojos vendados toca el piano, tiene el aspecto de una gran basílica. Mezclado a su vez con la estética del carnaval de Venecia por las máscaras que llevan a recordar en ciertos planos los rostros desgarrados de las pinturas negras de Goya.
Imagen de “Eyes Wide Shut”, 1999, producida por Hobby Films, Pole Star, Stanley Kubrick Productions, Warner Bros. © Warner Bros Pictures. Distribuida en España por Warner Sogefilms S.A. Spain. Todos los derechos reservados.
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Durante toda la película el uso de una cámara lenta y rítmica se desliza acompañando al compás a los personajes, convirtiéndose en un gran ojo de mirilla por el que el espectador observa las escenas más íntimas que acontecen en el hogar, sobre todo en el dormitorio, recordando en ocasiones a las pinturas de Degas en las que retrataba a las mujeres como a través de una cerradura, en sus momentos más personales y cotidianos. Así vemos a Alice, ya sea vistiéndose o desvistiéndose, aseándose junto a su hija en el baño, o ante el gran espejo veneciano de la habitación en el que mantiene una mirada fría y fija, mientras inicia el acto sexual con su marido. Es con Alice, cuando narcotizada por el efecto de la marihuana, discute y le confiesa a su marido su infidelidad imaginaria, el único momento en el cual la cámara se mueve nerviosa e inestable, fiel reflejo del personaje al que enfoca.
Imagen de “Eyes Wide Shut”, 1999, producida por Hobby Films, Pole Star, Stanley Kubrick Productions, Warner Bros. © Warner Bros Pictures. Distribuida en España por Warner Sogefilms S.A. Spain. Todos los derechos reservados.
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El uso sistemático de los colores resulta realmente simbólico. El rojo en los interiores representa el sexo a la vez que la calidez del hogar en contraposición con los exteriores azules reflejando el frío de la ciudad por la noche y el peligro hacia el que se encamina Bill. Asimismo, el azul está presente como luz de fondo en el dormitorio de la pareja, como el peligro, la brecha que entre ambos comienza a abrirse e intenta colarse en sus vidas. Los celos antes inexistentes en la segura mente del doctor calan hondo, siendo incapaz de quitarse la imagen de su esposa en brazos del oficial. Una ficticia infidelidad que se presenta en blanco y negro, unos flashes que taladran la cabeza del antes impertérrito Bill.
Al igual que la verdad que Alice desvela a su esposo le lleva hacia una espiral donde reina el caos, será otra verdad, la acontecida en la noche vivida por éste, lo que retornará a la pareja a la realidad, superando una crisis que casi los destruye. Pues como ella dice: “La realidad de una noche […] nunca será la verdad completa”.
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