No basta dar pasos que un día puedan conducir hasta la meta, sino que cada paso ha de ser una meta sin dejar de ser un paso.
Johann P. Eckermann
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer estar con todos vosotros. Hoy os voy a hablar de la opera prima de Alauda Ruiz de Azúa, Cinco lobitos (2022) con Laia Costa, Susi Sánchez y Ramón Barea.
La historia nos lleva a una vivienda en la que ha nacido un bebé. La felicidad de los nuevos padres, Amaia (Laia Costa) y Javi (Mikel Bustamante) y la de los abuelos maternos Begoña (Susi Sánchez) y Koldo (Ramón Barea) se ve nublada por los llantos de la niña y las molestias propias del parto.
La situación es incómoda, todo tienen que acomodarse en un pequeño espacio y las intensas noches de insomnio van pasando factura, y el trabajo se agolpa para la abuela de la niña. Pasado un tiempo, los abuelos dejan sola a la pareja y a su bebé, regresando a País Vasco, ahora son ellos los que deben cargar con el trabajo de la casa y el cuidado de la pequeña.
Un día ofrecen a Javi un trabajo en Valencia, son seis semanas y decide aceptarlo. Amaya no da crédito a sus palabras, habían convenido estar juntos los primeros momentos para poder criar a la niña, y ella dejó su trabajo para asumir la maternidad.
Pero Javi se va y Amaya no puede con todo. Entre llantos realiza una llamada a sus padres, quienes van a buscarla a ella y al bebé. Le preparan la casa del pueblo costero donde viven, allí tendrán una habitación para las dos, intentarán que Amaya coma, descanse y cuide al bebé.
El tiempo pasa y Amaya va conociendo más a sus padres, sobre todo a su madre, quien comparte partes de su pasado y amores cuya existencia Amaya desconocía. Pero la historia da un giro y eso es para vosotros.
Cinco lobitos es honesta y amable en su retrato de la maternidad y la necesidad de ayuda y apoyo. A pesar del giro de guion que sucede a medio camino, sigue mostrando el mismo mensaje, el de aprender: aprender a afrontar una nueva etapa con un bebé, aprender a vivir con todo lo que conlleva y aprender el ciclo vital con el aprendizaje de iniciar y, también, de dejar ir.
Por eso, no basta con dar pasos que un día puedan conducir hasta la meta, sino que cada paso ha de ser una meta sin dejar de ser un paso.
Con todo el camino, desde La Mecedora.
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