Título original: The Lost Daughter. Año: 2021. Duración: 121 minutos. País: Estados Unidos. Dirección y guion: Maggie Gyllenhaal, adaptación de la novela de Elena Ferrante. Música: Dickon Hinchliffe. Fotografía:Hélène Louvart. Reparto: Olivia Colman, Jessie Buckley, Ed Harris, Dakota Johnson, Peter Sarsgaard, Paul Mescal, Oliver Jackson-Cohen, Dagmara Dominczyk, Alba Rohrwacher. Producción: Endeavor Content, Faliro House, Pie Films, Samuel Marshall Productions. Género: Drama.
Ver en pantalla grande este filme es una de las mayores fruiciones de 2022. Todo en él parece orquestado para envolver al espectador e introducirlo en una vida hechizante. No porque ofrezca posibilidades nunca vistas, ni porque el magnetismo provenga del espacio, del tiempo ni del modo en que se organiza la narración. Hechiza porque enfrenta a la audiencia a una situación insostenible en la que todos, de alguna manera, nos vemos desafiados. El peligro impele a paralizarse o a emprender la huida y la protagonista, precisamente, opta por esta segunda vía. Y ahí radica su novedad.
Leda (Olivia Colman) es una catedrática de cuarenta y ocho años. Tiene una vida acomodada, una preciosa casa alquilada y unos días en Grecia para disfrutar de un entorno paradisíaco en la más completa calma. Nada en su vida parece oscuro ni discordante; es más, su asertividad y su fortaleza psíquica parecen oponerla al mundo sin descanso, algo que a ella no le turba lo más mínimo.
Durante una mañana en la playa, se cruza con una familia alborotadora cuyos miembros, implicados en negocios oscuros, no parecen cuajar con el aposentamiento reflexivo de Leda. Aunque le solicitan su sitio en la sombrilla, Leda se niega a cederles su espacio, lo que la enemista inmediatamente con todos ellos. Sin embargo, Leda está absorta observando a Nina (Dakota Johnson), una joven madre cuya hija juega a su vera.
A pesar de la colisión de temperamentos del primer día, la recurrente coincidencia en la costa la acaba acercando a Nina, quien le pedirá ayuda al perder de vista a su pequeña. Cuando Leda dé con la niña, emergerán en ella recuerdos de su propia experiencia como madre, su insatisfacción, su cansancio y el agotamiento que supuso ser dejada a su suerte frente a la maternidad. Proyectada en Nina, al mismo tiempo Leda pretende salvarla y absorberla, en una relación desquiciada que concluirá de forma sorpresiva.
Dignísimo debut de Maggie Gyllenhaal tras las cámaras, su devoción por la obra de Elena Ferrante le llevó a escribir a la autora italiana para solicitarle los derechos de una de sus novelas. La escritora no dudó en poner su producción al servicio de Gyllenhaal, con la condición de que fuera ella quien dirigiera la cinta. Fiel a su deber, la directora y también actriz ha logrado un laureado guion, ganador en el Festival de Venecia, cuya tensión resulta abrumadora, asfixiante y sombría. El desfallecimiento de la crianza, la ausencia de la figura paterna y la sobrecarga materna se unen a la proyección laboral, la vocación y las ansias de libertad. La fusión resultante es una exquisita cámara de presión de la que resulta imposible salir ileso.
Destaca, por descontado, la actuación de Colman, quien no duda en puntear la irracionalidad mientras reviste a su personaje de unos matices de pureza incontestable. En esencia, Olivia Colman es The Lost Daughter, del mismo modo que hace suyos la práctica totalidad de los títulos en los que participa.
A pesar de su enfoque y de su decidida apuesta por la controversia, La hija oscura es de una belleza formal extraordinaria, con una construcción narrativa que provoca una constante ruptura espaciotemporal y que, pese a todo, conduce de la mano por un camino que Ferrante y Gyllenhaal han sabido trazar con destreza.
Una película en la que, a pesar de que no se vibre en la misma nota que la protagonista, es sencillo comprender el hartazgo y la duda. Muy interesante.
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