Reconozcámoslo, las películas sobre el propio negocio del cine son fascinantes y enganchan a cualquier amante del séptimo arte. Cuando una disciplina habla de sí misma se produce un hipnótico efecto de hombre tras la cortina o de deus ex machina que inevitablemente nos atrae a conocer un poco mejor los entresijos del mundo de Oz que configura esa industria o sector. Por muy mala que sea la historia que se cuente, el simple hecho de hacernos creer que se están desvelando poderosos secretos de un gremio en concreto, acaba secuestrando la curiosidad y atención del espectador, oyente o lector.
En lo que concierte a la industria del cine, a la cabeza de cualquiera vendrán cintas tales como The Player, de Robert Altman o What Just Happened, de Barry Levinson (en España: El Juego de Hollywood y Algo Pasa en Hollywood, respectivamente). Los amantes de las series está obligados a ver Entourage (si no lo han hecho ya) de Doug Ellin (El Séquito, en español) y su flamante último episodio con forma de largometraje y que fue expuesto en salas de cine (algo que por otro lado, no deja de ser un dato curioso y que pocas otras veces ha tenido lugar). Además de estas obras, los más jóvenes lectores de Todo es Cine quizás sólo alcancen a nombrar la reciente Érase una Vez en Hollywood, de Quentin Tarantino. Sin embargo, de todas ellas sólo hay una que desde siempre me ha fascinado y la razón es que es la única que verdaderamente invitaba a construir un serial en torno a la misma: Get Shorty (1995) de Barry Sonnenfeld (Cómo Conquistar Hollywood en español).
Get Shorty está basada en la novela homónima del difunto escritor Elmore Leonard. Tengo que empezar afirmando que la adaptación cinematográfica es más que decente. Ciertamente, la novela plantea más situaciones y giros de los que es posible encajar en un metraje de noventa y pico minutos, pero el hilo central está más que respetado. Tanto la novela como la película narran las aventuras de Chilli Palmer (John Travolta) en la Mecca del cine: Hollywood. Palmer es lo que denominaríamos un cobrador de préstamos (loan shark) para mafiosos el cual, casi de manera indefectible, se ve envuelto en el trepidante mundo de la producción cinematográfica. El papel que desarrolla Travolta está más que bordado. No en vano esta es la segunda cinta que interpretó tras su re-debut en Pulp Fiction. Fue el propio Tarantino quien le recomendó que, ya que había tenido la suerte de volver a estar en el candelero (lo cual pocas veces ocurre en la vida), debía cuidar con más mimo todavía los papeles que escogía. Seguramente fue también Tarantino quien eligió por él este rol de contundente y cultivado cobrador de deudas (además de, y como se comprueba a lo largo de la película, buen corazón).
En conjunción con Travolta, el resto del elenco adorna con dinamismo esta divertida comedia (sí, podría clasificarse de comedia, aunque salpicada de suaves elementos de humor negro). Gene Hackman y Rene Russo están espectaculares. Sin embargo, los que verdaderamente soportan la carga cómica del metraje son Dennis Farina (el villano llamado Ray Barboni) y Dani DeVito, que juega papel del actor fetiche que todo el mundo quiere en su película: Martin Weir (Michael Weir en la novela). De hecho, es este último quien da título a la historia por su corta estatura: todo el mundo quiera al bajito (shorty) en su película. El resto del reparto incluye a otras fulgurantes estrellas como James Gandolfini, Bette Midler o Delroy Lindo. En resumen: Get Shorty es una pequeña joya por lo divertida, amable, entretenida y emocionante que es, pero además resalta por lo que contribuye a que el espectador comprenda el mundo de las producciones cinematográficas. Esta sensación de que diversión y aprendizaje se entremezclan es, sencillamente, la fórmula de éxito. Podría seguir escribiendo páginas y páginas sobre anécdotas del guión o de la producción, pero en aras de no extenderme mucho sólo recomiendo al lector que visualice con detenimiento (y disfrute de) la escena del encontronazo entre Travolta y Gandolfini en las escaleras de un restaurante. Para mí es, sencillamente, una escena magistral. Personalmente, siempre recordaré a Travolta por estos justos 20 segundos y por encima de otros momentos indiscutiblemente estelares de su trayectoria. También me quedaría con una frase del personaje de Gene Hackman, el productor Harry Zimm, que creo que, desde mi ignorancia, resume muy bien el zigzagueante mundo de Hollywood:
El caso es que Murray va a mismo psiquiatra que el preparador físico de Martin. Murray le da el guión al psiquiatra y este se lo da al preparador, el cual se lo lee a Martin mientras hacen la table de gimnasia y a Martin le encanta, flipa con él…
Más, tarde, en otro momento del filme, el personaje de Travolta responde a esta actitud plagada de rodeos con su estilo directo, propio de su profesión de cobrador de deudas:
Si quiero a Martin Weir se lo digo a Martin Weir y no voy a decírselo a su peluquero…
Y ya que tenemos la fórmula del éxito, ¿por qué no seguir creando sabrosos menús de celuloide? Así fue como 10 años después (2005) vio la luz Be Cool, la sequela de Get Shorty y dirigida por F. Gary Gray. En esta cinta, el personaje de Travolta ha seguido asentándose en Hollywood y ya comienza a aburrirse de los tejemanejes de la industria local. Por ello decide dar el salto a la producción musical de la mano del personaje de Uma Thurman. Si bien esta película no llegó a estar a la altura de su antecesora, me sigue pareciendo tremendamente divertida. Nuevamente, por no extenderme mucho, destacaré 3 ó 4 cosas. En Be Cool volvemos a tener un icónico baile entre Travolta y Thurman que honra a aquel que protagonizaron 11 años antes en Pulp Fiction. Dwayne Johnson (The Rock) hace un papel de increíble como tipo duro pero sensible y casi… femenino. Por último, André Benjamin (André 3000) te hace reír hasta que no puedes parar (aún no entiendo cómo este actor no ha seguido explotando esta vis cómica tan natural que tiene). Quizás la principal diferencia entre este film y el de 1995 sea precisamente la pérdida del humor negro. Aún así, me parece una continuación muy decente y que hace al espectador preguntarse: estupendo, y ¿cómo sigue la vida de Chilli Palmer en 2010…? ¿Y en 2020? Dicho de otro modo: Get Shorty podría ser perfectamente un serial que narrase la vida de un gánster metido por accidente a productor en la esquizoide esfera de Hollywood. Y hablando de seriales…
La idea de que Get Shorty debería ser una serie vio la luz por fin en 2017 gracias a MGM. Este show de televisión parte de las mismas premisas de la novela, pero actualiza los personajes al mundo y tiempo actuales. Ya no tenemos a Chilli, Karen, Harry o Barboni, sino a sus versiones reacondicionadas: un gánster sensible, inteligente y con don de gentes (Chris O’Dowd como Miles Daly), un productor venido a menos y con rasgos de histerismo (Ray Romano como Rick Moreweather) y un entorno mafioso (ahora constituido por un cártel mejicano capitaneado por Lidia Porto interpretando a la descorazonada Amara De Escalones). Ciertamente se echa un poco en falta la atmósfera de Get Shorty y Be Cool, pero la serie sigue haciendo justicia al planteamiento original: ¿qué pasaría si un gánster se metiera a productor de Hollywood? ¿Qué ocurriría con su vida? ¿Dejaría su pasado criminal atrás o se vería compelido a usar los métodos de su antiguo yo en esta industria de aventuras, amor y sueños cumplidos? Evidentemente, en la serie de Get Shorty ocurre lo segundo, y ese es precisamente el hilo conductor. Por un lado, este es muy parecido al de sus dos películas predecesoras pero con un nivel mayor de violencia explícita y sin tanta comedia fácil. Sí, sigue siendo una comedia al fin y al cabo, pero no tan dulce como los homónimos largometrajes. En cualquier caso, creo que Leonard (el autor y padre original de la idea) estaría satisfecho con la adaptación a la pequeña pantalla. Cabe resaltar la jazzística banda sonora del percusionista Antonio Sánchez que dulcifica algunos momentos despiadados y otorga un animado ritmo a cada episodio que se agradece. Sánchez es, entre otras cosas, el responsable de la banda sonora de Birdman (Iñárritu, 2014).
Para concluir me quedo con esta reflexión: que uno pueda seguir la evolución de una historia durante 30 largos años es un honor (la novela de Leonard se publicó en 1990). Si además esta es entretenida, divertida y con abundantes anécdotas y cameos intracinéticos, mejor todavía. Y si para colmo quien la disfruta es bajito (como un servidor), ama el cine y no le incomoda una justa dosis de violencia explícita… definitivamente quedará atrapado por Get Shorty.
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