La premisa de la venganza es el hilo conductor común para los personajes creados por Oriol Paulo, con únicamente dos largometrajes como realizador a sus espaldas. Además del ojo por ojo y de a José Coronado como ángel castigador, tienen diversas facetas que se repiten en ambas obras, esquemas tan sutiles que pasan inadvertidos fácilmente. El más evidente: el género, el thriller, el neo-noir y la intriga están presentes tanto en El cuerpo (2012) como en El contratiempo.
Ésta última del año pasado nos presenta a Adrián Doria (Mario Casas) un exitoso empresario que es acusado del asesinato de su amante. Para preparar su defensa y a él mismo acudirá a su apartamento la abogada Virgina Goodman (Ana Wagener) una elegante, inteligente e imperturbable mujer enviada por su abogado Félix, en esos momentos de viaje. Ella, durante los 180 minutos que permanecerá en el lujoso piso, deberá descubrir toda la verdad, para así poder defenderlo y, por supuesto, ganar, algo que absolutamente siempre ha logrado en su dilatada carrera. Con frases tan perfectas y certeras como: «Ni habrá salvación sin sufrimiento, ni usted es más listo que yo» Virginia instiga al acusado para sonsacarle toda la realidad de lo sucedido.
En esta búsqueda de la verdad los arquetipos de los personajes variarán para sorpresa del espectador. Uno de los cambios más radicales es el la supuesta femme fatale siempre presente en el género más clásico y encargada de la destrucción del héroe, aquí muta pasando, dependiendo de las teorías conspiratorias, de mujer destructora a hombre destructor de la heroína.
Los ángulos oblicuos tan comunes y distintivos de la época más clásica del género evolucionan para dar paso a las cenitales, unas aéreas donde en medio de una poderosa naturaleza los seres humanos se pierden. Cobrando más un sentido estético wanderlust que un expresionismo alemán, sobre todo presente al inicio y en los flashback.
Asimismo, presenta imágenes evocadoras de una gran ciudad, Barcelona, sobre la cual sobrevuela la empresa de Adrián, quien fuma en la terraza de su edificio, con la obra de Nouvel (Torre Agbar) a un lado, en un plano abierto con el skyline de la gran orbe a sus pies, envuelto por una luz azulada y fría. Un tono que abunda en los exteriores pero, sin embargo, en el interior de su apartamento o del hotel los marrones y colores más oscuros se abren paso, unos interiores opresivos pese a su amplitud. Todo en la obra de Oriol se compone de pequeños y cuidados detalles como la presentación del personaje de Virginia Goodman, la cual con su lenguaje corporal lo dice todo.
Minuciosos detalles que resultarán reveladores cuando acontezca el giro argumental. En ese momento será cuando todas las piezas del puzzle encajen mediante sencillas explicaciones que redirigen al espectador a los hechos pasados.
Una película cuidada que será bien recibida tanto por amantes del thriller como de la fotografía.
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