Deberíamos de utilizar el pasado como trampolín y no como sofá.
Harold Macmillan
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Comenzamos mes y, acompañándolo, una nueva reflexión cinematográfica, esta vez, sobre la película Una pequeña mentira (2019, Julien Rappeneau) basada en el cómic español homónimo de Mario Torrecillas y Artur Laperla.
La historia nos lleva a un parque, allí un niño, Théo (Maleaume Paquin), espera a su padre Laurent (François Damiens). Por mucho que le llama por le móvil, la bebida le hace estar tirado y durmiendo encima de su cama. Otra vez le vuelve a fallar.
Así que Théo se va a su partido, es un chico de trece años, bajo para su edad, pero eso no impide que juegue con todas sus ganas, y por fin llega Laurent, ve a su hijo, pero los efectos del alcohol hacen que se enfrente con los otros padres que acuden a ver a sus hijos. La vergüenza que experimenta el niño es atroz, así que Théo llama al orden a su padre, porque no quiere verle en ese estado. El entrenador (André Dussollier) va a buscar a Laurent y lo encuentra en el bar, donde le recomienda que deje de ir a ver a su hijo, ya que le hace mucho daño. Mientras hablan, al sobrino del director se le escapa que un ojeador del Arsenal va a ir a verle jugar, y su forma de actuar puede afectarle.
A Laurent le encanta la idea, busca a su hijo y se lo cuenta. Théo no quiere irse a Inglaterra ni dejar a su padre en esas condiciones; al contrario que su madre, quien hizo un curso y encontró trabajo y una pareja, Laurent no ha levantado cabeza, y esa carga la lleva el niño, haciendo el rol de padre de su padre. Y la aventura es para vosotros.
Es una película con moralina, va enseñando la vergüenza, el amor, la decepción de un chico de trece años y el peso que le toca llevar, pues quiere muchísimo a su padre. Nos hace ponernos en el papel del chico y sentir esa tristeza y frustración. Pero como toda pequeña mentira, esta lleva a un conjunto de grandes mentiras, por eso, deberíamos utilizar el pasado como trampolín, no como sofá.
Con todo el cariño, feliz febrero desde La Mecedora
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