Dirección: Howard Deutch.
País: USA.
Año: 2008.
Duración: 101 min.
Género: Comedia romántica.
Interpretación: Kate Hudson (Alexis), Dane Cook (Tank), Jason Biggs (Dustin), Alec Baldwin (profesor Turner), Lizzy Caplan (Ami), Riki Lindhome (Hilary), Diora Baird (Rachel), Mini Anden (Lizzy), Malcolm Barrett (Dwalu), Hilary Pingle (Claire), Faye Grant (Merrilee), Taran Killam (Josh).
Guión: Jordan Cahan.
Producción: Adam Herz, Greg Lessans, Josh Shader, Guymon Casady, Doug Johnson, Barry Katz y Brian Volk-Weiss.
Música: John Debney.
Fotografía: Jack N. Green.
Montaje: Seth Flaum.
Diseño de producción: Jane Ann Stewart.
Vestuario: Marilyn Vance.
Estreno en USA: 19 Septiembre 2008.
Estreno en España: 14 Noviembre 2008.
En su siempre reveladora obra, El segundo sexo, afirmaba Simone de Beauvoir que, históricamente, el problema de la mujer había sido un asunto masculino, realidad axiomática que supeditaba la acción femenina a la voluntad masculina en cualquier caso. La sexualidad, las decisiones vitales y hasta el propio carácter de la mujer quedaban postrados ante el inquebrantable dominio masculino. Seis décadas han pasado desde que la indignación de De Beauvoir pusiera el acento en la situación de la mitad del mundo cuando, no azarosamente, siguen muriendo mujeres a manos de unos maridos que las cosifican interpretándolas como pura propiedad. Y en este contexto, insistimos, surgen películas como Una novia para dos, en que la anomia social, la ingravidez de unos ciudadanos alienados para los demás y para sí, dan una vuelta de tuerca al dislate y la instrumentalización humana. En primera instancia, porque resulta oscuramente tétrica la concepción de las relaciones personales que el filme nos muestra. En segundo término, porque no acaba de cuajar el tajante reduccionismo a que quiere someter a unos ya de por sí estereotipados personajes. Y es que es Novia para dos la versión perversa de la exitosa Hitch, película en la que, al margen de la voluntad de la mujer, se creaba a imagen y semejanza de sus sueños a un hombre perfecto, a fin de que el varón en cuestión se llevase a la preciada pieza sin barreras, aranceles ni tasas: libre mercado. A esa trama trucada, sin embargo, no le faltaba gracia, competencia y finalmente moralina, con unas mujeres de armas tomar que hacían valer su arrojo por encima de determinismos sociales. Lo curioso, y de ahí viene lo perverso, es que cuatro años después, se incurra precisamente en el pecado capital que tan bien supo salvar su predecesora, este es, el propio rol de la mujer en la trama. Como si de una nueva Alfie se tratara, en Novia para dos un imperio de veleidades se pavonea por una ciudad deshumanizada en que los hombres ya no seducen, apabullan sin escrúpulos y sin meta alguna sino la de poseer en sentido estricto. Y es en este entorno donde aparece Alexis (Kate Hudson), una joven abogada que trabaja con Dustin (Jason Biggs), taciturno y pusilánime colega enamorado de la damisela, capaz por ello –como si su sentimiento le diera derecho- de contratar a Tank (Dane Cook), un Mickey Rourke desaliñado, engreído y apisonador que no se altera lo más mínimo a la hora de conquistar mujeres para decepcionarlas -y devolverlas por tanto a sus ex novios-, empleándose a fondo en su tarea con palabra, obra y omisión. En esta farsa creada en torno a las féminas, no habrá ni un solo reparo en emplear todo el vocabulario sinónimo y antónimo de concupiscencia, felación y onanismo, incluyendo coloquialismos y derivados lácteos. Lo sorprendente es que, pese a lo escandaloso de la expresión y actuación de los especímenes masculinos, no existe en la trama casi ninguna mujer de mayor categoría moral que sus partenaires, capaz de indignarse por el peyorativo tratamiento a que las mujeres son sometidas. De hecho, perturba la cantidad de meretrices regaladas y a granel que la película es capaz de mostrar. Chicas de belleza pasmosa, a las que les agrada ser empleadas como fast-food ocasional, incluyendo en este grupo a una top-model (buen ejemplo hubiera sido Amber Valetta, modelo que ha elegido mejor sus papeles en la gran pantalla). Y todo ello, sin tan siquiera llegar a lo más patético del guión: la figura de Alec Baldwin en el papel del padre de Tank. Este misógino, grotesco y perturbado personaje, ejerce sus labores de profesor universitario -impartiendo la asignatura “Liberación femenina”-, categoría que no le impide elegir al azar a tres alumnas semanales para demostrarles que la supuesta autonomía de la mujer, implica mantener relaciones sexuales con él. Si todo ello ya resulta de por sí una desmedida e indignante cabestrada, el final pretendidamente redentor de unos personajes masculinos que forzadamente acaban admitiendo debilidad ante las mujeres, se antoja aún más turbador, aunque quizá sea la justificación políticamente correcta a dos horas de pura deconstrucción cultural. Si la intención del director, Howard Deutch, era la de ejercer una crítica a la sinrazón de las relaciones sentimentales de la sociedad actual, sería recomendable facilitarle el acceso a la obra de Bertolt Brecht, quien el pasado siglo ya afirmara que la crítica nunca se puede ejercer sin cierta abstracción del espectador con respecto a la actuación. Si los personajes acaban inspirando sentimientos con los que se puedan identificar los espectadores, difícilmente verán en la obra una crítica, sino un reflejo de la sociedad. Quizá debería replanteárselo todo el equipo, desde el guionista a Kate Hudson (inconcebible que se prestara a este papel, pese a que sea la mejor parada de la trama). Tal vez deberían revisar vestigios culturales pasados para comprobar que lo que les sucede a los personajes, es tan antiguo como Edipo Rey, Hamlet o incluso El curso en que amamos a Kim Novak. Seguramente el problema no sea tanto sentimental cuanto semántico y que, como bien dice nuestro admirado Manuel Gómez Pereira, insistamos en llamarlo amor, cuando quiere decir sexo.
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