Un título de crédito nos sitúa en Nueva Orleans, la estación de trenes repleta de  viajeros se pierde entre el vapor de las máquinas que tan sólo se abre para sacar a la luz una figura femenina, una mujer rubia de aspecto débil y con actitud de estar perdida.  Ella es Blanche, interpretada por Vivien Leigh años después de Lo que el viento se llevó (Dir. Victor Fleming, 1939), hermana mayor de Stella Kowalski, la esposa del iracundo y destructivo Stanley, a quienes va a visitar.

Un tranvía llamado Deseo (1951) está basado en la obra de teatro homónima de Tennessee Williams que Elia Kazan  dirigió en Broadway y que más tarde lo haría en el cine con el mismo actor principal en el reparto. Un Marlon Brando magistral que hizo de la camiseta de algodón, en unas ocasiones rota y en otras sudada pero siempre marcando su escultural musculatura, un sello personal y generacional que muchos seguirían. Del mismo modo su actuación marcó un hito tratando los posteriores “Stanley” de representarlo tal como el genial mito hizo.

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Imagen de Un tranvía llamado deseo 1951 © Warner Bros y Charles K. Feldman Group. Distribuida en España por Warner Bros. Spain. Todos los derechos reservados.

Sin embargo, el actor del método no se llevó ningún Oscar de los cuatro que obtuvo la película. Sí lo haría Leigh como actriz principal, su representación del personaje, que ya había interpretado en el teatro en Londres,  le sirvió para hacerse con la dorada estatuilla. Blanche DuBois pasa de los treinta, es profesora y está soltera, en realidad se quedó viuda muy joven. La pérdida de ese gran amor, de lo que se culpabiliza, y el deterioro de su belleza le han llevado a una vida autodestructiva  de la cual trata de huir inventándose otra algo embellecida.

Ese mundo de belleza y perfección choca brutalmente con el de su rudo cuñado. Un animal salvaje, un personaje destructor del que Stella está enamorada. La tiene atrapada y pese a todo lo que le hace no lo abandona, ni siquiera cuando su hermana le abre los ojos y le da su sincera opinión. Al verlo se lanza en sus brazos, evidenciando que jamás será capaz de dejarlo. Aunque los problemas entre la pareja vienen de lejos, Stanley culpa a su cuñada  de las peleas entre el matrimonio, no ve la causa en el alcohol ni en su mal temperamento. Su única felicidad y diversión es hundir a Blanche y su mundo imaginario. Cuando ésta por fin logra hallar una salida a esa vida que desprecia y vuelve a encontrar a un hombre, Mitch,  al que amar a su manera, su cuñado se encarga de arruinar toda esa felicidad. Y no cesará hasta deshacerse para siempre de la frágil hermana mayor. Una mujer herida a la que terminará de destruir totalmente tras violarla. Acto con el cual también arruinará la vida de todos los demás personajes.

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Imagen de Un tranvía llamado deseo 1951 © Warner Bros y Charles K. Feldman Group. Distribuida en España por Warner Bros. Spain. Todos los derechos reservados.

La trama se desarrolla en el apartamento de la pareja. Un bloque de dos pisos donde en el superior habita otro matrimonio y en el cual se refugian las dos hermanas cuando huyen de los ataques del enloquecido y, en ocasiones, borracho Stanley. El ambiente carece de luces directas, la iluminación nocturna es intimista, con abundancia  de claroscuros  e indirecta, lo que resulta propicio para Blanche, siempre ansiosa y preocupada por ocultar su edad, poniendo cortinas a las ventanas y farolillos de papel a las bombillas, difuminando así la luz.

La casa tiene en su interior una única puerta, la del baño, el resto carece de intimidad pues solamente una tela anclada en el dintel divide  los diferentes ambientes. Un apartamento humilde de un barrio obrero, aunque más destartalado y oscuro  que el de la vecina de arriba, pues el primero alberga a un ser también oscuro. Unos decorados premiados con un Oscar, así como también lo fueron los actores secundarios Karl Malden (Mitch) y Kim Hunter (Stella). Ninguno para Brando pese a su mítica actuación que le catapultó a Hollywood.

Representó  a un Stanley más allá del creado por el escritor, quien confesaría sobre el propio actor, que era el “personaje” que a él le habría gustado haber creado. Su interpretación estaba a otro nivel, él era Stanley, él era el método y Un  tranvía llamado Deseo una de sus actuaciones más recordadas. Un tranvía en el que todos los espectadores viajamos y del cual todos nos apeamos para zambullirnos en una dramática historia que nos hará desear y odiar a partes iguales a ese animal atrayente y deplorable que es Stanley.

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