En nuestro día a día afrontamos numerosas elecciones unas más complejas de tomar que otras. Con la proximidad de las vacaciones de verano, la sempiterna cuestión: “¿playa o montaña?”, nos atormenta como de costumbre.
Ambas opciones nos tientan con promesas aventureras, la primera es arquetipo de fugaces y ardientes amoríos o de aguas que ocultan incontables tiburones asesinos. Por otro lado, la aventura de la montaña supone un reto físico y mental. Al menos esto es lo que nos propone Robert Redford en una de sus últimas obras, la comedia Un paseo por el bosque (Dir. Ken Kawpis, 2015), con Nick Nolte como gamberro partenaire, personaje que en un inicio estaba reservado para su pareja cinematográfica Paul Newman.
La película es una biografía de la obra literaria homónima del escritor Bill Bryson, quien se propone, en la edad de oro de su vida, cruzar los Apalaches, una hazaña dura de realizar incluso para los montañeros más experimentados. Cinematográficamente hablando el reto de tan duro “paseo” supone una aventura tensa, dramática y muy cruda, en la cual el protagonista puede salir muy mal parado; las continuas calamidades, los personajes que se topan en el camino, las situaciones ridículas y su amigo Stephen Katz, que le acompaña en el viaje, ponen el punto divertido a esta comedia.
La montaña no es sólo un reto o una vía de escape, es el encontrarse a uno mismo a la par que se recorre el duro sendero, lo importante es el camino no la meta, una bonita analogía con la línea del transcurso de la vida.
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