Siempre pensé que lo peor de las tiendas eran esos maniquíes exangües, inexpresivos, de mirada perdida. Esos maniquíes creados para ser indiferentes y que, sin embargo, no pasan desapercibidos para nadie, y no porque Buñuel tuviera una filia patológica con sus piernas, ni porque Mercero haya mostrado su alarmante quietud algunas veces, sino porque su […]

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