Bien podríamos decir que la filmografía de Frank Capra se modula dentro del género de la comedia, y no nos faltarían suficientes razones: personajes envueltos en conflictos más imaginarios que reales, aunque la realidad desborda en casi todos los aspectos a la fantasía, y enredos que de alguna manera llevan a un objetivo educacional y enternecedor por parte del director. La comicidad, la ironía y el humor están muy presentes en las denominadas screwball comedies de los años clásicos del star system, y los personajes, con sus problemas, son situados en un plano inferior respecto al espectador.

Imagen de It Happened One Nihgt (Sucedió una noche) © 1934. Columbia Pictures. Todos los derechos reservados

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Pero en el caso de Capra, el genero es trascendido por su toque personalísimo, como sucediera con el “toque Lubitsch”, influyendo, o cohabitando entrelazados de estudio en estudio, a uno de los grandes magos de la comedia: Preston Sturges y, sirva como muestra, su arrebatadora cinta Sullivan´s Travels del año 1941. Capra está muy presente en la obra de Sturges porque el autor de origen siciliano ha sido capaz de crear su propio género. Cierto es que muchas de sus connotaciones, estilísticas y argumentales, están manifestadas en todas las definiciones de manual, de enciclopedia cinematográfica que podamos buscar, pero Capra alcanza más allá y nos deja a nuestra disposición la experiencia de la existencia. Por eso, es eterno. En Capra encontramos el arte de enmendarse, ese concepto estoico, el sacrificio, la conversión, la redención, de ahí la utilización de argumentos como el Sermón de la montaña, las actitudes cristianas, la Navidad, Las Murallas de Jericó, etc.  La inocencia, el idealismo, el optimismo en su propuesta habitual de la esperanza, la vida es bella, a lo grande, reflejado en el patriotismo y el sueño americano, ese hombre que quiere atar con un lazo la luna para la persona que ama. La felicidad como objetivo y como consecuencia, el individualismo redimido en su lucha contra el tirano, el cual aborrece el populismo, la simplicidad y la buena vecindad, argumentos perennes en el celuloide de Capra.

Imagen de It Happened One Nihgt (Sucedió una noche) © 1934. Columbia Pictures. Todos los derechos reservados

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En Sucedió una noche se encuentran todos estos efectos de vivir pensando en la existencia. La comedia del director comienza con un acto de valentía y la locura general en el yate de un rico industrial: una joven salta al agua. Y todo transcurre en un autobús, con la gente del pueblo, con el rufián de buen corazón (Gable), con las anécdotas inverosímiles pero a la vez reales en el mundo de nuestros sueños, la música, el canto, los chistes y la mirada de la prensa en una estación de autobuses, reflejada en el espejo de la página del día. Capra construye y destruye con el guión los sueños de Gable y al mismo tiempo va eliminando los prejuicios de Colbert, de la muchacha que saltó del barco y que descubre, a la hora de la película, un paraíso perdido en un pajar iluminado por una luz que ni siquiera procede de la luna, sino de la fotografía diseñada por Joseph Walker, eterno colaborador de Capra, esa luz interior que nos despierta a la tradición clásica: la búsqueda de la senda perdida y el viaje homérico.

Imagen de It Happened One Nihgt (Sucedió una noche) © 1934. Columbia Pictures. Todos los derechos reservados

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Una ligera manta sirve al autor para diseñar una mágica puesta en escena y divide los dos mundos de los protagonistas, y los une por las voces en el silencio de la noche y los quiebra en su existencia de querer y no deber o, tal vez no poder. Es la comedia de Capra donde quiere ser realista cuando su pluma le deniega tal derecho, donde quiere expresar más argumento, pero le basta con un viaje por la región, donde se envilece el enredo, pero se enternece en la figura de un padre filósofo que antepone la felicidad de su hija por encima del poder social de su ridículo prometido. Donde se expresa la mayor calidad de un hombre que piensa: la bondad. Y, por todo ello, Capra consigue con su comedia un ritmo rápido, vital, de anhelos y de frustraciones, de un hombre que busca, con todos los “planos cortos” de un hombre que conduce su vehículo pero que, en definitiva, no sabe a donde va, que vuela como el viento en su chatarra de cuatro ruedas y que se detiene ante la jugada del destino. Esta es la simplicidad funcional, con leves efectos, en silencio, porque la música nos hace sentir mejor en sus silencios largos, para darnos aliento en los silencios cortos y, esa es la manera de construir la comedia capriana: la libertada de acción de las emociones. Un bonito reflejo de sol sobre el agua es para Capra lo mismo que un diálogo enloquecido de Lubitsch, es la misma manera de hacer comedia, desde su esencia para alcanzar la existencia. Por eso, en la cinta no actúan desde la acción, realmente no sucede nada y, sin embargo, todo “sucedió una noche” tras una manta colgada de la pared y las gotas de lluvia confesándose al estrellarse en el cristal de la ventana de la humilde habitación del motel.

Imagen de It Happened One Nihgt (Sucedió una noche) © 1934. Columbia Pictures. Todos los derechos reservados

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Dos horas para una leve anécdota y una lucha existencial de dos seres humanos que se enamoran, sin saberlo, sin sentirlo pero que se acaban conociendo y aceptándose. Es una gran cuestión de estilo a través de la tenue sombra de existir; como respirar. Si nos detenemos a pensar que estos párrafos descritos corresponden a una película que la historia del cine ha clasificado como una comedia, debemos de convenir que la comedia trasciende su propio genero y se convierte en el propio Alter ego de un autor, de un hombre que se manifiesta desde su más íntima manera de pensar. Lógico es pensar que con la llegada de la las guerras y el desencanto vital del hombre ante la destrucción, las comedias se vuelven evasivas y se olviden de todos esos valores que Capra manifestó en los treinta y cuarenta y que no pudo mantener en el año 1946 con su gran resumen de su filmografía: Qué bello es vivir.

Imagen de It Happened One Nihgt (Sucedió una noche) © 1934. Columbia Pictures. Todos los derechos reservados

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Wilder, desde la fascinación más agridulce, que nunca tuvo Capra, reconstruye el armazón esencial de la comedia. Ya no es una leve anécdota, ni un reflejo de luz en el  agua. Es la soledad, la sonrisa de la desesperación en una puesta en escena que lo engulle todo, que no deja lugar a la comedia de Capra y que nos sumerge de forma rotunda en la tragicomedia a la manera más clásica: El apartamento en 1960. Una comedia basada en la entrega mutua de los personajes, simbiosis que se producía también con el espectador, porque Capra le entregaba al espectador la historia, para que fuera Gable o Colbert por dos horas; como Michel Cieutat señala “es una comedia vital desde su alegría de vivir”. Posteriormente el cambio de los tiempos nos llevaron a la comedia vital desde la capacidad del sufrimiento del ser humano, en una ciudad repleta de individuos y de soledad, en la mezquindad de los actos que mueven a los personajes y, en definitiva, en la degradación argumental a favor del efecto que en muchas ocasiones aniquila la puesta en escena que tantas veces echamos de menos en algunas cintas del cine contemporáneo. Bien podríamos concluir diciendo que la comedia no es un género. Con rotundidad. Recuerdo aquella película de Los alegres vividores y parafraseando, la comedia es una forma de vivir.

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