Sólo de la rectitud del corazón
nace la felicidad de todos requerida.
Esquilo
Queridos amigos de Todo es cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Como solemos hacer habitualmente, este mes tenemos un especial, en esta ocasión sobre una película que de alguna manera nos ha impactado; he elegido una después de pensar y meditar, pues resulta lógico que no sólo una película sino varias hayan sido muy importantes e impactantes, incluso para dejar un mal recuerdo. Pero como estamos en tiempos en que lo de “mal” se nos da muy bien, el ir contracorriente me ha hecho escoger Capitanes intrépidos (1937, Victor Fleming), basada en la novela homónima de Rudyard Kipling y por la que Spencer Tracy obtuvo el Oscar al Mejor Intérprete.
Imagen de Captains Courageous (1937), producida por Metro-Goldwyn-Mayer, distribuida en España por Warner Home Video (2006) (Spain). Todos los derechos reservados. |
Y hablando de corrientes, nos dejamos llevar por la corriente de unas aguas, las de la vida de Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew). Se trata de la historia de un muchacho, un niño de diez años, al que su padre le tenía totalmente mimado, criado en buenos colegios, todo lo que él quería se lo daba. Pero había algo muy importante que Harvey deseaba por encima de todo, y era el amor y la dedicación de ese padre ausente. La historia se va complicando, hasta llegar a un barco que le salva –y en tantos sentidos-, se trata de un barco de pesca, no aquellos a los que Harvey está acostumbrado, barcos de recreo con gente a su servicio; aquí era él el que tenía que ganarse el cariño y el respeto de unas personas a las que no les gustaba ni sus formas ni sus lamentos. El niño, con esa educación tan “especial”, también era especial, pero poco a poco un marinero, Manuel Fidello (Spencer Tracy), va enseñándole que las rabietas y los malos gestos, o la falta de amor, no son buenos compañeros de viaje.
Manuel le enseña el arte de la buena pesca, la pesca del ser humano, que ni todo el oro del mundo puede pagar; la gente a la que le importa no le importa poner la cara y su corazón por él, por ayudar al muchacho a crecer. No os cuento el final pues creo que la película bien vale ser vista y oída. Sólo os puedo decir que para mí supuso una forma de ver la vida completamente nueva; que el mensaje, aun siendo una niña, llegó, y que aún hoy en día resuena en mi memoria aquella canción “ay mi pescadito deja de llorar, ay mi pescadito no llores ya más”. Manuel es el personaje que da las normas, que da el cariño y en el que se puede confiar. Gusta pensar que hay alguien en el mundo, sobre todo para un muchacho, que te da ese apoyo incondicional; no sólo un padre, sino personas que saben y te conocen como nadie, pues llevan dentro sin serlo a ese padre maravilloso y recto.
Por eso de la rectitud del corazón nace toda felicidad requerida. Con todo el cariño, espero que os guste como a mí.
Desde la Mecedora.
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