Para cerrar la trilogía de clásicos del terror, tras El exorcista y El resplandor, sólo nos restaba por repasar Poltergeist (1982, Tobe Hooper), la película que hizo tristemente famosa a Heather O’Rourke, esa encantadora niña rubita que aterrorizó a propios y extraños con su frase más famosa: “Ya están aquí”, tres palabras que anunciaba con un tonillo especial y brillo en los ojos que inquietaban a cualquiera. Y digo tristemente famosa porque, desafortunadamente, la saga de Poltergeist fue la única que pudo protagonizar Heather, ya que la niña prodigio falleció por una extraña obstrucción intestinal que no fue diagnosticada a tiempo. Pero esta muerte no fue la única que alcanzó a esta saga ya que, poco después de estrenarse, Dominique Dunne, la actriz que interpretaba a Dana, la hija mayor de la familia, fue brutalmente asesinada por su novio. Para colmo, otros dos actores de la segunda entrega de la saga también fallecieron poco después de interpretar su papel. Toda una serie de historias y temores que, para qué negarlo, dieron un empujón a la faceta comercial del filme. Más allá de historias negras y leyendas, de manera muy resumida, Poltergeist narra la historia de una familia cuya tranquila convivencia se ve asaltada por una serie de fenómenos paranormales que van in crescendo hasta que terminan por hacer desaparecer a Carol Anne, la pequeña de la familia, por cuya vuelta tendrán que luchar los familiares, los investigadores paranormales y, sobre todo, su madre.
Como hemos sugerido, al principio, los fenómenos no pasaban de pequeñas molestias que, curiosamente, la familia se tomaba un poco a broma: una televisión que se enciende sola tras el cierre de emisión, roturas de vasos, la cubertería doblada, mobiliario que se mueve solo… Cuestiones más parecidas a trucos de Uri Geller, aquel doblador mental de cucharas, que a fenómenos paranormales, de ahí que la familia no se lo tomara muy en serio. Pero ya cuando un árbol rapta por la ventana a tu hijo y quiere comérselo y a tu niña pequeña la rapta una cosa que hay dentro de un armario y termina apareciendo dentro de la televisión, la cosa ya pasa de castaño oscuro y no queda más remedio que tomárselo en serio.
Y es que, realmente, la habitación de los niños, más que una habitación infantil, parecía un mini pasaje del terror. Había una ventana cuya única vista era un árbol que, más que un árbol, era un esqueleto de madera muerta. También había un payaso verdaderamente terrorífico ya que, si el recurso del payaso es algo habitualmente muy usado en el cine de terror, este ya daba miedo sólo al verle, sin necesidad de fenómenos extraños. Tras la desaparición de Carol Anne se desatará toda una clase práctica de fenómenos paranormales, ante la que los padres se ven obligados a llamar a expertos en el tema. Unos investigadores que se encuentran ante una situación de una envergadura que nunca antes había visto, casi ni siquiera imaginado, como una habitación donde el mobiliario da vueltas y vuela sin orden ni concierto durante las 24 horas del día. Esta situación va minando la moral de la familia que, aterrada, termina montando un bunker en el salón donde todos conviven hundidos ante la disyuntiva de huir de aquel infierno o quedarse para luchar por su hija ante lo que escogen, sin duda, a Carol Anne. Para intentar sacarla de la extraña dimensión donde está alojada, los investigadores recurrirán a Tangina, una especie de médium con un aspecto tan rato y estrafalario que casi da más miedo que el propio ente. Tangina será la encargada de intermediar en el enfrentamiento con el fantasma para rescatar a Carol Anne, una escena fantástica donde la madre grita angustiada la frase que ha pasado a la historia: “¡Corre hacia la luz, Carol Anne, corre hacia la luz!” Será precisamente el papel que toma la madre el más destacado durante la ausencia de la niña. En todo momento, JoBeth Williams, la actriz que encarna a Diane Freeling, encarnará la esperanza por recuperar a su hija, no rindiéndose en ningún momento y estando dispuesta a hacer lo que sea porque su pequeña vuelva con ella, siendo ese amor materno el único factor que logra que Carol Anne salga de ese extraño universo paralelo en el que se halla atrapada.
Una vez salvada la niña, la familia se apresurará a huir de esa casa maldita lo antes posible pero, no hay que celebrar las cosas antes de tiempo, siempre puede haber sorpresas. Cuando todo parece resuelto, el pasado aparece cuando menos te lo esperas, y si no que se lo pregunten a los famosos de Aquí hay tomate… Por último, no podemos terminar sin hacer una mención de honor a los efectos especiales de la película. En la cinta vemos un excelente despliegue de efectos especiales, sorprendente para la época y que, además, no deben calificarse como superfluos, ya que todos esos recursos resultaban claramente necesarios para plasmar y transmitir toda la serie de fenómenos paranormales que sufría la familia. Así, como hemos visto, Poltergeist es un gran película, todo un hito más que por el uso de los efectos especiales, por lo original de su idea: la relación de lo paranormal con las nuevas tecnologías; una relación que se verá plasmada posteriormente en otras muchas películas pero, seguramente, no de la misma manera. Una manera muy especial donde se nota la mano de Steven Spielberg en la sombra y que nos deja dos importantes enseñanzas de despedida:
1.-Los efectos dañinos que puede tener la televisión (y eso que en aquella época aún no existía Salsa Rosa, sino Spielberg hubiera sido mucho más duro).
2.- Hay que tener mucho cuidado con donde se construye tu casa. Con tanta especulación inmobiliaria y tanta recalificación, quién sabe lo que puede encontrarse bajo los cimientos de tu hogar…
Autor: Ángel Luis García
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