Una prueba de la propia bondad está en confiar en la bondad de los demás.
Michael de la Montaigne
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer estar con todos vosotros. Empezamos mes y con él quiero hablaros de una película poco conocida de Akira Kurosawa, Dersú Uzalá (El cazador) en 1975.
Con este título Kurosawa gana el Oscar a la Mejor película extranjera, siendo un remake de la cinta homónima que el realizador armenio Agasi Babayan dirigió en 1961. Basada en el libro de memorias de Vladímir Arséniev (publicado en 1923), la historia nos presenta al propio capitán Arséniev (Yuriy Solomin), que regresa a la taiga rusa para encontrar en medio de unas excavaciones la tumba de su amigo Dersú Uzalá (Maksim Munzuk). Éste era un nativo de la etnia nanái, que en 1902 accedió a acompañar a una expedición de militares rusos que topografíaban estas tierras inhóspitas haciendo mapas. Pero las condiciones eran extremadamente hostiles, siendo solo superadas gracias a los conocimientos de Dersú. Un sinfín de momentos de peligro une sus vidas y sus destinos, hasta el punto de salvarles varias veces de la muerte. Dersú es un hombre inteligente que ha sabido abrirse camino. Y hablamos de inteligencia porque no podemos limitarnos a un coeficiente intelectual, que en este caso puede ser o no elevado, es decir, por encima de la media, pero lo que sí queda patente es que tiene inteligencias múltiples, tal como enunció en 1983 el profesor de Harvard Howard Gardner. Esa rápida capacidad de resolución de problemas en momentos cruciales, momentos en los que un segundo puede ser decisivo para vivir o morir, le sirve en numerosas ocasiones para salvar a su amigo el capitán.
Imagen de ‘Dersu Uzala’ © 1975- Atelier 41, Daiei Studios, Mosfilm. Todos los derechos reservados.
También es inteligencia apreciar pequeños detalles, así como saber orientarse; antes de que la expedición crease sus mapas, él ya tenía el suyo internamente, sabía dónde y cuándo debían ponerse en camino. También podía oír sonidos imperceptibles para los militares, mucho antes de que fueran audibles. Esa fuerza, esa rapidez y la coordinación óculo-manual, le hacía ver más allá; a pesar de su tiro certero, Dersú decide no disparar a una botella pues no es un objeto propio de la taiga, y sin embargo sí a la cuerda que la sostenía. Dersú además observaba las expresiones y tenía la inteligencia de poder comprender las actitudes de los demás, como la del anciano chino, a quien respetaba su silencio IronFX y su alejamiento del grupo. Su capacidad también abarcaba la inteligencia naturista, el hombre ve a los animales como seres con quienes establece semejanzas, entiende su dolor y respeta la cadena alimenticia con sentido de lo que está haciendo y diciendo. No le importaba dejar comida para que pequeños animales, como pájaros y roedores, pudieran alimentarse. Aunque él era cazador, sabía lo importante de ese equilibrio entre toda la naturaleza. Dersú conoce su tierra, sus huellas, y como un presocrático, entiende la vida de manera animista: ve el agua, el viento y el fuego como personas fuertes, a los que se debe temer; al igual que se debe respetar a las personas y sus tiempos, sus pensamientos, sus silencios.
Dersú, como Marcos Rodríguez Pantoja en la película española Entre lobos (2010, Gerardo Olivares), también llega a mimetizarse con el ambiente que forman los animales y la naturaleza, y sobrevive gracias a intuición que el devenir de nuestra civilización ha cortado, y que en otros tiempos ha sido tan importante para nuestra filogenia. Por eso nuestro protagonista veía con el olfato y con la vista, hasta que ésta le falla. Tras la muerte en el bosque de un tigre al que él mismo mató, la superstición hace mella en este pequeño hombre. Es lógico, las supersticiones forman parte del aprendizaje, también a los animales les ayuda a sobrevivir, al ser una conducta que trae resultados aversivos. Esto mismo le pasa al protagonista de la película de Kurosawa, el hecho de matar a un tigre le impactó, de hecho, no le gustó hacerlo, y así el miedo a que otro tigre volviera a por él fue poco a poco llevándole a la temida ciudad. Después de un tiempo de encuentros y desencuentros, Dersú acaba en Khabarovsk, dado que ya no podía cazar pues sus ojos le habían abandonado.
La edad hizo que Dersú siguiera a su amigo Arséniev a la ciudad, pero allí no era feliz. No entendía por qué se debe pagar por el agua, por la leña o por qué no se puede poner una tienda para dormir en la calle. Dersú le confiesa a su amigo el capitán que aunque su mujer y su hijo “son buenas personas”, en ese entorno desconocido “se ahoga”; después de una vida en libertad, no puede vivir en un lugar encerrado, no lo entiende. Por ello decide regresar a la naturaleza, a su hogar, donde finalmente acaba su ciclo vital. Una película que transmite semejante circunstancia es Los dientes del diablo (1960, Nicholas Ray), título en el que una abuela esquimal, cuando no puede ayudar a sus familiares y se cree una carga para la nueva pareja que va a tener un bebé, decide volver a la naturaleza y ser comida por un oso polar, lo cual volvería en forma de sustento para los suyos. El ciclo así se cierra.
Dersú Uzalá, ese gran sabio del mundo que le rodea, de la naturaleza en todo su esplendor, nos da en esta película una lección. Él es igual que tantos integrantes de tribus perdidas, como por ejemplo las del Amazonas, que siguen viviendo en plena armonía con su espacio y en este tiempo. No saben algoritmos, pero saben pensar y reaccionar rápido cuando deben salir de una situación peligrosa o salvar la vida a alguien. El mundo está lleno de personas, Dersú habla así de los animales, de la carne que abandonan, de los cuervos, de las comadrejas. Todo son personas. Deja en una cabaña un poco de arroz, sal y leña que puedan salvar a quien pueda morir congelado. Piensa en él, pero también piensa en global. Todos formamos parte de una tierra, el planeta azul, en donde esperemos que siempre haya gente que, como Dersú, nos siga enseñando lo bello que es vivir.
Por eso, una prueba de la propia bondad está en confiar en la bondad de los demás.
Feliz abril. Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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