Si hablamos de octubre hablamos del mes del terror. De entre los diversos arquetipos que en él encontramos podríamos clasificarlos en dos grandes grupos: los pertenecientes al mal causante del terror y las víctimas indefensas. En este segundo grupo durante las décadas de los ’70, ’80 y ‘90 alcanzaron gran auge las denominadas reinas del grito (scream queens).
Ellas son las actrices que con sus rostros aterrados nos han transmitido lo oscuro que está por venir: su muerte o dolor, ellas expresan la desesperación por la impotencia de su indefensión al saber su inminente final.
La reina de todas ellas con un gran número de obras a sus espaldas es Jaime Lee Curtis, no obstante, otras que la precedieron superaron su genialidad, aunque no la cantidad.
Inolvidable su propia madre, Janet Leigh, y su mítico grito en la ducha o Tippi Hedren acosada por los pájaros, en las obras de Hitchcock.
Menos popular en la actualidad, pero sobresaliente entre todas ellas, fue Bette Davis y sus gritos y movimientos convulsivos como de animal acorralado, arrastrándose por las terroríficas escaleras de su casa “encantada” en Canción de cuna para un cadáver (Dir. Robert Aldrich, 1964). La obra tiene elementos fácilmente reconocibles de Psicosis como el asesinato, cambiando aquí el cuchillo por un hacha, y también lo onírico y el psicoanálisis freudiano empleado en otra obra de Hitchcock: Recuerda.
Charlotte Hollis (Bette Davis) vive sola en su gran mansión en Hollisport, con su ama de llaves Velma como única compañía. La leyenda negra que acompaña al caserón Hollishouse se remonta años atrás, cuando el amante de la joven Charlotte, John Mayhew, un hombre casado, aparece durante una fiesta brutalmente asesinado; con una mano y cabeza cercenadas, esta última nunca llegó a aparecer.
Tras el sanguinario suceso la mansión y su dueña pasan a ser un icono en el pueblo, convirtiéndose en “la casa de la bruja mala” donde nadie debe acercarse. La salud mental de Charlotte se quedó seriamente perjudicada y aunque la declararon inocente del asesinato, la lacra social acompañará a la joven heredera el resto de su triste vida.
Sin embargo, según avanza la trama y tras la llegada de su prima Miriam para ayudarla a trasladarse, pues mansión y terrenos han sido expropiados, comienzan a suceder terroríficos acontecimientos que parecen confirmar que nos hallamos ante el argumento de una casa encantada, los espeluznantes acontecimientos y la típica iluminación expresionista de fuertes contrastes y sombras marcadas tan habituales del género de terror clásico, parecen confirmarnos los hechos: en la casa hay un ente atormentado que pretende enloquecer a Charlotte, posiblemente se trate de su difunto amado.
Pronto se vislumbra que tras la cándida apariencia de Miriam (Olivia de Havilland) se esconde una oscura venganza. Un papel en inicio reservado para Joan Crawford y así repetir el éxito tan reciente de ¿Qué fue de Baby Jane? No obstante, abandonó el proyecto como disculpa oficial por problemas de salud.
Aunque no fuera la primera opción, la inocencia de la interpretación de Olivia de Havilland ofrece al espectador una mayor sorpresa e incertidumbre que la de una fórmula que, aunque eficaz, era repetida, tal vez nos hubiera provocado.
Inolvidable la interpretación de Bette Davis como Charlotte, una mujer víctima de los desdichados acontecimientos de su vida los cuales la dirigen a la locura convirtiéndola en un ser entre persona y animal que resulta totalmente aterrador y magistral. Demostrando que sus ojos bien merecieron una canción, todo un himno clásico de los ’80.
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