La música es el alimento espiritual de los que viven de amor.
William Shakespeare
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. Hoy os quiero hablar de una película basada en hechos reales, se trata de Florence Foster Jenkins (2016, Stephen Frears).
La historia nos lleva al Nueva York de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Allí vive Florence (Meryl Streep), una millonaria que lleva toda la vida teniendo una gran pasión, la música, y que se convierte en gran mecenas de todas las obras que, por falta de liquidez, no se pueden presentar.
Un día, viendo una representación en el Carnegie Hall, le comenta a su marido Saint Clair Bayfield (Hugh Grant), que desea volver a dar clases de canto, ni más ni menos que con Carlo Edwards, el director del MET. De entre todos los pianistas, realizaron una selección de la que ella eligió a Cosmé McMoon (Simon Helberg), quien estaba encantado de cobrar una gran suma de dinero, por tan solo una hora diaria de ensayos.
Cuando comienzan las clases, Cosmé queda boquiabierto, no podía creer lo que veía, y mucho menos lo que escuchaba. Florence desafinaba, era totalmente disarmónica. Su marido, convence entonces al pianista para que siga con ella, ya que los conciertos iban a ser privados, previo pago, y solo para gente conocida, para que Florence quedara siempre protegida de las risas y de las mofas. Pero Florence, viendo lo bien que estaban resultando sus actuaciones, graba un disco (que aún hoy en día siguen en circulación).
Ella guardaba un secreto, estaba muy enferma, de una enfermedad mortal para su época, y que padecía desde su primer matrimonio, cuando fue contagiada por su marido a los dieciocho años. Llevaba cincuenta años viviendo con aquella condena, por la cual había llegado a un acuerdo con su actual marido. Como ella no quería contagiarle esa terrible enfermedad, pactaron que él tuviera otra vida aparte, siempre y cuando no les afectara como pareja. Bueno, la aventura queda para vosotros.
Es una película que nos narra la historia de una mujer que adobaba la música, quien a los ocho años tocó el piano ante el Presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca, que retó a su padre, pues no le permitía ser entusiasta de esa gran pasión, y que llegó a desheredarla. Pero ella se puso a dar clases de piano y ahora, dueña de su dinero, también es dueña de una mala salud, de una enfermedad que no es sino la sífilis, atendida con una medicación a base de arsénico y mercurio, este último un neurotóxico, y el anterior mortal de necesidad.
Florence lo tenía muy mal para sobrevivir, pero tenía un antídoto, la música. Cuántas veces hemos leído lo beneficiosa que es, las cosas tan estupendas que hace en nuestro cerebro, la dopamina que produce. A Florence le salvó la vida, contra cualquier pronóstico. Ella amaba la música y, las personas que la conocían, también terminaban amándola a ella.
Por eso, como reza la máxima, la música es el alimento espiritual de los que viven de amor.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
Deja un comentario