Si pensamos en el género de ciencia ficción, probablemente nuestra imaginería colectiva lo asocie a una iconografía relacionada con cintas de culto tipo La guerra de las galaxias (saga iniciada por George Lucas en 1977), Star Trek (creación de Gene Roddenberry, 1966), Alien, el octavo pasajero (Dir. Ridley Scott, 1979) o cualquier otra que suceda en el espacio o tenga relación con seres extraterrestres. Sin embargo, no solo está asociado con el espacio o alienígenas, también con hechos catastróficos relacionados con avances científicos creados por el hombre, ya sea en un tiempo presente, futuro o un retrofuturismo. Pero casi siempre lo que resulta más común es el tinte apocalíptico de los acontecimientos. El castigo al cual la humanidad debe someterse al jugar a ser Dios, como en Terminator (Dir. James Cameron, 1984) o en Parque Jurásico (Dir. Steven Spielberg, 1993). Unas reflexiones filosóficas y morales habituales en el género.
Spielberg ya había creado otras dos obras anteriores de ciencia ficción, aunque lo haría de extraterrestres: Encuentros en la tercera fase (1977) y la inolvidable E.T. El extraterrestre (1982). También realizó otras obras posteriores como A.I. Inteligencia artificial (2001), proyecto que inicialmente pertenecería a Kubrick, o La guerra de los mundos (2005), entre otras. Parque Jurásico está basada en el libro de Michael Crichton cuyo guión adaptó junto a David Koepp. Un parque temático de dinosaurios revividos gracias a la clonación de su ADN. La ambición del multimillonario John Hammond (Richard Attenborough) será castigada con una imparable cadena de desgracias. El hombre y los dinosaurios nunca convivieron. El resultado de poner a dicho animal al el final de la pirámide destronando así al ser humano de la cúspide tiene unas consecuencias catastróficas.
La acción de los sucesos es rápida manteniendo paralelismos con el cine de terror. Únicamente hay que tener presente la escena en la cual los velociraptores persiguen a sus presas. Este tipo de escenas recuerdan a cintas slasher en las que un psicópata asesino en serie va acorralando a su víctima para atraparla y desgarrarla tal y como lo haría el dinosaurio con su garra. Pese a mantener este paralelismo con el género de terror, Spielberg crea una obra familiar, así que los litros de sangre y vísceras son sustituidos por unos muy sugerentes e inquietantes efectos sonoros.
Los efectos especiales supusieron un gran avance en la época, Spielberg no quería una obra de dinosaurios como otras ya creadas, buscaba realismo, una criatura que resultara creíble a los ojos del espectador. Para ello contó con un equipo diverso y multidisciplinar. Este área de trabajo se llevó buena parte del presupuesto de la obra. El resultado: espectacular e innovador, como viene siendo habitual en el director. La cinta fue premiada con tres Oscar, dos al sonido y uno a los efectos visuales.
No obstante, la crítica lo continuaría tratando como un simple director de cine-espectáculo hasta su siguiente película La lista de Schindler (1993) con la que acalló esas voces incrédulas y elitistas que menospreciaron sus trabajos anteriores. Demostrando su capacidad para realizar obras más “serias” y formales para ese sector más esnobista de la crítica.
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