La palabra es mitad de quien la pronuncia y la mitad de quien la escucha.
Michael de la Montaigne
Queridos amigos de Todo Es Cine:
Un placer volver a estar con todos vosotros. El especial de este mes versa sobre la ciencia ficción, y yo he escogido, a pesar de que no es de este género, una película que os va a gustar y en cuya trama adquiere especial relevancia la ficción, en concreto, los los cómics. Se trata de la La casa del tejado rojo (2014, Yôji Yamada), basada en la novela de Kyoko Nakajima.
La historia nos lleva al Japón de los años previos a la Segunda Guerra Mundial, 1936, mostrándonos la vida de Taki (Haru Kuroki), una chica de dieciocho años que se va de su pequeña aldea para servir en la casa de los señores Hirai, en la gran ciudad. Con los años, cuando Taki ya es muy mayor, escribe todos los acontecimientos que vivió con la familia Hirai, y es su sobrino-nieto Takeshi quien le va sugiriendo que le cuente todo aquello que ella va recordando.
El matrimonio, compuesto por Tokiko y su marido Masaka, vivía en una casita de tejado rojo junto con su hijo. De repente, un chico joven y guapo, Shoji Itakura, que trabaja para el señor Masaka, entra a formar parte de la vida de Tokiko, cuando es contratado por su marido para su fábrica de juguetes. Shoji es un maravilloso creativo y dibujante, pasando su tiempo ayudando y pintando con el niño. Siempre se quedaba con las dos mujeres, Tokiko y Taki. Era un hombre culto, que gustaba de la buena música y de la escritura, y del que la señora Tokiko acaba enamorándose. Aquel hombre, que tanto caso y tiempo derrochaba, cuando pasaba algún tipo de problema siempre estaba a su lado. Os diré que la Segunda Guerra Mundial entra a formar parte de la historia de estos tres personajes, y de los que llegarán después.
La película, a pesar de toda esta trama, es sencilla, amable y dulce; me recuerda a otros títulos que, en distintos lugares, también hablan de familias que, en el contexto de la guerra, viven dentro de una bonita casa, como La vida manda (1944, David Lean) o La señora Miniver (1942, William Wyler); esas historias de gente pacífica a quien un momento histórico trunca su vida y sus planes. Es una historia contada como si de un pintor que hace un cuento se tratase, donde esa casita juega un papel muy importante, y los actores conviven en un lugar donde siempre parece que hay una puerta abierta, desde la que se ve un jardín, el niño jugando o a los vecinos caminando. Incluso en el museo también hay una gran pared acristalada que desemboca a un jardín.
Es una bonita historia de amor, en la que la palabra es la mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha.
Con todo el cariño, desde la Mecedora.
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