Desde que el año 1927 diese el pistoletazo de salida del género musical (El cantor de Jazz) el cine abrió sus puertas a una representación diferente. Si bien se caracteriza por un habitual tono positivo y se aleja de productos melodramáticos, no queda exento de algunas excepciones como Moulin Rouge (Dir. Baz Luhrmann, 2001).
De entre las obras más brillantes y destacables, está Grease (Dir. Randal Kleiser, 1978) un musical de adolescentes que narra con viveza y colorido el fin de un amor veraniego y el difícil inicio de curso en un instituto diferente en un país extraño, así es como Sandy Olsson se reencuentra con Danny Zuko.
Cuando la familia de la joven se traslada inesperadamente a Estados Unidos, vuelve a ver a quien fue el chico de sus sueños. No obstante, la situación no es la esperada, pues el comportamiento de Danny, ahora arropado por sus colegas y ya en su ámbito es muy diferente.
La trama narrará a golpe de canción, cómo la pareja se une de nuevo, lo cual culminará cuando Sandy se transforme y aprenda a ser la jovencita que Danny (y cualquier hombre) desea, en ese mítico baile final en el cual Olivia Newton-John enfundada en unas mayas negras y un asombrado Travolta entonan You’re the one that I want.
Bajo esta sencilla trama tenemos uno de los musicales más queridos y representativos del género.
Ambientado en los Estados Unidos de la década de los ’50 se contrapone el conservadurismo potente y predominante de una década dura dominada por el macartismo.
Lo tradicional es representado por el personaje de Sandy. En contrapunto encontramos el rock y la libertad que representan Danny y sus colegas.
Frente a la candidez de Sandy están las jóvenes sexualmente liberadas Pink Ladies, y como abanderada del grupo Rizzo (Stockard Channing). Look at me, I’m Sandra Dee es una crítica a todos esos roles femeninos que, llevados a la gran pantalla, sirven como adoctrinamiento conductual para buenas y virtuosas jovencitas. Lo que se esperaba que toda mujer fuera. Pues la figura de “el ángel del hogar” aún estaba muy arraigada.
Esta obra que a primera vista es sencilla, simple y chispeante, enmarca una crítica inteligente y mordaz hacia el conservadurismo, hacia el cumplimiento de las expectativas y hacia roles sociales añejos.
Todo ello viene empaquetado con un lazo de diversión que lo camufla, siendo en realidad un inicio de un curso del que todos aprenderemos algo.
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