La imagen femenina en el cine ha sido y es una prolongación de la vida que en unas ocasiones resulta fidedigna y en otras un icono ficticio creado para saciar el ansia de las mentes masculinas. Sin embargo, a veces aparece alguien en este mundo del celuloide que defenderá a capa y espada, en ficción y en la realidad, a las mujeres. Esa persona fuerte y luchadora no resulta ser un príncipe azul, si no la guerrera de lengua afilada y mente ágil Katharine Hepburn.
Gracias a esas dos cualidades, inteligencia y facilidad lingüística, logró hacerse un hueco en los inicios del cine sonoro, justo cuando para los agudos diálogos eran necesarios actores capaces de representarlos. En su carrera habitan grandes obras mayores de la historia del cine, fue una chica lista e inconformista que supo hacerse y elegir de forma correcta sus trabajos, lo que posiblemente fuera uno de los detonantes para que la denominaran veneno de la taquilla, pese a que sus trabajos no eran un fiasco en ventas.
Su locuacidad, su actuación ágil y fresca, resultó idónea para un género recién nacido, la alocada comedia screwball, que se iniciaba en 1934 con Sucedió una noche dirigida por Frank Capra, germen de la actual comedia romántica. En el género, se enaltecía a la figura femenina, los diálogos son rápidos e incisivos, la acción es frenética, y suele ser el personaje de la mujer, generalmente una chica adinerada, libre e independiente que rompe con las reglas sociales, la que enloquece al personaje masculino, con su ímpetu y su locuaz conversación. Unos personajes tipo con unas características que parecían creadas específicamente para ella. Una de sus grandes obras del género fue Historias de Filadelfia (Dir. George Cukor, 1940), llevada inicialmente al teatro, a Broadway, y creada por Philip Barry a petición de la misma Katharine, a la cual le creó un personaje a medida.
Como gran mujer de negocios que era, compró los derechos para el cine, vendiéndoselos posteriormente a Louis B. Mayer, aunque reservándose la elección del director, Cukor con quien ya había trabajado, y de los protagonistas. La producción corrió a cargo de Joseph L. Mankiewicz. Como resultado tenemos una de las grandes obras del cine, galardonada con dos Oscar, uno para James Stewart, como Mejor Actor, y otro para el guión de Donald Orden Stewart.
Pese al desprestigio que sus enemigos trataron de hacerle, ella siempre supo apostar por el caballo ganador, teniendo una exitosa carrera en la que trabajó hasta avanzada edad, logró cuatro Oscar de las doce nominaciones que obtuvo. Entre sus últimas grandes películas está la inolvidable En el estanque dorado (Dir. Mark Dydell) en 1981 en la que trabajó junto a Henry Fonda. Obra por la que ambos actores fueron galardonados con un Oscar en sus respectivas categorías, sería el último para ella, retirándose de la escena trece años más tarde.
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