Hay películas que suponen toda una inmersión en la vida de sus protagonistas, películas en las que la realidad se transforma y discurre a veinticuatro fotogramas por segundo. Ese es el caso de la cinta de Yoon Dan-bi Nam-mae-wui Yeo-reum-bam (2019), conocida internacionalmente como Moving On (en España, Hermanos en una noche de verano). La película, de ritmo pausado, pero no lánguido, esboza el retrato de tres generaciones que, por avatares del destino, se ven obligadas a vivir juntas.
Ok-ju (Choi Jung-un) y su hermano Dong-ju (Seung-jun Park) deben trasladarse con su padre Byeong-ki (Heung-ju Yang) a la vivienda de su abuelo, un hombre que, aquejado de diversas dolencias, necesita de supervisión constante y el alivio que supone vivir junto a su familia.
Aunque la mudanza es una imposición, ninguno de los niños se rebela, ni la adolescente Ok-ju ni, por supuesto, su pequeño hermano Dong-ju. Hace años que su madre les abandonó y, a expensas de lo que haga su padre, ambos viven en una constante sensación de improvisación. A ellos se suma la compañía de su tía Mi-jeong (Park Hyun-young), cuyo matrimonio tóxico le ha empujado a salir de su hogar en busca de consuelo.
El verano soporífero se adentra por las ventanas y por las vidas de esta familia, exasperando la tensión pasivo-agresiva que une a cada uno de sus miembros. La protagonista, Ok-ju, observa impávida cómo su mundo se desvanece, mientras entrega su amor, seguramente el primero, a un joven que no le corresponde como se merece. Mientras, su hermano, en constante descubrimiento del mundo, la asedia intentando que se comporte del modo en que solía hacerlo, sin darse cuenta de que la edad también implica responsabilidad.
Por los ojos rasgados de Ok-ju, que ella pretende transformar al modo occidental, también desfila su padre, desnortado, carente de plan vital y fatigado desde la separación; y, cómo no, también está su abuelo, a quien cuida, respeta y mima, a pesar de percatarse de que lo pierde un poco cada día.
La única persona en la que encontrará un consuelo parcial será su tía, mujer a la que elije como modelo femenino alejado del de su madre. El candor de Mi-jeong y su comprensión le ayudarán en el trance de adentrarse en la edad adulta, haciéndose consciente de que la adultez entraña sufrimiento.
Preciosa fábula sobre el crecimiento, sin las implicaciones escatológico-hormonales a las que determinadas cinematografías nos tienen acostumbrados, Hermanos en una noche de verano recorre, a través de la mirada de una niña, la vida de estas tres generaciones unidas por unos vínculos más fuertes que la pura consanguinidad.
Escrita y dirigida por el cineasta surcoreano Yoon Dan-bi, en este canto a la calma, una mudanza se convierte en la alegoría perfecta para mostrar la realidad de un mundo cambiante, en el que nada permanece. Los sinsabores de la vida, la capacidad de perdón, la posibilidad de reinvención y los límites del amor y del respeto se conjugan para delinear un fresco repleto de posibilidades, en el que cada paso cede su orden en aras de un futuro incierto.
Presentada en el Busan International Film Festival (Corea) y en el International Film Festival Rotterdam, en Moving On destaca la dirección fotográfica de Kim Gi-hyeon, la cual atraviesa una Corea estival en la que la canícula, los atardeceres brumosos y las noches en vela aparecen teñidos por un manto ora onírico, ora realista. Las acciones más sencillas alcanzan cotas de auténtica delicadeza en manos de Yoon Dan-bi, quien dibuja unos personajes tan emocionales como calmados. Solo el espíritu indómito de Ok-ju será capaz de arrebatar la previsibilidad de una rutina que, para ella, es solo optativa.
Una película en la que reina el silencio, el costumbrismo y la rendición, pero en la que, de alguna manera, acaba imponiéndose el impulso emancipador de la libertad.
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