La animación es un género que ha venido de la mano junto con los inicios del séptimo arte, en ciertos aspectos incluso antes. Las obras son para todos los públicos estando más dirigidas hacia los infantes, así los consumidores abarcan un amplio abanico de edades. Con el transcurso del tiempo, más cercanos a la actualidad, algunos títulos han estado orientados hacia un público adulto como Akira (Dir. Katsuhiro Otomo, 1988) o Persépolis (Dir. Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, 2007).
Con la digitalización recuperaron el favor del público y su lugar en la gran pantalla, fue Pixar el estudio que creó por primera vez una obra de dibujos realizada completamente por ordenador John Lasseter dirigió esta cinta, Toy Story en 1995, su estudio fue el único que logró que el gran gigante que desde los años 20 ha sido Disney se tambaleara. Poco a poco los dibujos se han ido ganando el merecido reconocimiento artístico que estas obras tienen, al igual que sus creadores, pues algunos como el tristemente jubilado Miyazaki, son verdaderos artistas con obras poéticas en su haber.
Pese a todo, no sería hasta el siglo XXI, en 2001, cuando se creara una categoría en los Oscar propia para este género Oscar a la mejor película de animación. Muchos autores han sido los que han contribuido a lo largo de la historia a este reconocimiento y, nos guste o no, o tal vez nos parezca un tema manido y redundante fue el tío Walt quien desarrolló con más acierto la técnica, con innovaciones tanto tecnológicas como artísticas. Fantasía en 1940 fue la primera en poseer sonido estéreo, Steamboat Willie (Dir. Walt Disney y Ub Iwerks, 1928) la primera obra sonora de animación y donde aparece el ratón Mortimer por primera vez con el nombre con el que se haría famoso: Mickey. No olvidemos Blancanieves y los siete enanitos (Dir. David Hand, 1937) rodada con la técnica de la cámara multiplano, la más notable fue la aquí utilizada, con siete capas, tres más que la inventada en 1933 por Ub Iwerks. Para el reconocimiento de esta película se creó un Oscar grande con siete pequeñitos que Shirley Temple le entregó a Walt en la gala de 1938 (Oscar Honorífico por sus logros técnicos y artísticos a Walt Disney).
Cuatro años tardó en realizarla, fue la primera en usar el Tecnicolor y el primer largo del género. El riesgo que corría era inmenso, por ello no arriesgó en la temática y tomó un famoso cuento de los Hermanos Grimm para llevar a cabo todos sus avances tecnológicos. La temeridad y la inversión (casi millón y medio de dólares) fueron tan grandes que los estudios de Burbank estuvieron al borde de la quiebra. De Blancanieves nos queda un gran legado, de entre ello una de las madrastras más terribles, con rasgos deudores de Joan Crawford. Una reina bella, cuya vanidad le ha corroído el corazón y con un gran temor en su mente; el miedo a perder su belleza, la mayor del reino y ser por ello relegada a un segundo puesto al ser desbancada por una más joven. Algo a lo que realmente están destinadas las mujeres: al olvido cuando físico y edad se ven superados por alguien menor y de piel más tersa.
En los estudios de Disney han trabajado grandes profesionales. Uno de los más creativos realizadores actuales y de los más conocidos, salió de esta factoría, Tim Burton y su particular universo. En 1940 Walt Disney volvió a arriesgarse con Fantasía una película experimental en la que puso la animación a una base sonora preexistente, entre los músicos están Bach, Strawinsky, Beethoven o Tchaikovsky, por citar algunos. Las imágenes más recordadas son las de Mickey como aprendiz de brujo. Sin embargo, en esta mezcolanza se hallan dibujos abstractos e imágenes deudoras del expresionismo cinematográfico alemán. Dos estatuillas reconocieron los avances en el género que esta obra realizó.
Y así, paulatinamente hasta su muerte Walt Disney continuó contribuyendo con su mente inquieta a la evolución de los dibujos. Un espíritu que en realidad aún se mantiene vivo en la compañía la cual se recuperó y logró remontar tras la defunción de su creador, si bien años más tarde. Los estudios volvieron a la cresta de la ola con La Bella y la Bestia (Dir. Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991). Sólo el tiempo y su perspectiva nos dirán hasta donde es capaz de llegar la compañía.
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