Título original: Dans la maison
Año: 2012
Director: François Ozon.
Guión: François Ozon basada en la obra de teatro El chico de la última fila de Juan Mayorga.
Reparto: Fabrice Luchini, Ernst Umhauer, Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner, Denis Ménochet.
Nacionalidad: Francia.
Género: Suspense.
Música: Philippe Rombi.
Fotografía: Jérôme Alméras.
Duración: 105 min.
Estreno: 9 de noviembre de 2012
Me encuentro en la sala de un cine a punto de ver la última película de Ozon galardonada con la Concha de Oro en este pasado 60 Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Tras la proyección a la que, junto con otros colegas, he sido invitada tiene lugar un breve coloquio. Un buen número de los asistentes parecen formar parte de talleres de literatura o relatos, sus opiniones son muy diferentes entre sí. Ninguna de ellas resulta incorrecta. Eso es lo que sucede con de los personajes que nos regala el madrileño Mayorga (en su obra El chico de la última fila se basa la cinta). Tienen tantos matices todos ellos, son tantas las pequeñas y grandes historias que se relatan, que las opiniones de los asistentes no coinciden unas con otras, como si cada uno hubiera visto una película diferente, y eso es lo que ha sucedido, cada uno se ha quedado con la parte que más le ha arrastrado, pues todas ellas están perfectamente desarrolladas, desde la principal hasta las ramificaciones derivadas. Todas importan. Todas son valiosas.
Germain, un profesor de mediana edad, da clases de literatura en el Liceo Gustave Flaubert. Mientras está en casa corrigiendo unas terribles redacciones de sus pésimos alumnos y comentándoselo a su esposa, Jeanne, una galerista de arte muy discutible, encuentra un trabajo de un alumno que embauca al matrimonio Perfectamente escrito el estudiante narra en primera persona su particular visión de la familia de clase media de su compañero Rapha, algo memo, de su casa, de su zafio padre, de lo abandonada y vacía que está esa madre-ama de casa-florero, personaje que más desarrollo e importancia cobra en este micromundo.
Los relatos que Claude entrega a su profesor van por capítulos, concluyendo siempre con un Continuará…, manteniendo en suspense al matrimonio y al espectador. La historia por entregas seduce al profesor, a su mujer y a nosotros, confundiéndonos a todos siendo en ocasiones difícil el discernir entre realidad y ficción, convirtiéndonos en meros voyeurs que escudriñan la vida de otra familia. De esta manera juega con las personas Claude, ese adolescente de la última fila desde, como dicen en la cinta, es el lugar donde se observa todo, pero también es el lugar de los alumnos más problemáticos. Así es él, un personaje malo y bueno, que relata por capítulos la historia de Rapha y su familia, un hogar que él no posee, el propio está desestructurado, y en el cual se zambulle intentando por momentos hacerlo suyo.
La mirada de Ozon está muy presente, es tan cercana a los personajes como el relato del joven, cuya voz nos narra los acontecimientos, acompañados con los suaves movimientos de la cámara que se desliza delicadamente para aproximarse a ellos, todo conducido por una banda sonora dominada por los violines. El resultado de Ozon es una obra intensa, de personajes con muchos matices, todos ellos con sus pequeñas historias, un ejercicio de narrativa que más bien es de voyeurismo, convirtiendo al espectador en un curioso observador, como hace años lo hizo Hitchcock. Transportándonos a todos al otro lado de la pantalla, cuando esa mirada indescifrable de Claude relatando la historia se clava en la cámara, extensión de nosotros mismos.
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