Como de rigor en febrero toca hablar del amor en el cine. Fuera de películas estereotipadas con un empalagoso y desbordante ritual iniciático de la relación, hay cintas que narran y ahondan en la pareja en sí, en cómo se sostiene el amor con el paso del tiempo y cómo intenta sobrevivir a la vida real. En ocasiones, nos encontramos con el amor incondicional, el de verdad ajeno a todo romanticismo idealizado. En 1993 Philadelphia de Jonathan Demme golpeó las salas del cine y las mentes de los espectadores para mostrar la realidad: la discriminación de una pareja de homosexuales Miguel (Antonio Banderas) y Andy (Tom Hanks) y como el sida condujo a la destrucción y exclusión social de este último. La canción que para ella realizó Bruce Springsteen, tan buena como la obra cinematográfica, le valió un Oscar, así como la escalofriante actuación de Tom Hanks, por lo que se llevó otra estatuilla. El desconocimiento de la enfermedad, sus vías de transmisión y el miedo hacia ella, ponen sobre la mesa y con las cartas hacia arriba una temática que duele por su veracidad: los prejuicios.
La creencia popular de que el VIH atacaba a homosexuales y prostitutas, como si ambos estratos debieran ser castigados por su supuesta promiscuidad, como si ellos merecieran y debieran ser exterminados, estaba muy extendida. Llegando a ser denominado, en un inicio, como cáncer gay. Sobre este tapete también se pone de manifiesto la diferencia que la sociedad encontraba entre los homosexuales contagiados y otros tipos de personas, como amas de casa, que la habían contraído por transfusiones de sangre. El objetivo de la cámara de Demme está centrado en la ciudad de Filadelfia, cuna de los derechos en Estados Unidos y donde se firmó el tratado de independencia. Un símbolo de igualdad donde sin embargo, ésta no reina. Muestra con la mayor veracidad que le es posible, teniendo en cuenta que es una cinta de ficción, la crueldad del ser humano, como ya lo hizo en el pasado al poner ante su foco a personajes como Hannibal Lecter, para traer a nuestra vida de comodidad un hecho que resulta incómodo: nuestros prejuicios y como pueden matar socialmente a un ser humano.
No hay igualdad de derechos entre Miguel y Andy y cualquier otro matrimonio heterosexual, los únicos que los ven como un matrimonio legal son amigos y familias de ambos, para el resto, como por ejemplo el abogado de Andy, Joseph Miller (Denzel Washington) son dos gays, unos seres a los que odia. La homofobia y los prejuicios de este personaje irán diluyéndose paulatinamente, hasta su evolución final donde ambos defectos, fruto de la ignorancia y la educación, desaparecen. Joseph será el único abogado de la ciudad dispuesto a defender a Andy al ser despedido, por tener sida, del bufete de abogados para el que trabajaba. En un principio Joseph rechaza el caso, no quiere contagiarse, no obstante, un día, en la biblioteca al observar de lejos como Andy es discriminado por su enfermedad por el bibliotecario, opta por hacerse cargo de él, pues se siente identificado, ya que al ser negro también se lo han hecho. En la película, el matrimonio de Andy y Miguel está retratados fuera de roles estereotipados, así como todos sus amigos homosexuales. Son personas enfocadas como personas, fuera de tópicos y actuaciones afectadas. El amor que se profesa el matrimonio es más que evidente, el fervor de Miguel de su marido y el temor de perderlo, a la muerte, se palpa en su mirada y en sus actos. Por que si hay algo que habla y transmite en la película son las miradas de grandes actores capaces de dejar ver sus pensamientos con una simple mirada.
La secuencia más intensa y reveladora tiene lugar en el apartamento de Andy, tras la fiesta de disfraces, cuando Joseph y él se quedan solos, a modo de ensoñación, como en los números musicales de cintas del género, con María Callas de fondo y el aria la mamma morta como texto para mostrar el subtexto profundamente escondido: la verdad y la realidad sobre lo que le espera, la angustia profunda que siente es únicamente mostrada a su nuevo amigo, un Denzel Washington quien sin palabras, tan solo con un plano corto de su rostro es capaz de transmitir sus sentimientos hacia lo que observa y su cambio de mentalidad al comprender y conocer lo que le era desconocido y que tanto despreciaba. Es como la visita a un oráculo que le muestra la verdad sobre sí mismo y lo que le rodea, cambiando con ese conocimiento la actitud del héroe.
Así adopta y asume unas palabras que pronunció al inicio y que parece finalmente comprender “Ahí está la esencia de la discriminación. Al formar opiniones sobre otros no basadas en sus méritos particulares, sino en su pertenencia a un grupo con características supuestas”.
Deja un comentario