Analiza el pasado si quieres descifrar el futuro
Confucio
Queridos amigos de Todo es cine:
En este mes tan especial para las madres, quiero ponerme un poco seria para hablar de una película que aunque sea un poco triste, sabremos darle un giro para que los errores del pasado no tengan que volver a nuestro presente ni a nuestro futuro.
Se trata de Madame Butterfly (1932, Marion Gering), protagonizada por Sylvia Sidney y Cary Grant. Quien haya visto la ópera de Puccini Madama Butterfly (1904), seguro que tiene una idea de la tragedia que este film nos va a presentar.
Una muchacha japonesa, Cio Cio San (Sylvia Sidney), por avatares de la vida se ve en la indigencia junto con su madre, por lo que comienza a trabajar en una casa de Té como Geisha para poder sacar adelante a su familia. Allí conoce al señor Pinkerton (Cary Grant), un oficial de la marina americana. Enamorado de Cio Cio San, pero a sabiendas de que ella no era para siempre y teniendo claro que su amor vivía allende los mares, hace la pantomima de casarse con ella. Los invitados entran dentro de la mofa, saben lo que está pasando, pero Cio Cio San se lo cree, y después de su boda quiere que la llamen Señora Pinkerton.
Cuando se casa, el “buen caballero” se va de su nido de amor y, después de tres años de espera, de mirar al horizonte y esperar al barco que se lo devuelva, la joven sigue convencida de que él regresará. Al fin llega al puerto, pero con una sorpresa, Pinkerton viene con su nueva y verdadera mujer. Cio Cio San, desesperada, saca a su hijo, fruto de la unión de su frustrado matrimonio, y ese es su final, pues él quiere llevarse a su vástago. Os podéis imaginar la intensidad de las escenas y, sobre todo, la interpretación de ese monstruo de la pantalla que es Cary Grant; igual que la tristeza de Madame Butterfly cuando, mirando a los ojos a la nueva esposa, le dice que es la mujer más dichosa del mundo, ya que va a tener a sus dos amores.
La historia es amarga, te puede levantar de tu butaca para aplaudir hasta que las manos duelen; hace llorar, Puccini sabe llegar a esa catarsis que entra por todos los sentidos. Y nos habla de un momento en la historia no tan lejana, ya que hablamos de 1904 y no de la prehistoria, al igual que ya os había comentado con Fortunata y Jacinta de Galdós (1887). La historia es parecida, entra en juego la mentira. Es algo que debemos observar como si de un virus peligroso se tratara, deberíamos ponerlo en un microscopio para hacerle un cultivo y conseguir una vacuna.
Imagen de Madame Butterfly (1932), Paramount Pictures. Todos los derechos reservados.
Es la sociedad la que, en su forma de ver a las niñas, les hace seres distintos; que aunque les gusten las motos, los indios y los vaqueros, parece que deben vestir de rosa, ser muy educadas y ser las princesas de un cuento encantado. Pobre Butterfly, tiene ya el nombre de una pequeña y frágil mariposa; no debemos hacer mariposas, pues la vida de una mujer es todo menos frágil, para qué hacer algo tan delicado cuando debemos ser todo fortaleza.
Tener que engendrar, parir, criar a los niños y en muchos casos solas (como lo han hecho tantas mujeres y además como han podido), no es sencillo. No existe trabajo tan arduo como el de ser madre. Los niños son seres pequeños con un cerebro y un alma que hay que cuidar; el amor, las noches, su alimentación, atenderles cuando están enfermos. Son muchas horas, muchos años; la preparación para este trabajo debe hacerse al menos con dos años de antelación antes de plantearse ser madre. Lo menos que podemos hacer entre todos es ayudar a esas mujeres, a quienes antes se les señalaba con el “dedo acusador” si no estaban casadas, y no hace tanto, y los hijos también se sentían estigmatizados.
La mentira. Esa palabra debe ir fuera de nuestro repertorio, y ser sustituida por la honradez y la fortaleza de espíritu. Por eso y por todas las mujeres de un pasado tan cercano, hoy, en el día de la madre, os deseo todo el cariño, comprensión y amor. Y si os falta por parte de quien sea, desde aquí una llamada de solidaridad hacia todas las madres: que hoy y siempre tengáis el amor; así no les faltará a vuestros hijos.
Un día me mandaron un forward, en el que se decía que al final de la vida el telón se baja y ya no queda nada, ni siquiera aplausos. Yo desde aquí, a esa gente optimista que manda esas cosas, les digo que Madame Butterfly después del telón, cosechó muchísimos aplausos.
Desde aquí muchos aplausos para ti.
Con todo el cariño, feliz día de la madre y en especial a la mía, te quiero.
Deja un comentario