pijamaTítulo original: The boy in the striped pyjamas
Año: 2008
País: Reino Unido y USA
Duración: 94 minutos
Estreno en España: 26-09-2008
Director: Mark Herman
Reparto: Asa Butterfield (Bruno), Vera Farmiga, David Thewlis, Jack Scanlon (Shmuel), Amber Beattie (Gretel), Richard Johnson, Shelia Hancock, Rupert Friend, Jim Norton, Cara Horgan (María), Aron Laslo.
Guión: John Boyne y Mark Herman, basado en la novela de John Boyne.
Producción: David Heyman.
Fotografía: Benoît Delhomme.
Montaje: Mark Ellis.
Diseño de producción: Martin Childs y Rod McClean.
Vestuario: Natalie Ward.
Productora: Heyday Films.

Si se desea percibir el silencio sepulcral del que en cierta ocasión habló Shakespeare, The boy in striped pyjamas lo entrega y con creces. Y es que, aunque paradójico, nunca antes un libro para niños –mayores de 13 años, eso sí-, había conseguido conmover y hasta conmocionar a la opinión pública de forma tan abrumadoramente unánime. Suburbanos, cercanías, autobuses y aviones, todos ellos han sido testigos de la aseveración holística del éxito rotundo de John Boyne, autor irlandés que nos ha dejado prendados con su sencillez narrativa y su contundencia emocional. Estrenada en el seno de la 56 edición del Festival Internacional de cine de San Sebastián, su adaptación cinematográfica parece seguir la senda de su predecesora novela. Mark Herman, otrora director de películas menores como Little Voice (1998) o Qué pasada (2000), hubo de ver en El niño con el pijama de rayas el modo de redimir una carrera un tanto desapercibida, para formar parte del exclusivo reducto de realizadores primordiales. Y es que este filme, que destila capacidad y sensatez de principio a fin, no es sino una perfecta combinación de una historia envolvente y una inteligencia técnica ímproba. Es más, se podría  afirmar que consigue, como pocas adaptaciones lo han hecho, superar en cierto sentido a la novela de la que nace e indudablemente bebe, ya que Herman consigue dotarle de una estructura narrativa fría y tajante, lejana sin duda del aspecto formalmente infantil del que adolece la novela, sin eliminar por ello la perspectiva inocente y límpida desde la que se observa el mundo. El giro, que pudiera parecer contingente, resulta del todo imprescindible al entender esta película, pues es la nota capaz de hacer de este canto a la solidaridad y a la vida, un desgarrador documento cercano a la sordidez y a la desolación. Así sería, sin duda, de no ser porque en todo momento el espectador ve a través de los ojos de la ingenuidad y el desconcierto; de la inocencia y la candidez.

A pesar de que para el editor sea importante “empezar a leer esta novela sin saber de qué trata”, la explicación del argumento de este filme es imprescindible para entender el calado de su importancia emocional. Bruno -Asa Butterfield-, ve cómo su universo se desmorona cuando su padre – David Thewlis- es enviado como comandante al mando del campo de concentración de Auschwitz. Obligado a abandonar su Berlín natal junto con sus padres y hermana, Bruno sentirá cómo la frialdad de su entorno le revela el mundo del que su progenitor pretende aislarle: la II Guerra Mundial y la exterminación de la raza judía. Intrigado por la naturaleza y servidumbre de quienes trabajan al otro lado de la “granja” que él ve desde su ventana, y sobre todo, por la indumentaria que llevan sus habitantes, Bruno se adentrará en el bosque hasta dar con la valla que separa su cosmos del de ellos, los irredentos recluidos. Allí, la fortuna hará que conozca a Shmuel – Jack Scanlon-, un niño judío con el que no sólo compartirá la edad, ocho años en el metraje, sino también el tiempo y las inquietudes, sus alegrías y su aburrimiento. Una amistad forjada a través de una infranqueable verja que pone de manifiesto la inmensa necedad humana y la instintiva búsqueda del otro, de nuestros iguales. Rodada en Budapest con una estética que recuerda a La lista de Schindler (1993, Steven Spielberg) y un protagonismo absoluto de la ignominia y sinrazón humanas, El niño con el pijama de rayas es una apuesta fundamental por el cine de calidad, en el que destaca especialmente el cásting adecuado e impresionante, con un fidedigno David Thewlis; un prodigioso Asa Butterfield –mezcla imposible entre un joven Stephen Fry y Maggie Gyllenhaal-, y el que quizá más conmueva y conmocione, Jack Scanlon –Shmuel-, soberbio en su papel, impecable en cada gesto de desazón, de estoicismo y de resignación, todo ello características de un mayor, que él debe encarnar con la crudeza de la triste realidad: que es sólo un niño juicioso en un mundo de adultos que han perdido el juicio. Increíble película de a su vez increíble novela. Cándida en planteamiento, suprema en el desarrollo y sublime en el desenlace. Imprescindible.

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