Con el devenir del tiempo han sido muchas las deidades que han dejado de ser veneradas para ser consideradas mitos. De dioses caídos está repleta la historia de la humanidad componiendo fabulosas narraciones mitológicas en torno a sus vidas y hazañas que aún hoy nos continúan atrayendo y fascinando. En la actualidad, los más habituales son los dioses que habitan en el cine, seres privilegiados que viven por encima de nosotros, los mortales, quienes los hemos situado en su pedestal del cual, en un momento determinado, y en ocasiones cruelmente, los bajaremos, desposeyéndolos de esa fastuosa vida que en su momento les otorgamos. Y lo hacemos, o consentimos que se haga, porque su época de moda se pasó, su belleza se marchitó o bien porque envejeció, en definitiva, por frivolidades.
Así ocurrió en la transición del cine mudo al sonoro, muchas estrellas del primero fueron completamente olvidadas con la llegada de la nueva tecnología, en realidad una gran parte de ellas no logró sobrevivir al cambio, el genial Buster Keaton entre ellos, y cruelmente, tras haberles dado todo, el pedestal les fue arrebatado y cedido a otros nuevos.
La trama de una antigua diva en una época decadente de su vida, olvidada por completo del panorama audiovisual, es el argumento básico sobre el que se apoya el genial drama metacinematográfico de Billy Wilder El crepúsculo de los dioses (1950). Por la crítica que en ella hace sobre el mundo del cine y cómo sus magnates trataban a los seres humanos se le castigó sin el logro de la dorada estatuilla al mejor director, sin embargo, la cinta fue reconocida con tres Oscar, de los once a los que estuvo nominada, mejor guión original, mejor banda sonora y mejor dirección artística.
Imagen El crepúsculo de los dioses (1950), producida por Paramount Pictures, distribuida en España por Paramount Home Entertainment (Spain) Copyright ©. Todos los derechos reservados.
|
Norma Desmon, otrora una estrella del cine mudo, se halla en la actualidad alejada de los focos. Sus cincuenta años y el abandono de sus fans la han sumido en una profunda locura, de la únicamente logra sobrevivir en el pequeño mundo de su fantasmagórica y ostentosa mansión por la que mora. En su interior parece haberse detenido el tiempo. Las proyecciones cinematográficas que se realizan son en cine mudo y, por supuesto, son obras protagonizadas por Norma. Es en su hogar donde aún es una gran estrella y en él recibe las numerosas cartas de sus ficticios admiradores. Un engaño realizado por su fiel y oscuro mayordomo Max, quien, junto a ella, es el único habitante del sombrío palacio de Sunset Boulevard. El personaje del tétrico sirviente que no puede faltar en toda película de casas encantadas. Max debe mantener y alimentar la mentira para que Norma Desmon cese en sus intentos de suicidio. De ello deriva que las habitaciones de la casa no posean cerraduras, dando lugar a dos pequeños círculos abiertos en sus puertas que en ocasiones parecen ojos que observan al visitante.
A desestabilizar tan extraña vida llega Joe Gillis, un guionista en paro que huye de los acreedores y se refugia en la mansión. La diva lo contrata para que reescriba el horrible guión que lleva creando desde hace veinte años y del que ella es la protagonista, Salomé. Pronóstico cruel del fatal desenlace, pues al no amarla lo asesinará.
Un crimen conocido desde el inicio, ya que es el propio muerto quien narra la historia, como él dice, para que sea conocida verazmente, antes de que los medios la transformen y corrompan.
Esta obra dramática de Billy Wilder mezcla magistralmente algunas características propias del cine negro y del género de terror. Del primero posee esa habitual voz en off masculina con su tono lejano y decadente, y esa mujer destructora del hombre, pero que a su vez es una mixtura de bruja malvada y asesina psicópata que encierra a su víctima en la casa, que como toda mansión encantada propia de una película de terror, es un personaje más, poseyendo vida propia. O ese mayordomo misterioso y sigiloso imprescindible en las casas encantadas, un tétrico sirviente que toca al órgano la lúgubre tocata de Bach, un hombre que en realidad esconde un secreto más rayano al argumento del cine negro que al de terror, pero que no se descubre hasta el final. O la iluminación expresionista en la que predomina el claroscuro, algo válido y común para ambos. Sólo una mente genial es capaz de aunar sutil y coherentemente géneros tan dispares mediante características que, en ocasiones, pueden ser válidas para los dos.
Imagen El crepúsculo de los dioses (1950), producida por Paramount Pictures, distribuida en España por Paramount Home Entertainment (Spain) Copyright ©. Todos los derechos reservados.
|
El drama está protagonizado por Norma Desmon, a quien da vida Gloria Swanson, un personaje fuerte de esos que cuando los conoces ya nunca olvidas. Es un ser enloquecido por el abandono al que se vio sometida. Incluso al inicio de la película, antes de su aparición es comparada por Joe, con Miss Havisham, otra mujer destructora de hombres, de la obra de Dickens Grandes esperanzas, y con quien guarda similitud. Unas mujeres que perdieron la razón tras ser olvidadas, la fílmica por el público, y la literaria, por el abandono de su novio. En definitiva las dos perdieron a lo que más amaban.
Incapaz de vivir en el mundo real sin la adoración de sus admiradores y las cámaras, se encierra en un mundo irreal en el cual ella todavía es la reina. En su casa las paredes y mesas reflejan su egolatría y vanidad, pues tan sólo hay retratos de ella, cuadros y fotografías en las que tan sólo se refleja su imagen.
Imagen El crepúsculo de los dioses (1950), producida por Paramount Pictures, distribuida en España por Paramount Home Entertainment (Spain) Copyright ©. Todos los derechos reservados.
|
El tiempo y su fugacidad, el deterioro que produce, son su obsesión, un tiempo irónico que mientras a ella la maltrata y la hunde en el olvido, a los objetos los revaloriza, como a su coche, un Isotta Franchini, único motivo por el que la productora retoma el contacto con la diva. Algo que no ocurre solamente en las películas, sino también en la triste realidad, pues el tiempo no se comporta igual con todo lo que toca.
Deja un comentario